A 12 días de
distancia uno de otro, nuestro país ha sido azotado por dos terremotos con
saldo de varios centenares de víctimas mortales y cientos de miles de damnificados.
¿Será que Dios nos está castigando? ¿Qué habremos hecho, por qué? ¿Qué nos
quiere decir Dios, qué nos está pidiendo? Jesucristo se hizo esta pregunta en
Lucas 13,4 y ésta fue su respuesta: "¿Creen
ustedes que eran más pecadores que los demás?” Se refería a los galileos
que mandó matar Pilato, y también a aquellos 18 que aplastó la torre de Siloé. Jesucristo
no piensa que les pasó eso porque eran más pecadores, pero sí nos invita a
asumir los acontecimientos como una llamada a la conversión.
Nosotros al igual, debemos educarnos en una fe cada vez
más madura, menos ingenua, menos mágica. Dios creó este universo tan inmenso y
tan lleno de energía hace miles de millones de años, como nos dice con cierta
aproximación la ciencia. Dentro de esos miles de millones de años se ha ido
formando nuestra galaxia, la vía láctea, nuestro sistema solar, nuestro
planeta, tan maravilloso, tan lleno de vida, como ningún otro astro del cielo
hasta el momento conocido.
Sin embargo, este planeta tan hermoso en el que Dios nos
ha colocado a los seres humanos, y a infinidad de criaturas en una inmensa
diversidad de vida, es un planeta en formación. Si hoy día la tierra tiene un tipo
de atmósfera, océanos, continentes, sus climas, su magnetismo, su distancia del
sol, etc., no siempre ha sido así. El surgimiento de los continentes de entre
las aguas, ha sido posible gracias a cataclismos que ni nos imaginamos.
Nuestro planeta ha sufrido por lo menos, dicen los que
saben, cinco extinciones masivas de la vida: la última sucedió hace 65 millones
de años, cuando un astro de buen tamaño se estrelló con nuestro planeta, el
cual provocó la extinción de los dinosaurios y muchas otras especies.
¿Qué actitud debe mantener el creyente? Todos los seres
humanos debemos tomar conciencia de nuestra pequeñez. En momentos pensamos que
somos súper poderosos, que en la actualidad
todo lo podemos, con nuestras naves espaciales, con nuestra tecnología, con nuestras
armas nucleares. Y hasta nos damos el lujo de contaminar y destruir la única
casa habitable que tenemos. Con todo y eso somos demasiado pequeños. Un flamazo
de nuestro sol nos puede mandar a la extinción.
¿Por qué Dios no mete las manos para evitar los temblores
de tierra, los huracanes, las inundaciones, las sequías, los accidentes, la
maldad, los asesinatos, la guerra, etc., etc.?
Nuestro Dios tiene sus planes, tiempos y procederes. Quisiéramos que la tierra fuera
ya un paraíso como esa imagen que nos presenta la Biblia antes del pecado de
Adán y Eva. Pero no. El cielo nuevo y la tierra nueva de los que nos habla la
Biblia (Apocalipsis 21,1) aún están en la mente de Dios como un proyecto a
realizar. Dejemos que Dios vaya perfeccionando esta maravillosa creación según
sus planes. Mucho podemos hacer por nuestra seguridad y conservación, lo que,
limitadamente, nos toca a nosotros. Jesús nos enseñó a ponernos en las manos de
Dios con estas palabras: "hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6,10).
Por otro lado, el creyente sabe que Dios nos está
llamando a la solidaridad. Y eso hemos contemplado maravillosamente que se ha
dado en la población más sencilla: los voluntarios, los socorristas, los
rescatistas, los que cocinan, etc.
Asumamos y amemos esta naturaleza como Dios la ha creado,
con su energía colosal, ante la cual somos sumamente pequeños, y alabemos a
Dios: "Antes
que los montes fuesen engendrados, antes que naciesen tierra y orbe, desde
siempre y hasta siempre tú eres Dios” (Salmo 90,2)
Su
hermano en Cristo:
Pbro. Carlos Pérez Barrera