En la pasada reunión de crecimiento
con los catequistas, estuvimos estudiando el catecumenado de cara a nuestra
labor catequística.
El catecumenado consiste
en un trabajo de formación de una persona que quiere llegar a ser cristiana. Es
una labor personalizada: se trata de tomar de la mano al catecúmeno y
conducirlo al conocimiento de Jesucristo, de manera que Jesucristo vaya siendo
cada día el Maestro de esta persona, que sea él el que lo enseñe a vivir su
vida como un verdadero cristiano de acuerdo a los valores que él mismo nos
enseña en los santos evangelios. Así lo hizo él con sus discípulos en aquel
tiempo. No sólo los llamó para que fueran cristianos de nombre, sino que caminó
día tras día con ellos, delante de ellos, instruyéndolos, orientándolos, corrigiéndolos,
rectificando sus caminos, conduciéndolos hacia el Padre y hacia los hermanos, dándoles
su santo Espíritu, y todo eso de la manera muy propia de Jesús.
Todo esto es lo que tiene
que realizar un catequista con cada uno de sus niños. Su enseñanza va dirigida
a todo el grupito, pero ha de detenerse en cada niña, en cada niño, de manera
muy personal, porque se trata, no meramente de instruir, sino de hacer de cada
uno de ellos, paulatinamente, unos verdaderos cristianos. La pregunta la tomo
prestada del Papa Francisco. ¿Qué clase de cristianos queremos hacer con
nuestros niños, jóvenes y adultos? ¿Qué cristiano quiero ser yo o qué cristiano
quiere Jesús que yo sea?
El Papa Francisco está
también muy preocupado por la formación de los sacerdotes: la formación inicial
y la formación permanente. Él, como toda la Iglesia y no se diga el mismo
Jesucristo, no quiere simplemente sacerdotes, sino buenos sacerdotes,
formados en el espíritu de Jesús.
El 7 de octubre se
dirigió, ahí en Roma, a los participantes en un congreso internacional para el
clero. Empezaba diciendo:
"El tema de la formación sacerdotal es
crucial para la misión de la Iglesia: la renovación de la fe y el futuro de las
vocaciones sólo es posible si tenemos sacerdotes bien formados… la formación de
los sacerdotes depende ante todo de la acción de Dios en nuestra vida y no de
nuestras actividades. Es una obra que requiere el valor para dejarse modelar
por el Señor, para que transforme nuestro corazón y nuestra vida.”.
Y concluía el Papa diciendo unas palabras que
quiero hacer extensivas a todos los católicos:
"La pregunta que nos debe interpelar en
profundidad, cuando bajamos a la alfarería es esta: ¿Qué sacerdote quiero ser?
¿Un «cura de salón», uno tranquilo y asentado, o un discípulo misionero cuyo corazón
arde por el Maestro y por el Pueblo de Dios? ¿Uno que se acomoda en su propio
bienestar o un discípulo en camino? ¿Un tibio que prefiere la vida tranquila, o
un profeta que despierta en el corazón del hombre el deseo de Dios?”
Su hermano en Cristo:
Pbro. Carlos
Pérez Barrera