Estamos empezando el tiempo litúrgico
del adviento; es el tiempo de vivir de cara al acontecimiento más grande de
toda nuestra historia y todo el devenir de nuestro universo. Pensemos en los
miles de millones de años que han transcurrido. Si la encarnación del Hijo de
Dios, y todos los años que vivió en la carne en este mundo, es un misterio tan
grande, de qué tamaño y qué tan seria y tan honda debe ser nuestra preparación
para celebrarla y vivirla.
El mismo nuestro señor Jesucristo es
el que, con la Palabra que hemos escuchado, nos dice cómo debe ser nuestra vida
a la espera de su venida en la plenitud de los tiempos. En este capítulo 13 de
san Marcos, leemos varias y diversas instrucciones que les ofrece Jesucristo a
sus discípulos estando frente al templo de Jerusalén. Les habla de la
destrucción de ese grandioso templo que están mirando con admiración. Pero más
le interesa dejarlos bien preparados para las pruebas que se les avecinan, en
su ausencia física. Escuchen bien: la intención de Jesús no es atemorizarlos,
él no quiere dejar a unos discípulos miedosos, aterrados; todo lo contrario,
les hace estas advertencias, nos hace también a nosotros estas advertencias
porque quiere que los creyentes vivamos con firmeza nuestra fe, en medio de
tantas tribulaciones que vive todo mundo.
Les habla de las señales que van a
tener que enfrentar y vivir constantemente: guerras, suplantadores del Mesías
con engaños, cristos falsos; les habla de terremotos, persecuciones, grandes tribulaciones,
muerte, señales cósmicas. ¿Cuál debe ser la actitud del verdadero creyente ante
todas esas señales? ¿El encerramiento en el culto y la devoción? ¿Lo mágico?
¿La mirada cerrada ante el acontecer del mundo? Desde luego que no. Y lo que
Jesús nos enseña en este capítulo, especialmente en el pasaje que hemos
escuchado hoy, es lo que debe ser nuestra vida y nuestro caminar hacia el
encuentro con Jesucristo nuestro Salvador, el Salvador del mundo.
Este año nos toca vivir el adviento
litúrgico más corto: tres semanas y un día. Quiero recordar y seguir haciendo
este llamado: el adviento litúrgico dura sólo unas semanas, pero nuestra vida
cristiana es un adviento permanente, vivimos a la espera del encuentro con el
Señor, caminamos hacia él que viene a nosotros. Cada día hemos de vivir lo que
hoy nos enseña el Maestro.
"Miren que no los engañe
nadie” (v. 5).
"Cuando oigáis hablar
de guerras y de rumores de guerras, no se alarmen” (v. 7).
"Miren por ustedes mismos; los entregarán a los
tribunales, serán azotados en las sinagogas y comparecerán ante gobernadores y
reyes por mi causa, para que den testimonio ante ellos” (v. 9).
"Cuando los lleven para entregarlos, no se
preocupen de qué van a hablar… no serán ustedes los que hablarán, sino el
Espíritu Santo” (v. 11).
"El que persevere hasta el fin, ése se salvará” (v. 13).
"Si alguno les dice: "Miren, el Cristo aquí’
‘Mírenlo allí’, no lo crean” (v. 21).
"Estén atentos y vigilen… velen… ¡Velen!” (v. 33-37).
El adviento
litúrgico es la oportunidad para que retomemos todos esos llamados que nos hace
Jesús. Y no sólo para que los vivamos en estas semanas, sino para que así sea
toda nuestra vida cristiana: una permanente vigilancia, un estar atentos,
abiertos a las señales que nos hablan de la visita del Señor; porque él viene a
cada momento y no nos damos cuenta si estamos despistados. Y sobre todo,
estemos atentos y vigilantes a las señales de nuestro mundo porque nos queremos
preparar nosotros y preparar a toda la gente para la plenitud de los tiempos,
los tiempos de la salvación de Dios.
¿Será necesario
recordar lo que hacemos cada año? Yo creo que sí, hay que hacerlo siempre para
que no nos dejemos atrapar por este ambiente navideño mundano. No somos
enemigos del mundo, todo lo contrario, pero no nos dejemos envolver en sus
compras y consumos, en sus superficialidades. Denle un poquito de tiempo a esas
cosas, pero que nuestro corazón se dedique intensamente a la oración, al
sacramento, a la escucha de la Palabra, al ejercicio de la caridad con los más
necesitados, al discernimiento de las señales que va presentando nuestro mundo,
etc.