VENGAN TODOS A LA SALVACIÓN
Domingo
7 enero 2018
Isaías
60; Salmo 72; Efesios 3 y Mateo 2,1-12.
Carlos
Pérez B., Pbro.
La de hoy es la fiesta de la manifestación de nuestro Señor Jesucristo
a todos los pueblos. Es la fiesta de la convocatoria de Dios a su salvación
universal. La Iglesia la celebra el 6 de enero, y casi todo mundo le llama ‘el
día de Reyes’. Pero no es la fiesta de los magos del oriente, porque no son ellos
el centro del misterio que hoy celebramos sino Jesús que se muestra y se da a
todos los pueblos, los de oriente, los del occidente, del norte y del sur. En
México se ha pasado esta fiesta al siguiente domingo para dar oportunidad a que
más gente la celebre. Y la fiesta del Bautismo de Jesús, se pasa al lunes 8.
La fiesta de
hoy nos recuerda que la persona de Jesús es un don para todo el mundo. Dios
convoca a todos los seres humanos a la alegría, a la salvación, a la gracia, al
perdón, a la reconciliación, a la hermandad, a crear un mundo nuevo, una nueva
humanidad. En la mente de muchas gentes católicas y no católicas, está la idea
de que el cristianismo es un tipo de religiosidad entre las varias
religiosidades que hay en el mundo. Si lo pensamos así, estamos tergiversando
la voluntad de Dios y la obra que vino a realizar Jesucristo.
Jesucristo,
antes que una creencia, es la salvación. Escuchamos en el libro del profeta Isaías,
una imagen de la ciudad de Jerusalén como el lugar sagrado al que van a
confluir todos los pueblos para contemplar la gloria de Dios. Los cristianos
sabemos que no es una ciudad, ni un templo, ni una religión, sino Jesucristo el
que viene a darse a todos los pueblos. Si les decimos a todos que vengan a Jesús,
no es para que se hagan igual que nosotros, que tengan nuestra lengua, nuestras
costumbres, nuestra liturgia, etc. No es así, porque la salvación no somos
nosotros, ni nuestra cultura. La salvación, la gracia, la alegría es una
Persona, Jesucristo nuestro Señor. Sí. No hablamos solamente del Resucitado,
sino del que nació pobre, extremadamente pobre en Belén, el que fue un
predicador ambulante por los pueblos y los campos de Galilea, el que fue
crucificado como un delincuente, y desde luego, el que resucitó para ser la
vida plena para todo nuestro mundo.
Jesucristo es
el universal, el ser humano universal. En él han de verse a sí mismos todos los
pueblos y todos los seres humanos; no para ser externamente iguales a él, no
para adoptar sus mismas costumbres y rituales judíos, la ley de Moisés o la
mentalidad de aquel pueblo. No, sino para acoger la misericordia de Dios en él,
su gratuidad, su programa de salvación, de reconciliación, de paz, de amor y de
justicia para todos y entre todos. En esta clave acogemos la Palabra de Dios
hoy: "Caminarán los pueblos a tu luz” (Isaías 60); "Florecerá en sus días la justicia y reinará
la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá su reino y de un extremo al
otro de la tierra” (salmo 72 ó 71); "los paganos son coherederos de la misma
herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en
Jesucristo”.
En la figura de los magos contemplamos la
respuesta creyente de todos los pueblos de la tierra que se congregan para
acoger a Dios y su salvación en este pequeño que nos ha nacido.
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