LA BUENA NOTICIA: UNA HUMANIDAD NUEVA
Domingo 21 enero 2018
Marcos 1,14-20.
Carlos Pérez B., Pbro.
Estamos comenzando un repaso del evangelio según san Marcos que haremos en los domingos del tiempo ordinario, tanto en esta primera parte antes de la cuaresma, como en la segunda, después del tiempo de pascua.
La lectura no comienza en el versículo 1, pero recordemos que san Marcos nos dice que Jesús, el Hijo de Dios, es la buena noticia, no sólo el portador de la buena noticia del reino. En el versículo 14 vemos el comienzo del ministerio de Jesús, de su actividad evangelizadora, salvadora, liberadora, etc. Una sola palabra que usemos como que no describe a cabalidad la obra de Jesús.
Es necesario para nuestra fe cristiana poner atención a la persona de Jesús. De ser posible, hagamos a un lado todas las estructuras religiosas que nos hemos metido a la cabeza, porque eso no está en el primer lugar, sino la enseñanza, la obra, la actividad salvadora de Jesús a partir de su caminar por Galilea. Pongamos atención a lo que san Marcos nos dice hoy de Jesús. Este ejercicio de mirar el evangelio al detalle, es algo que todos los cristianos debemos hacer en nuestro estudio personal de los santos evangelios, porque queremos conocer a Jesucristo cada vez más a fondo.
Nos dice san Marcos: "Marchó Jesús a Galilea”. Jesucristo se podía haber ido a Jerusalén, para empezar ahí su ministerio con la anuencia y la bendición de los sumos sacerdotes, o haber empezado con ellos invitándolos a la conversión. Pero no, en vez de irse a la capital política y religiosa de su país, mejor se fue al norte, a la periferia, con los alejados, los distanciados de la religión judía, con el pueblo, con los pobres, los pequeños, los enfermos, los endemoniados, porque todo eso era Galilea. ¡Qué bonito comienzo! tenemos que reconocer nosotros los creyentes.
¿Qué fue a hacer Jesucristo a Galilea? Nos dice el evangelista: "Proclamaba la Buena Nueva de Dios” ¿Cuál era esa buena noticia que proclama Jesús en Galilea? "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca”. La proclamación de Jesús era una buena noticia para el pueblo. Para un pueblo que se tenía como dejado de la mano de Dios, llega alguien a proclamar que el reino de Dios es para ellos, que Dios no les manda el castigo por ser tan pecadores, sino su reino. Que Dios está preocupado por ellos, que Dios los ama y los quiere salvar, levantar, liberar de sus opresiones, cualesquiera que sean. No habla Jesucristo del día de la ira de Dios, como algunos oráculos del antiguo testamento, no, él viene como una buena noticia para este pobre pueblo.
Debemos de preguntarnos nosotros si la Iglesia, y cada una de nuestras comunidades, se presenta a sí misma, y es percibida y acogida así en el mundo como una buena noticia, como portadora de la buena noticia del reino, de Jesucristo mismo. ¿No estaremos encerrados en el culto y en nuestros rezos? ¿No es nuestro papel el estar condenando constantemente a este mundo? ¿Sembramos alegría y esperanza entre nuestras pobres gentes o miedos y temores? ¿Salimos como Jesús hacia las comunidades del campo, hacia nuestros barrios y colonias para ser ahí buena noticia?
Jesucristo era la buena noticia del reino de Dios para el pueblo. Los dirigentes del pueblo no lo acogieron así, como buena noticia; con ellos Jesús vivió muchos conflictos. Pero con la base de la población, nos dirá más adelante san Marcos, Jesús vivió la comunión siendo buena noticia, no sólo con los galileos, sino también con las personas y comunidades paganas que se le aglomeraban casi hasta aplastarlo.
El reino es una buena noticia para los oprimidos y sufrientes porque es un proyecto de Dios, el proyecto de crear una nueva humanidad, una nueva sociedad, un mundo nuevo, "unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia”, como lo dice san Pedro en su 1ª carta 3,13, y también el Apocalipsis 21,1. Quien no sueña y trabaja porque la nueva humanidad sea una realidad, no es verdaderamente cristiano, porque quien pertenece a Cristo comulga con él y trabaja para él.
Esto es lo que escuchamos enseguida, que Jesucristo vio a unos pescadores en la orilla del lago y los llamó diciéndoles: "síganme”. Estos pescadores dejaron las redes, la barca y a su padre para irse con Jesús. El domingo pasado, recordemos, escuchamos esta llamada inicial de Jesucristo a sus primeros discípulos en el evangelio según san Juan. La diferencia entre ambos relatos se debe a que más bien cada evangelista habla de una experiencia vocacional que les ha tocado vivir a ellos.
¿Cuándo entenderemos los católicos que somos cristianos precisamente por el llamado de Jesús a seguirlo? No nos llamó Jesús para que fuéramos meramente devotos de él, para que le rezáramos, para que nos hiciéramos imágenes de él y con eso nos conformáramos. No. Jesucristo nos llamó para que nos fuéramos con él, para hacernos sus colaboradores en la construcción del reino de Dios, de esa nueva humanidad que Dios quiere crear con todos los seres humanos, en justicia, en amor, en libertad, en plena y profunda paz. No son cristianos discípulos suyos quienes se encierran en el culto y en el rezo, sino los que salen al mundo para que cambie, se convierta en algo completamente nuevo.
Ya es hora que nos pongamos las pilas, que todos en la Iglesia trabajemos intensamente para que nuestros católicos seamos activos en la obra de Jesús. No vale la pena una Iglesia como la que hasta ahora venimos siendo. Tomemos conciencia activa de que estamos llamados para ser discípulos de Jesús, misioneros de Jesús.
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