JESUCRISTO Y SU OBRA DE LA INCLUSIÓN
Domingo
11 febrero 2018
Marcos 1,40-45.
Carlos
Pérez B., Pbro.
Sigámosle los pasos a Jesús, página tras página, en el
evangelio según san Marcos. Lo vimos el domingo pasado que salió al monte para
hacer oración pero no se refugió en ella, no se encerró ahí. Él había salido
para predicar la novedad de Dios para esta gente, con palabras y con obras. Si
la Iglesia hemos tomado otro camino, es tiempo de rectificar. Estamos aquí para
llevar la buena nueva de la salud, de la salvación a todo nuestro mundo, con
palabras y obras.
Quiero
comentarles algunos detalles de este pasaje evangélico para que resplandezca
más su novedad y su bondad. En las afueras de Cafarnaúm, Jesús se topa con este
pobre enfermo de lepra. No solamente era un enfermo, era un hombre repugnante,
lo digo con respeto, y con compasión. La lepra es una enfermedad terrible. La
carne se va pudriendo por una bacteria, y se va desprendiendo poco a poco del
cuerpo, dejando al enfermo deforme y oliendo a carne podrida. A estos enfermos,
tal como lo escuchamos en el libro del Levítico, primera lectura, se les
prohibía, para evitar contagios, que tuvieran contacto con las personas sanas.
Se les enviaba al monte, a vivir como los animales salvajes. Para un judío
religioso, esta suerte era una verdadera maldición, porque se veía privado del
culto del templo y de convivencia comunitaria. Era verdaderos marginados, es
decir, vivían completamente al margen o fuera de la comunidad.
Por eso se acerca a Jesús para
suplicarle: "si quieres, puede limpiarme”.
La del leccionario romano no es una buena traducción: "si quieres, puede curarme”. Este leproso no le pide la curación
sino la pureza. Era un hombre impuro, como lo escuchamos en la primera lectura:
"El que haya sido declarado enfermo de
lepra, traerá la ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e
irá gritando: ‘¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!’ Mientras le dure la lepra,
seguirá impuro y vivirá solo, fuera del campamento”.
¿Cómo responde Jesús a esta súplica?
Pongamos atención a estos detalles, porque en estos detalles sobresale aún más
la novedad de Jesús. Hay algunos manuscritos griegos antiguos que dicen: "compadecido, extendió la mano, lo tocó y le
dijo; quiero, queda limpio”. Pero hay otros manuscritos griegos antiguos, y
al parecer son más fieles a la versión original de las palabras de Jesús, que
dicen: "encolerizado, extendió la mano,
lo tocó y le dijo; quiero, queda limpio”.
¿Cuál versión les gusta más?
¿Compadecido o encolerizado? Exactamente, por eso los copistas antiguos le
cambiaron la palabra porque la otra les parecía más escandalosa. ¿Cómo podía
Jesús encolerizarse con este pobre enfermo que se le acercó cuando no debía
hacerlo? La compasión, decimos todos, es una virtud que distingue a nuestro
Señor. Y lo vemos en otros lugares del evangelio.
Sin embargo, en este caso particular,
es preciso aceptar que Jesús reaccionó con cólera por lo drástico que era la
ley de Moisés con estas personas. Es la compasión la que mueve a Jesús a
reaccionar airadamente. Nosotros también nos preguntamos: ¿cómo puede una ley
religiosa excluir a una persona y condenarla a vivir sola, aislada de toda la
comunidad? Una ley tan cruel no puede entrar en los planes de Jesucristo, ni de
Dios Padre.
Jesucristo lo envía a presentarse ante
los sacerdotes para que les conste su purificación, porque los sacerdotes eran
el departamento de salubridad de aquel tiempo, tal como lo leemos en el libro
del Levítico. No lo envía con ellos por una cuestión religiosa, al menos
externamente religiosa, sino para matar dos pájaros de una pedrada: por un
lado, en atención al leproso, para que se integre de pleno derecho a la
comunidad, al pueblo de Dios; y por otro, para que les sirva a los sacerdotes como
un testimonio de lo que se no debe y lo que sí se debe hacer con estas
personas.
Jesucristo asume la suerte de los
impuros y los excluidos. Nos dice el evangelista: "Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se
quedaba fuera, en lugares solitarios”. Ésta era la suerte de los leprosos
que Jesús hace suya, se hace un contaminado por andar tocando a los
contaminados.
El tema de los impuros, los
contaminados, los excluidos, está sobre la mesa en estos tiempos, en pleno
siglo XXI. ¿Quiénes son? Los negros, los indígenas, los latinos e inmigrantes
en Estados Unidos pero también en nuestro país, en Europa; los pobres, los
desempleados, los homosexuales, los diferentes, los descartables, como les
llama el Papa Francisco. La Iglesia ha de tomar el lugar de Jesús, el papel de
la inclusión. Si alguien insiste en que ésta debe ser responsable, estamos de
acuerdo, pero que sea inclusión, que sea la actitud de fondo.
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