LA PLENITUD DE LA OBRA DE CRISTO
Domingo
13 mayo 2018, La ascensión del Señor
Hechos
1,1-11. Marcos 16,15-20.
Carlos
Pérez B., Pbro.
A los cuarenta días de haber
celebrado la pascua de resurrección de nuestro Señor, la Iglesia celebra la
fiesta llamada de su ascensión a los cielos, tal como nos lo platica san Lucas
en el primer capítulo del libro de los Hechos. Los cuarenta días se cumplieron
este jueves pasado, pero en México se ha pasado esta fiesta al domingo para que
más católicos se den oportunidad de celebrarla, especialmente este año en que
coincidieron el día de la madre con la fiesta de la ascensión.
Lo que nos ha
dicho san Lucas en el libro de los Hechos es algo muy propio de él, o de la
reflexión que recibió de la tradición de san Pablo. Los otros evangelios
expresan de distinta manera este misterio al que podríamos llamar ‘la plenitud
de la obra de Cristo’. Por ejemplo san Mateo no habla de ascensión sino de
permanencia hasta el final de los tiempos. San Juan nos platica las apariciones
del Resucitado a los discípulos que se dan de manera especial el primer día de
la semana.
En san Marcos
encontramos dos finales: el original y el añadido. En su primer final, San
Marcos expresaba una intención muy particular. Un joven de túnica blanca les
dice a tres mujeres que fueron a buscar el cuerpo de Jesús: "Buscan a Jesús
de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Vean el lugar donde le
pusieron. Pero vayan a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de
ustedes a Galilea; allí le verán, como les dijo”. Como a aquellas mujeres,
hoy día Jesucristo continúa enviándonos a Galilea. ¿Qué es Galilea? Galilea es
ahí donde están los pobres, los enfermos, los excluidos, los impuros, los
olvidados de la sociedad. En ellos Jesucristo comenzó su obra salvadora, en
ellos la seguirá realizando, y contando por iniciativa suya, con la
colaboración de nosotros.
El pasaje evangélico que hemos escuchado ahora, es el segundo final del
evangelio según san Marcos, es de tradición lucana. Es desde luego un pasaje
evangélico canónico, inspirado por el Espíritu Santo como los demás pasajes
evangélicos.
Jesucristo nos envía, en este segundo
final, a predicar el evangelio a todo el mundo, de manera integral, es decir,
verbalmente y con señales milagrosas. Sabemos que eso de expulsar a los
demonios, hablar en lenguas nuevas, coger serpientes con las manos, beber
veneno mortal, imponer las manos sobre los enfermos, expresa mucho más de lo que literalmente vemos. Eso
nos dice que la predicación y la fe no se han de quedar en meras palabras, en
meros actos mentales, en el aire, en buenas intenciones, sino que han de
aterrizar en señales evidentes que el reino de Dios está llegando a nuestras
gentes. Así en nuestros tiempos, Jesucristo sólo será buena noticia para el
mundo en la medida que la vida vaya cambiando. Los demonios, las serpientes y
el veneno mortal representan los males que aquejan a las gentes. El pueblo debe
aprender y sentirse capaz, con la fuerza de Dios, de tomar los problemas en sus
manos. La salud de las personas y la salvación de todas las naciones son una
señal que debe acompañar necesariamente nuestra actividad evangelizadora.
¿Qué tan convencidos estamos de que
Jesucristo es la Novedad de salvación para nuestro mundo? Esta convicción se
deja ver palpablemente en nuestra acción apostólica. Si nos hemos estacionado
en una religión intimista, cultualista y moralista, y no salimos a pregonar lo
que Jesús es para nosotros, entonces nos somos enviados ni discípulos de Jesús.
En nuestra parroquia precisamente nos
estamos recordando que estamos en estado de misión permanente. En el Boletín
Parroquial de este mes de mayo hemos puesto tres puntos en los que queremos
convocar a todos nuestros católicos: la lectura diaria de una página de los
santos evangelios, la participación en la celebración dominical, la invitación
a irse sumando a nuestros grupos, ministerios y apostolados. Hagamos llegar
esta convocatoria a todas nuestras gentes.
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