JUAN, AL SERVICIO DE JESÚS
Domingo
24 junio 2018, Fiesta de san Juan Bautista
Lucas 1,57-66.80.
Carlos
Pérez B., Pbro.
¿Por qué en domingo celebramos la fiesta de
san Juan? ¿Es tan importante Juan? Sí. Los domingos tienen precedencia sobre la
fiesta de cualquier santo. Sin embargo, de san Juan celebramos su nacimiento
aunque caiga en domingo ordinario, porque su persona está muy ligada a la de
nuestro Señor Jesucristo. Así es que el centro y el protagonista de la fiesta
de hoy sigue siendo nuestro Señor, porque mirar a Juan es mirar a Jesús. A
cualquiera que ponga sus ojos en Juan, él le diría lo que nos dice en los
santos evangelios: 'no se fijen en mí, fíjense en Jesús’. "Aquel
que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle
las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3,11); "Yo no soy el Cristo… en medio de ustedes está uno a quien no conocen,
que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su
sandalia” (Juan 1,20.26). Juan
siempre está indicándonos a Jesús, su vida entera está completamente al
servicio de Jesucristo.
No obstante, primero
tenemos que mirar a este grandísimo profeta para luego poner atención a lo que
su palabra y su persona nos indican.
A Juan, Dios lo escogió
desde el vientre de su madre. Como una resonancia de esta elección hemos
escuchado la elección del siervo de Yahveh, en el profeta Isaías. Dios es
siempre el que elige, el que llama. No se trata de héroes, de súper mujeres o
súper hombres. Simplemente se trata de elegidos que luego le responden
positivamente. Esa es nuestra vida cristiana, vivir como elegidos de Dios, humildemente
porque nuestra elección ha sido gratuita, no tanto por méritos de nuestra parte.
Juan se fue a vivir al desierto. El desierto es
renuncia, es penitencia, silencio, oración, presencia de Dios, escucha de la Palabra.
De ninguna manera el desierto es para gente elegante, bien vestida y bien
alimentada. Las personas que son blandas consigo mismas no sirven para la obra
de Dios. Una vez que el profeta se curte en el desierto, entonces se va al
Jordán, donde se le juntan los pecadores. No se va al templo donde ofician los
sacerdotes, siendo que Juan era de estirpe sacerdotal. Ahí, en medio de los
pecadores le tocó recibir a Jesús y dar testimonio de Jesús. Esta vida de
rigurosa penitencia le daría coherencia y fundamento a su testimonio acerca de
Jesús. ¿Se puede dar testimonio de Jesús desde una vida satisfecha? Este tipo
de vida es lo que desacredita a los grandes de este mundo. Hacen promesas al
pueblo, pero en realidad viven para sí mismos.
Podríamos pensar y
decir que Jesucristo no necesitaba el testimonio de nadie, que él podía
presentarse a sí mismo. Sin embargo, en realidad necesitó el testimonio de sus
discípulos para que lo dieran a conocer por todo el mundo. Y ahora necesita el
testimonio de cada uno de nosotros. En esto, tenemos que vernos a nosotros
mismos en Juan bautista: poner nuestra entera persona al servicio de Jesús, no
entendernos a nosotros mismos sino en relación a Jesucristo. ¿Somos nosotros el
Cristo, somos nosotros la salvación de este mundo? Claro que no, sólo somos
servidores del Cristo, por eso nos llamamos cristianos, porque Cristo nos da
nuestra identidad.
Por dar testimonio
de la Verdad, que es Jesucristo, Juan perdió la cabeza. Los santos evangelios
nos hablan de la predicación verdaderamente profética de Juan. Le habló derecho
y claro al pueblo pecador. No tenía miedo de llamarles ‘raza de víboras’ a los
hipócritas, a los que viven su religiosidad de manera aparente. Tan fuerte y
bien fundada era su palabra, que hasta los publicanos y los soldados le pedían
humildemente que les dijera lo que ellos tenían que hacer, porque a todos les
exigía que dieran frutos de conversión, es decir, de un verdadero cambio de
vida y de entorno. Juan se metió hasta con la gente del poder humano, Herodes y
su mujer, por eso lo metieron a la cárcel y posteriormente le cortaron la
cabeza.
Esta vida profética
tan maravillosa, enteramente al servicio de Jesucristo, nos impulsa a vivir
nuestro cristianismo, no de manera cómoda, amoldados al ambiente de nuestro
mundo, sino en una fuerte renuncia a tantas cosas y con valentía porque así lo
requiere la obra de Dios.