DENLES USTEDES DE COMER
Domingo
29 julio 2018, 17º ordinario
Juan 6,1-15.
Carlos
Pérez B., Pbro.
Recordemos
que hemos venido siguiendo las páginas del evangelio según san Marcos.
Jesucristo buscaba un lugar solitario para estar con sus discípulos, en plan de
descanso, en plan de oración. Sin embargo, la muchedumbre se le adelantó y él
los acogió con compasión, porque tenía un corazón de verdadero pastor. Se puso
a enseñarles muchas cosas y enseguida, como ya era tarde, les dio pan en
abundancia. También este milagro de los panes es parte de la enseñanza de
Jesús, para aquellas gentes, para todo nuestro mundo.
Los
invito a que repasemos este milagro mirando atentamente sus detalles, y que así
aprendamos a leer los santos evangelios, porque cada detalle es una buena
noticia de Jesús para nuestro mundo.
Es
muy interesante y reveladora la manera como san Marcos nos relata el milagro de
los panes. La Iglesia nos ha hecho pasarnos al milagro como lo relata la
comunidad evangélica de san Juan, para dejarnos varios domingos con el discurso
o enseñanza de Jesús sobre el pan de vida. De todas maneras no dejemos a un
lado el relato de san Marcos:
Los
discípulos, ante la hora avanzada, se le acercan a Jesús para pedirle que
despida a la gente para que vayan a comprarse de comer. Así lo debemos
subrayar. Los discípulos, al igual que nosotros, traen en su mente la palabra
comprar. Todo el mundo piensa hoy día en comprar, así se trate de comida, de
sustento, de vestido, de todas las necesidades básicas. Incluso el bienestar y
la felicidad pareciera que también los quisiéramos comprar. Jesús, en cambio, a
bocajarro, les dice que ellos les den de comer. Jesús habla de dar, pero ellos vuelven
a pensar en clave de dinero. Le dicen: "¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de
comer?” Y vuelve Jesús
a prescindir de los conceptos de dinero y de compra: "¿Cuántos panes tienen?” Este mundo se ha enfrascado ya en esa
dinámica de compra y de dinero. Ahí estamos atrapados. Esto tiene que cambiar,
nos dice Jesús. ¿Aceptamos? Hay que reconocer que tenemos nuestras serias
resistencias para entrar en la dinámica de Jesús. ¿Razones? Es que vivimos en
un mundo donde el dinero es el que rifa; es que ya no sabemos movernos de otra
manera; y dice la gente, ¿qué vamos a hacer con los flojos, los que no quieren
trabajar, los irresponsables, los que no se saben administrar, etc.? (Dice san
Pablo que "el que no quiera trabajar que
tampoco coma”: 2 Tesalonicenses 3,10).
En el evangelio según san
Juan, es Jesús el que pregunta cómo hacerle para comprar pan para toda esa
gente, pero desde luego que lo dice para tantear a sus discípulos, porque él
bien sabía lo que iba a hacer. Este evangelista introduce un ingrediente
sumamente interesante. El que trae los cinco panes y los dos pescados es un
muchachito, y además es pobre, porque en aquel tiempo la cebada era un grano
más barato. También esto es sumamente revelador, porque el milagro se va a
realizar a partir del pan de los pobres. Por lo que se ve, este muchachito se
supo desprender de todo lo que traía.
En
San Juan leemos que Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió. En San
Marcos los pasos que sigue Jesús son éstos: la gente se acomodó por grupos de
cien y de cincuenta, Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los
ojos al cielo, pronunció la bendición, él mismo partió los panes y los fue
dando a los discípulos para que los discípulos los sirvieran a la gente. Luego
recogen los pedazos sobrantes. Esto es toda una liturgia tremendamente evangélica:
1-
Jesús los organiza en grupos pequeños, no está por la iglesia de masas.
2-
Toma los panes y los peces en sus manos. Es un acto sagrado. De él viene la
gracia.
3-
Levanta los ojos al cielo y pronuncia la bendición. No es un acto de magia.
Aunque parezcan pocos panes para tanta gente, de todas maneras hay que dar
gracias a Dios.
4-
Partió los panes. No los multiplicó, los partió. Son dos cosas muy distintas.
La multiplicación es un acto que hacen los magos. Cristo y los cristianos, y
todos los seres humanos lo que tenemos que hacer, y ahí radica el milagro, es
partir y repartir lo poquito que tenemos. Alcanza para todos.
5-
Convierte a sus discípulos en servidores de la multitud. ¡Qué bonito! Es como
si viéramos a los sacerdotes y a los obispos sirviendo la comida en las mesas
de los pobres. Es la vocación de todo cristiano.
6-
Nadie se quedó sin comer. ¿No es ésta una señal y una vivencia del reino de Jesús?
Claro que este mundo es posible.
En
el salmo responsorial (145) proclamamos que Dios abre su mano y todos los seres
vivientes quedan satisfechos. La vida en este planeta tan bello tiene miles de
millones de años. Dios le viene dando de comer a todas sus criaturas, mucho
antes de que nosotros inventáramos el dinero. Dios no deja de ser gratuito. ¿No
nos reta este milagro a empezar a cambiar las cosas? Tenemos que empezar por
cambiar nuestro corazón, nuestro espíritu. Aprendamos de Jesús.
La
despensa que compartimos cada domingo, el comedor popular, el dispensario, la
atención a los migrantes, etc. son un poco de lo mucho que tenemos por hacer.
Es cierto que estas actividades parroquiales tienen que ser cada día más
responsables, más integrales, incluso que involucren y comprometan a los beneficiados (también nosotros
somos beneficiados), pero también es cierto que nuestra Iglesia, nuestro
catolicismo, más que reducirse al culto, se tiene que entender en la clave de Jesús: compartir el pan,
participar de la gratuidad de Dios, darse uno mismo. Cómo quisiera uno que
todos nuestros católicos se fueran involucrando poco a poco en las tareas de
Cáritas.