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BARTLETT Y NUESTRA NOCHE
OSCURA
Martes 7 de agosto del 2018
Carlos Pérez B., Pbro.
Cuando
tantos andan entusiasmados por el próximo presidente del país, y otros al menos
estamos esperanzados en que algo nuevo y bueno pueda suceder, nos llegan con la
noticia de los personajes que integrarán el próximo equipo de colaboradores. Nos
sorprende entrañablemente la nominación de quien fuera el maquinador de
aquellas movidas político-eclesiales de los años 85 al 89. ¿Recuerdan? Para mí
en lo personal, no se olvida. En 1985 nuestra Iglesia diocesana, y no digo que
solamente el obispo, porque muchos, clérigos y laicos empezamos a incursionar
en el terreno político de nuestra fe, sin intereses económicos o de poder de
nuestra parte, cuando se emitió el documento "Votar con responsabilidad”, y
posteriormente "Coherencia cristiana en la política”, los "talleres de la
democracia”, etc. En 1986 cuestionamos, porque fuimos testigos de ello y víctimas al mismo tiempo, la
elección de Fernando Baeza, por todas las maquinaciones que se dieron para manipular
el voto y el resultado. El en aquel entonces delegado apostólico Girolamo Prigione
y el entonces secretario de Gobernación Manuel Bartlett estuvieron muy
activamente detrás de la supuesta orden del Papa para que se diera marcha atrás
en la medida que se había tomado de cerrar los templos aquel tercer domingo de
julio, con lo que se dejaba en descrédito nuestra declaración solemne de protesta. Bartlett y Prigione eran la viva imagen del cesaropapismo que tantos
beneficios le acarrea a la política y tantos perjuicios nos trae a la labor
evangelizadora de la Iglesia, porque son cosas que se hacen desde el poder.
Posteriormente,
no tenemos duda de que ambos personajes estuvieron también detrás de la elección
del obispo coadjutor que posteriormente sería el arzobispo diocesano, don José
Fernández. Se cuenta que en una reunión, más de políticos que de gente de Iglesia,
se preguntó quién estaría bien para dirigir la diócesis de Chihuahua; ahí se
dijo que ‘el Oso’ (Joso), como se le decía en ese ambiente al padre Josito.
Estos recuerdos no significan que
nosotros no estemos dispuestos a perdonar nuestro pasado, claro que no, a
diferencia de la política y la sociedad, nosotros lo que queremos es perdonar,
pero sabemos que es necesaria la aceptación humilde de la culpa, y de pasada,
vivir un tiempo de penitencia. Cómo nos haría bien una buena dosis de transparencia sobre lo que sucedió aquellos años.
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