Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




¿NOS ALIMENTAMOS DE JESÚS?

Domingo 12 agosto 2018, 19º ordinario

Juan 6,41-51.

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Recordemos que esta enseñanza de Jesús comienza con la señal de los panes. En san Juan se le llama ‘señal’ a cada milagro porque indica o señala una realidad más grande. Jesucristo nos muestra en este discurso del capítulo 6, la realidad o misterio indicado por la señal de los panes. Le estamos dedicando cinco domingos al discurso o enseñanza del Pan de vida. Ya el domingo pasado nos reclamaba que no nos afanáramos por el pan que no permanece sino por el que sí permanece, y es el alimento que nos quiere dar el Hijo de Dios. Los judíos murmuraban porque había dicho Jesús que él era el pan que había bajado del cielo, siendo que sabían que él era un galileo, que conocían a su padre y a su madre de los cuales él provenía. También nosotros debemos empezar por ese conocimiento: Jesús es un hombre verdadero, una persona de este suelo. Pero conforme lo vamos conociendo más y más, nos damos cuenta que no parece un ser humano procedente de este suelo sino un ser celestial. Porque nadie ama como él, nadie se entrega como él a los demás, ningún ser humano es tan abierto, tan entero, tan libre de ataduras, tan misericordioso, tan gratuito, etc., como él. Cualquier líder religioso o político se queda sumamente corto frente a Jesús. Es un ser celestial, y es un verdadero hombre de carne y hueso. Sólo quienes estudian pausadamente los santos evangelios pueden afirmar categóricamente que Jesús sí bajó del cielo; quienes no han leído los evangelios, no. Estos pueden ser como los judíos que murmuraban de Jesús.

Pues este ser celestial es en verdad un alimento para nosotros y para toda la humanidad. Imaginémonos a un mundo, a cada ser humano alimentándose de Jesucristo, del Jesucristo de los santos evangelios, no del Jesucristo que nos inventamos a nuestro gusto y a la medida de nuestra devoción. Si en vez de alimentarse de dinero, poder, honor, egoísmo, odio, etc., nuestro mundo y cada persona se alimentaran de Jesucristo, este Jesucristo así sería la vitalidad de nuestro mundo, su fuerza, su razón de ser.

¿Qué tan conscientes somos los católicos en general de la presencia real de Jesús en un pedazo de pan que ha sido consagrado en la celebración eucarística o santa misa? A la hora de la consagración hay personas que se salen a contestar el celular; esto sucede sobre todo en las bodas, quinceañeras, funerales. Incluso hay católicos que prefieren en esas ocasiones quedarse afuera. ¿Qué tan concentrados vivimos el momento de la consagración en la misa? Uno se esmera en formar en este aspecto a los niños que van camino de su Primera Comunión, y de pasada, a todas las demás personas presentes. ¿Y a la hora de la comunión? Aproximadamente la mitad de los presentes en la misa dominical se levantan a tomar a Jesús en ese pan y vino consagrados. Pero el 90% de nuestros católicos no se sienten atraídos a la misa.

Cada jueves y cada viernes se tiene el Santísimo Sacramento expuesto desde la mañana hasta en la tarde en nuestro templo parroquial. Cómo quisiera uno que nuestros católicos pasaran a orar y adorar a Jesús aunque fuera un rato breve, en lo que pasan del trabajo a su casa o viceversa, o en algún momento del día que tengan libre.

En la procesión del Corpus, cuántas personas sólo nos ven pasar pero no hacen ningún ademán de respeto y adoración. Algunos pasan con indiferencia.

En el Boletín Parroquial de este mes les comento que cómo hay católicos que no se sienten atraídos por este sacramento del Pan de vida que es Jesús. Pueden pasar meses o incluso años y como que no necesitan de Jesús.

La presencia de Jesús (debemos tenerlo muy claro y vivirlo con intensidad) no se reduce al pan y al vino consagrados. Jesús está realmente presente en cada pobre, en cada persona que pasa necesidad; Jesús está realmente presente en su Palabra contenida en los santos evangelios especialmente, y en toda la Sagrada Escritura; a Jesús lo encontramos en los acontecimientos de nuestra vida personal, comunitaria, social; Jesús está realmente presente en su Iglesia, en los que verdaderamente son discípulos suyos.

Alimentarnos de Jesús es buscarlo en todas esas formas de presencia suya. No debemos hacer de la presencia de Jesús una mera devoción intimista. Esto sería no tomarnos en serio a Jesús. Su presencia en todas esas formas nos invita a un acto de verdadera de fe, de pertenencia a él, de compromiso con su Obra, la Obra de la salvación de su Padre para este mundo.

 

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