TRADICIONES HUMANAS VS PALABRA DE DIOS
Domingo
2 septiembre 2018, 22º ordinario
Marcos 7,1-23.
Carlos
Pérez B., Pbro.
Hemos
vuelto a la lectura continuada del evangelio según san Marcos. Estamos en el
capítulo 7. Las tres lecturas nos mandan escuchar y poner en práctica la
Palabra de Dios, su santa voluntad.
Quiero empezar
comentando la primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio, para
aprovechar la ocasión de que estamos empezando el mes de la Biblia. Dice este
libro: … "Israel, escucha los preceptos y
las normas que yo les enseño para que las pongan en práctica, a fin de que
vivan… No añadirán nada a lo que yo les mando, ni quitarán nada; para así
guardar los mandamientos de Yahveh su Dios que yo les prescribo… Guárdenlos y
practíquenlos, porque ellos son su sabiduría y su inteligencia a los ojos de
los pueblos… ¿cuál es la gran nación cuyos preceptos y normas sean tan justos
como toda esta Ley que yo les expongo hoy?... enséñaselas a tus hijos y a los
hijos de tus hijos. El día que estabas en el Horeb en presencia de Yahveh tu
Dios… Yahveh les habló de en medio del fuego; ustedes oían rumor de palabras,
pero no percibían figura alguna, sino sólo una voz… Tengan mucho cuidado
de ustedes mismos: puesto que no vieron figura alguna el día en que Yahveh les
habló en el Horeb… no vayan a pervertirse y se hagan alguna escultura de
cualquier representación que sea…”
El pueblo hebreo
vivía en esa convicción: nuestro Dios es un Dios que habla, no es un dios mudo
como todos los ídolos de los pueblos paganos, como las imágenes que los mismos
hombres se fabrican. Y hay que decir que si un pueblo o un supuesto creyente no
escucha la Palabra de Dios o no la lee, pues en realidad es creyente en un dios
mudo, en un dios que calla, que no instruye a los suyos, que no los educa, que
no los conduce. ¿Hay algún padre o madre que no eduque a sus hijos? Ser un
pueblo que escucha y pone en práctica la Palabra es la identidad de este pueblo
de la antigüedad y también de este tiempo. Nosotros los cristianos escuchamos
la Palabra de Dios a partir de la persona de Jesucristo, el Hijo que conoce
perfectamente al Padre. Por eso no dejo de insistirles a todos los católicos,
como nos invita el Papa Francisco, a que leamos diariamente algunos minutos
páginas de los santos evangelios.
Ahora veamos el
pasaje evangélico que hemos proclamado hoy, fijémonos en la respuesta que les
da Jesús a quienes preguntan por qué los discípulos comían con las manos
impuras. Lo preguntan no tanto por cuestión de higiene sino por cuestión de
pureza religiosa, es decir, de la calle no sólo se traen microbios, que ellos
no conocían, sino las impurezas del mundo.
La respuesta de
Jesucristo es enérgica y nos sacude tanto a nosotros como a aquellas gentes.
Pongámonos el saco: individualmente como discípulos, colectivamente como
iglesia. Veamos:
"En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas
que son preceptos de hombres. Dejando el precepto de Dios, se aferran a la
tradición de los hombres… ¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para
conservar vuestra tradición!”
Si los
católicos, me refiero a la mayoría, no leemos diariamente alguna palabra de
nuestro señor Jesucristo en los santos evangelios, ¿cómo vivimos nuestra fe?
Cada quien como se da a entender a sí mismo. Nuestros criterios son las maneras
de pensar de la sociedad, de la calle, de los amigos, de las redes sociales.
Nos acostumbramos a ser católicos, nos acostumbramos a nuestros actos de
piedad, a nuestras prácticas religiosas, aunque las hacemos ocasionalmente.
Vamos a misa de vez en cuando porque pensamos que es un invento de la iglesia
católica, pero muchas veces no la relacionamos con la invitación que Jesús nos
hace a partir el pan y compartir el vino como su Cuerpo y su Sangre por la
salvación del mundo. Sabemos que tenemos que ser buenos, pero a la medida
del mundo. No nos sentimos llamados a la santidad como Jesucristo la entiende y
la vive. Etc. Por eso practicamos un catolicismo light o ligero. Dice nuestro
señor Jesucristo en el pasaje de hoy que eso es en vano. Lo que de veras cuenta
es vivir de acuerdo a sus enseñanzas, de acuerdo a su manera de vivir la vida
humana.
Nuestra Iglesia
en su conjunto, ¿es de veras discípula de la Palabra de Jesucristo? Parece que
hemos puesto las normas litúrgicas, el Código de Derecho Canónico, nuestra
autoridad de clérigos por encima de la Palabra de Dios.
Hagámonos
misioneros o enviados de esta Palabra de Jesús. Que todos nuestros católicos
vayan comprendiendo poco a poco que debemos dejarnos educar y conducir por
nuestro Maestro, porque nosotros somos sus discípulos. Jesucristo no nos pide
que le brindemos culto, lo que nos pide es que nos pongamos a la escucha de su
Palabra y la vivamos, desde luego con discernimiento, porque se necesita una
creatividad espiritual para vivirla con toda nuestra vida.