Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





LA PRETENSIÓN DE SER IMPORTANTES

Domingo 23 septiembre 2018, 25º ordinario

Marcos 9,30-37.

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Yo no solamente los invito constantemente a leer los santos evangelios, sino además a conocerlos a cada uno de manera completa, que lo hagan página tras página. Hay mensajes que sólo se aprecian en el conjunto de varios pasajes. Un ejemplo lo vemos en estos domingos.

Una vez que Jesucristo ha realizado sus milagros en Galilea, que ha brindado sus enseñanzas al pueblo y a sus discípulos, y que incluso ha vivido algunos conflictos con los escribas, y antes de encaminarse hacia Jerusalén, ve necesario hacer un alto con sus discípulos, para que su seguimiento sea más consciente, para que sepan a quién están siguiendo, por qué y para qué, y qué consecuencias les acarrea y les acarreará este seguimiento. Esto vale tanto para los discípulos de aquel tiempo como para los de estos tiempos, o sea, nosotros. El domingo pasado escuchamos la pregunta: ¿Quién soy yo para ustedes?

Es fácil contestar ‘tú eres el Cristo’, como lo hizo Pedro, pero falta aclarar qué clase de Cristo es Jesús, qué clase de Cristo quiere el Padre que él sea, cuál es el Cristo que este mundo necesita para salvarse. Y por eso, en el camino nos revela tres veces su pasión, su muerte y su resurrección. El domingo pasado escuchamos el primer anuncio. Hoy hemos proclamado el segundo. Déjenme repasarles los tres anuncios en este evangelio según san Marcos:

8,31.- "Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días”.

9,31.- "El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará”.

10,33-34.- "Miren que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará”.

Hoy nos dice el evangelista que los discípulos "no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones”. Esta falta de entendimiento de los discípulos está bien plasmada en la reacción que tienen a cada uno de los anuncios que les hace Jesús. No es que no entiendan o no entendamos las palabras textuales de Jesús, porque son muy sencillas. Lo que no entendemos es por qué tiene Jesús que tomar ese camino, cómo es que ese camino puede ser salvación para este mundo. ¿No podría ser de otra manera? ¿No hay un camino mejor de acuerdo a la manera de pensar del mundo?

Ante el primer anuncio (lo escuchamos el domingo pasado) Pedro se resiste regañando a Jesús. San Marcos no nos dice lo que Pedro le dijo a Jesús, como sí lo hace san Mateo 16. Jesucristo se le devuelve, tanto a él como a sus discípulos para hacerle ver cuál es su lugar de discípulo: caminar detrás, no delante, del Maestro. No somos los discípulos los que le hemos de indicar al Cristo cuál es el camino que debe tomar. Desviar al Mesías de su camino es lo propio de Satanás, lo dice Jesús.

Ahora, ante el segundo anuncio, vemos esta escena tan interesante, tan reveladora: los discípulos venían discutiendo por el camino quién de ellos sería el mayor. No pensemos ingenuamente y con simpleza que los discípulos se vienen peleando por el camino como si fueran niños: ‘yo dije primeras, no, yo lo dije primero’. No es así. Lo que san Marcos está plasmado es el juego de la vida, de todos los seres humanos pero también de los que nos decimos cristianos. Cristo se humilla y nosotros tenemos las pretensiones contrarias. La vida es una competencia que establecemos entre todos, quién es el primero, quién es el más importante, quién quiere aparecer más por una u otra cosa, quién quiere estar encima, quién quiere dominar a los demás. La vida es el juego de todos los seres humanos por el poder, por la riqueza, por el Ego. ¡Cómo nos cuesta entender, entrar en el entendimiento del camino de Jesucristo! Nuestro juego no salva, pierde a este mundo. ¿No lo entendemos a pesar de que lo vemos todos los días, siglo tras siglo? En cambio, el camino de Jesús es salvación: "Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Repasemos este momento porque es bellísimo, nos habla de la alta calidad de nuestro Maestro, de su profunda pedagogía, un catequista en y de la vida:

« Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: ¿De qué discutían por el camino? Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado. »

Si pudiéramos enseñar así (en la vida) a los niños, a los jóvenes, a los adultos, en todos nuestros ambientes de Iglesia, en cada uno de los círculos de la sociedad, especialmente con los que aman el poder, tanto político como eclesiástico. La pobreza,  la humildad, el servicio, la entrega de sí mismo a los demás, etc., no son virtudes misticonas, son el camino de salvación que Dios nos ofrece en su Hijo Jesucristo. Que cada quien aprenda a mirarse a sí mismo en un espejo, mirar sus verdaderas aspiraciones.

 

 

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