ENDERECEMOS NUESTRA SOCIEDAD
Domingo
9 de diciembre 2018, 2º de adviento
Lucas 3,1-6.
Carlos
Pérez B., Pbro.
¿Cómo estamos viviendo el
adviento y cómo se lo estamos dando a vivir al resto de los católicos? ¿Acaso
ya nos atrapó la fiebre de las compras, las comidas y bebidas? Hay que comprar
y preparar lo necesario para la fiesta de la navidad, pero no olvidemos
preparar nuestra vida y nuestro espíritu para la venida de Jesucristo.
San Lucas, para presentarnos la
figura de Juan bautista, primero nos traza la pirámide del poder romano y judío
de aquel tiempo: Tiberio, Pilato, Herodes, Filipo, Lisanias, Anás y Caifás.
Pero lo importante es que la palabra de Dios no vino sobre ninguna de esas
gentes del poder sino sobre un pobre predicador, Juan, hijo de Zacarías, un
hombre del desierto, un profeta en medio de los pecadores. Juan tenía un lugar
asegurado en la clase sacerdotal del pueblo judío. Zacarías, su padre, era
sacerdote por cuestión de familia, no por vocación; y le tocaba oficiar en el
templo en su respectivo turno. Pero la vocación de Juan no era ejercer el
sacerdocio del antiguo testamento sino anunciar la llegada de otro pobre, un
galileo, el Hijo de Dios hecho hombre.
San Lucas ve en la aparición de Juan
en el desierto el cumplimiento de un oráculo del antiguo testamento. En su
capítulo 40 Isaías nos dice algo parecido a lo que escuchamos en el profeta
Baruc, en la primera lectura. Juan bautista alza la voz para invitarnos a
preparar el camino del Señor. Sí, el Señor que viene a nosotros. También
nosotros transitamos por ese mismo camino a su encuentro.
Allanar los montes y rellenar los
valles no es un proyecto topográfico. Enderezar los caminos torcidos para la
marcha del pueblo que retorna del destierro es enderezar nuestro mundo, nuestra
sociedad. ¿Cuántas cosas hay que enderezar y cuáles son las prioritarias?
Podemos hablar del narcotráfico, de la violencia extrema, la inseguridad
pública, la corrupción gubernamental que tanto golpea a las clases más
necesitadas; la globalización económica que excluye y condena a grandes capas
de la población; la migración forzada a la que se ven obligadas tantas personas
y familias que conlleva tantas penurias y sufrimientos para ellos; en fin, la
injusticia que no nos cansamos de denunciar mientras haya tantos pobres que
apenas sobreviven frente a la opulencia de unos pocos.
¿Cuántas cosas tenemos que
enderezar en nuestra Iglesia, especialmente en nuestra jerarquía? Si lo
pensamos de la sociedad, debemos empezar por nosotros, para tener la calidad
moral y espiritual de pedírselo al mundo.
Pero podemos pensar y decir que
esas cosas están relativamente fuera de nuestro alcance. Es cierto eso, aunque
también es cierto que mucho tenemos que ver con todo ello.
Pero hablemos de lo más cercano,
al menos desde nuestro punto de vista. ¿Qué cosas tenemos que enderezar para
que llegue el reino de Jesucristo a nosotros ya definitivamente? La trampa, la
mentira, la falsedad, la deshonestidad: cada vez estas cosas como que se están
estableciendo en nuestra manera de conducirnos como sociedad. Recurrimos con
facilidad a la mentira para salir de apuros, para salir adelante. Estafamos al
prójimo, a quien se deje. Mentimos al interior del matrimonio y de la familia.
Le hacemos trampa hasta a la misma Iglesia, sin pensar que estamos pervirtiendo
su ser y su misión en medio y en pro de la salvación del mundo. Padecemos un
creciente secularismo de nuestro católicos, más inmersos en la mundanidad que
en la espiritualidad evangélica. A esto añadimos el materialismo, el consumismo
de nuestra sociedad, la indiferencia creciente ante las necesidades y problemas
de los demás. ¿Es todo esto propio de cristianos que se preparan para el
encuentro con el Señor?
Por eso conviene tanto que todos
los católicos nos pongamos a estudiar los santos evangelios para contemplar a
Jesucristo y alimentarnos de su transparencia, de su apego radical a la verdad,
de su gratuidad que lo llevaba a no estafar absolutamente a nadie sino al
contrario a servir a los pobres, a los enfermos, a los excluidos, a darse a sí
mismo por la salvación de esta humanidad.
Ante todo esto resuenan con
grande actualidad las palabras de Isaías con las que san Lucas nos presenta la
grandísima figura de Juan, quien a su vez venía a ponerse enteramente al
servicio de Jesucristo: Todo valle será rellenado, toda montaña y colina,
rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y
todos los hombres verán la salvación de Dios. El próximo domingo escucharemos las estrujantes palabras de Juan que nos
dirá: "Quien tenga dos túnicas, que dé
una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo… "No
cobren más de lo establecido’’... "No extorsionen a nadie ni denuncien a nadie
falsamente, sino conténtense con su salario”.