CAMINAR EN LA ALEGRÍA
Domingo
23 de diciembre de 2018, 4º de adviento
Lucas 1,39-45.
Carlos
Pérez B., Pbro.
La Iglesia nos
ofrece en la liturgia, en este último domingo antes de la navidad, esta imagen
bellísima de dos mujeres que se encuentran en una explosión de alegría. Ambas
tenían la alegría de ser mujeres esperando a un hijo. Ambas mujeres son pobres,
una viene desde Nazaret, es jovencita. Isabel en cambio es mayor, y en su
avanzada edad no había tenido la dicha de tener un embarazo. Sin embargo, el
motivo más importante para estas tres personas que contemplamos en el
evangelio, es la presencia del Salvador del mundo que se gesta en el seno de
María. ¿Pudiéramos nosotros hacer nuestro el embarazo de esta jovencita?
Debemos, porque estamos esperando realmente la venida del Salvador en la
plenitud de los tiempos. Estamos a dos días de celebrar con gozo su primera
venida, fantástica, con todos los detalles que nos ofrecen los santos
evangelios. Vivimos entrañablemente la presencia de Jesús en medio de nosotros,
él pasa por nuestras vidas, él continúa siendo salvación, vida y alegría para
los enfermos, los pobres, los pequeños, los últimos de este mundo, y a partir
de ellos, para toda la humanidad. Pero también estamos esperando su venida
definitiva en la plenitud de los tiempos. De veras queremos que este mundo
pasajero, tan lleno de violencia y de delitos, tan encerrado en su egoísmo, ya
termine por pasar.
Somos un pueblo que camina al encuentro del
Señor, somos parte de una humanidad que al parecer camina sin rumbo fijo. Los
seres humanos, en su mayoría, viven atrapados en el presente, quizá preocupados
un poco por el futuro inmediato, pero no preocupados por su destino. Nosotros
hemos vivido este tiempo de adviento en oración, en escucha de la Palabra, en
celebración sacramental, en recogimiento medianamente penitencial. ¿Es así?
Estamos a la espera de su venida definitiva, de la plenitud de los tiempos. Esa
no sabemos cuándo será, por eso vivimos la vida y la historia como un dinámico
adviento, en una marcha cargada de esperanza. Los tiempos que vivimos al
presente no son los tiempos que queremos, todo lo contrario; la violencia, la
falsedad, la corrupción, la deshonestidad, el delito, el daño a los demás, todo
eso no es el mundo o la humanidad que queremos, al menos no es la humanidad que
nos hace ser felices, a nadie, ni a los que están abiertamente en esa situación
de hacer el mal ni mucho menos a las víctimas. Pero estamos seguros, y por eso
nos decimos creyentes, que ese no es el destino de los seres humanos. Una obra
tan perfecta como es el ser humano, no puede verse destinado al fracaso. ¿No
somos seres pensantes, no somos seres amantes, no tenemos la capacidad de ser
compasivos? Claro que sí. Jesucristo nos lo ha venido a revelar en su misma persona.
La navidad va a ser una fiesta, una
celebración, de las más bonitas que tenemos, pero esta fiesta es parte de
nuestra caminata esperanzada por la historia, por el devenir de los seres
humanos. Preparémonos para celebrar la navidad, el nacimiento de Jesús, en un
desborde de alegría, para que en ese tono caminemos por la vida, alegres, como
el toque que nos dan estas cuatro personas que hemos contemplado en el pasaje
evangélico de san Lucas.
Si para vivir alegres necesitamos de un
regalo material, no cualquier regalo sino un regalo que cueste algo de dinero,
pues nos estaremos engañando como se engaña una persona adicta al alcohol, que
después de uno o varios o muchos tragos se da cuenta que eso no lo hace feliz;
se alegra por un breve momento para caer nuevamente en la cruda depresión.
Los creyentes, como María, queremos vivir
esta navidad y siempre en la alegría de tener a Jesús con nosotros. Los
creyentes confiamos plenamente en Dios que finalmente hará nuevas todas las
cosas.