Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





UNA FAMILIA EN VERDAD CREYENTE

D. 30 diciembre 2018. La Sagrada Familia - C

Lucas 2,41-52.

 

Carlos Pérez B., Pbro.

 

¿Qué contemplamos en esta sagrada familia del evangelio?

1-      José y María eran cumplidores de las fiestas judías: cada año acudían a la ciudad de Jerusalén para la fiesta de la pascua. También a los ocho días de nacido circuncidaron al niño, así como a los 40 días lo llevaron para presentárselo y ofrecérselo al Señor.

2-      Palpamos también el trato, la confianza y el nivel de diálogo que existe en esta familia. A los doce años, Jesús da el paso a la mayoría de edad. ¿Estaba formado para ese momento? Jesús sí, y se lo hace ver a sus padres.

3-      En Jesús contemplamos y acogemos su claridad para colocar la voluntad de Dios Padre por encima de toda autoridad humana. En su infancia fue obediente por completo a la autoridad de sus padres, pero había que pasar, al llegar a los doce años, a la autoridad de Dios. Es una enseñanza para todo ser humano.

En nuestra cultura la mayoría de edad se da a los 18 años, con sus variantes entre familias y personas, porque en algunos casos ni a los 40 se conducen algunos hijos como si fueran mayores de edad. Entre los judíos, a los doce años se dejaba atrás la infancia. No existía la adolescencia ni la juventud como períodos intermedios. Se era niño o se dejaba de ser niño, sólo eso.

La mayoría de edad para un cristiano, no consiste en hacer lo que a uno le da la gana, sino que consiste en cumplir la voluntad de Dios. Eso es lo que expresa Jesús a José y María, que estaban un poco desconcertados. Qué bonito y contundente diálogo entablan estas tres personas, hablan de tú a tú con madurez, no se palpa el autoritarismo entre ellos, la imposición, sólo el reclamo de María por no haberlo dicho a tiempo.

Las familias cristianas, y en general todas las familias humanas, deben funcionar así: no sólo alimentar y vestir a los hijos, no sólo educarlos socialmente, para que puedan desenvolverse en la sociedad, sino educarlos para tomar sus propias decisiones, para hacer su propio programa de vida. En el caso de los cristianos, se trata de educarlos en la escucha de la Palabra de Dios. ¿Quién nos enseña, quién les puede enseñar a los hijos a entrar en sintonía con la voluntad de Dios? Desde luego que Jesucristo. Sólo él nos puede educar en las cuestiones más profundas de la vida de los seres humanos, las cuales desde luego que tienen que ver con Dios, con sus llamados, con su santa voluntad.

¿Cómo puede ser Jesucristo el educador, el formador de los hijos? Estudiando los santos evangelios. Por eso todas nuestras familias católicas deben educar a sus hijos en la lectura de los santos evangelios, en la escucha de la Palabra de Jesús. Muchos detalles, en concreto, de la vida, escapan a las enseñanzas de Jesús en los santos evangelios, pero si los hijos aprenden a discernir esa Palabra, sus vidas se irán conduciendo por lo que Dios espera de cada uno de ellos, que esto es lo que cuenta en la vida. Para Jesucristo fue su único propósito, hacer la voluntad del Padre, por eso llegó a la cruz.

Nuestra Iglesia es una familia convocada por Dios Padre. No somos una construcción de cuatro paredes, sino una familia en proceso. Dios quiere reunir a todos los seres humanos en una sola familia. En esta familia nos debemos ayudar unos a otros a ir entrando crecientemente en los planes de Dios. No es la Iglesia, ni aún su jerarquía, la autoridad máxima para todos los cristianos. Las diversas jerarquías de nuestra Iglesia están para servir a la voluntad de Dios. Por ello la Iglesia debe conducirse siempre a partir de la escucha de la Palabra, con entereza, con valentía, sin apego a sus propias tradiciones. La voluntad de Dios está por encima de todo. Y este es nuestro servicio al mundo, a la sociedad: servir a la escucha de la voz de Dios que nos habla por las santas Escrituras, por los acontecimientos, por medio de la creación, por el clamor de los más pobres. No seremos la familia de Dios si nos hacemos sordos a su Palabra.

 

 

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