JESÚS LLAMA A LOS PECADORES A SEGUIRLO
D. 10 febrero
2019. 5º ordinario
Lucas 5,1-11.
Carlos
Pérez B., Pbro.
En las tres lecturas que hemos escuchado encontramos una constante.
¿Lo notaron? ¿Cuál es? Ante el llamado de Dios sus escogidos se sienten
sumamente indignos, todos se quedan mirando a sus propios pecados. Es
explicable que ante la santidad de Dios uno se sienta tan poca cosa.
¿Qué exclama
el profeta Isaías ante la visión que tiene de Dios? "¡Ay de mí!, estoy perdido,
porque soy un hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de
labios impuros”. Por su parte, el apóstol Pablo confiesa ante su
comunidad cristiana de Corinto: "Finalmente, se me apareció también a mí, que
soy como un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el
último de los apóstoles e indigno de llamarme apóstol”. Igualmente lo vemos en Simón Pedro: "¡Apártate de mí, Señor, porque soy un
pecador!”.
Isaías es
todo un profeta, de los más importantes del pueblo judío. San Pablo es todo un
apóstol, evangelizó casi todo el territorio del imperio romano. San Pedro es de
los primeros llamados personalmente por Jesús, y es puesto a la cabeza de los
apóstoles. Si ellos reconocen su indignidad al ser llamados, ¿qué nos queda a
nosotros? Lo mismo que a ellos. Dios necesita o quiere necesitar enviados,
trabajadores para su obra. No se resiste en llamar a los pecadores sólo por el
hecho de todos lo somos y no tendría a quién enviar, algo que no podemos
ocultar. Lo más importante es que Dios llama a los pecadores para que
resplandezca con más nitidez y fuerza su gratuidad. No llama a las personas más
santas porque se podría pensar que son discípulos y apóstoles gracias a sus
méritos. Jesucristo sí llamó a muchas personas, pero los fariseos, los
escribas, los sumos sacerdotes no respondieron a ese llamado. Nicodemo es uno
de los pocos magistrados que se hizo discípulo de Jesús.
¡Qué
bellamente exclama san Pablo que él es lo que es por la gracia de Dios. Precisamente
porque la gratuidad de Dios resplandece en él, por eso es útil a la obra de
Dios, para que los demás pecadores se animen a acoger el llamado y no se vayan
a sentir paralizados por causa de sus pecados.
De esto todos
debemos tomar clara conciencia, somos lo que somos por la gracia de Dios:
sacerdotes, catequistas, ministros de los enfermos, servidores de Cáritas,
integrantes de pastoral de migrantes, etc., tantos servicios que podemos
prestar en la Iglesia para salvación de nuestro mundo. Nunca vayamos a pensar o
sentir que somos de los buenos y por eso andamos en esto. Sólo la gracia de
Dios es la explicación que nos podemos dar.
Por otro
lado, no se vale que alguien se sienta excluido de la obra de Dios por el hecho
de ser pecador. Si alguien quiere seguirlo siendo, está bien que no se anote
con Jesús. Pero quien recibe el llamado (y todos lo recibimos) que responda
dejando atrás todo lo que ha sido.
Es cierto que
hay muchas personas, entre ellas sacerdotes, obispos que, a pesar de haber
recibido el llamado de Jesús, persisten en ser más de este mundo que de Jesús. Prefieren
el poder, el dinero, el honor. No se han dejado tocar por su gracia.
|