ABRAMOS LOS OJOS PARA CONDUCIR A LA COMUNIDAD
D. 3 marzo
2019. 8º ordinario
Lucas 6,39-45.
Carlos
Pérez B., Pbro.
Por tercer domingo consecutivo permanecemos en el sermón del
llano (el equivalente o paralelo al sermón de la montaña en san Mateo).
Comienza en Lucas 6,20 y termina en 7,1, bastante más breve que el sermón de la
montaña que se extiende a lo largo de tres capítulos. Estamos sentados
escuchando las enseñanzas del Maestro, como debe ser toda nuestra vida, como
debe ser la religiosidad de todos nuestros católicos, espiritualidad que
debemos cultivar y fomentar tanto la jerarquía eclesiástica como nuestros
apóstoles laicos. ¿Por qué estamos dejando pasar tanto tiempo y no nos
enfrascamos en una pastoral ‘agresiva’ que nos ponga a todos a la escucha de la
Palabra del Maestro para hacerla vida?
Recordemos:
primero nos ofreció Jesucristo sus bienaventuranzas y malaventuranzas, luego el
domingo pasado nos habló sobre el amor a los enemigos. Ahora pasa a varias
enseñanzas aparentemente dispersas: el ciego que no puede ser guía, la paja en
el ojo ajeno y las palabras que descubren el corazón. El pasaje que sigue, que
hoy no se lee y al que también quiero hacer referencia es sobre edificar la
vida cristiana sobre la roca de la Palabra de Jesucristo nuestro Maestro.
1- Un ciego
no puede guiar a otro ciego.-
Abramos los
ojos, tanto el laicado como la jerarquía. Si no abrimos los ojos a la realidad
de nuestro tiempo, ¿cómo podemos ser guías de los seres humanos? Abramos los
oídos a la Palabra de Dios y a las voces de nuestro mundo. No somos fanáticos
de una religión. La de Jesús no era eso.
Los padres
de familia deben de considerar muy seriamente cómo se están formando para
educar a sus hijos, para conducirlos por el camino de Jesús (no ‘el camino del
bien’, sino el de Jesús, que es una moral distinta a nuestra moral social).
Igual
siente uno como sacerdote. ¿Puedo guiar a toda una comunidad de más de 20 mil
gentes? Son muchos. ¿Cuánto tiempo tendría que dedicarle a cada persona? Ni aun
cuando los juntara en grupos pequeños como se hace en la familia, o en grupos
más grandes como se hace en las escuelas. Pero les confieso que sí me gustaría,
enseñarles el evangelio, darles a conocer a Jesús (él es el Camino, no yo,
todos somos discípulos), para que él les sirva de Guía; ayudándole a cada
persona a discernir su vida, su mundo, su sociedad, su futuro. La Iglesia nos
llama a eso: El Papa Benedicto XVI, en una Misa de ordenación de sacerdotes, un
domingo del Buen Pastor, nos exhortaba así: "Obviamente, las palabras de Jesús se refieren
también a toda la tarea pastoral práctica de acompañar a los hombres, de salir
a su encuentro, de estar abiertos a sus necesidades y a sus interrogantes.
Desde luego, es fundamental el conocimiento práctico, concreto, de las personas
que me han sido encomendadas, y ciertamente es importante entender este
"conocer" a los demás en el sentido bíblico: no existe un
verdadero conocimiento sin amor, sin una relación interior, sin una profunda
aceptación del otro. El pastor no puede contentarse con saber los nombres y las
fechas. Su conocimiento debe ser siempre también un conocimiento de las ovejas
con el corazón.” (Homilía
del 7 de mayo de 2006). El p. Chevrier, fundador del Prado, se expresaba así en
relación con la gente a la que fue enviado: "para estar con ellos, vivir con
ellos, morir con ellos”. Todos necesitamos que Jesucristo sea nuestro guía
personal, por ello estudiemos diariamente los santos evangelios.
2- La paja
en el ojo ajeno.-
Es un tema
muy referido en nuestros discursos periodísticos y literarios, como tantas
frases de nuestro Señor. Con estas frases Jesús nos educa, nos forma como
Maestro, nos conduce como nuestro Guía. Al mirar los defectos y limitaciones de
nuestros hermanos debemos dejarnos conducir por esta máxima para no caer en el
fariseísmo, actitud completamente contraria a la acción salvadora de Jesús. Sin
embargo, frente a las caídas nuestras y de nuestros hermanos, no debemos
paralizarnos. En el cap. 17 Jesucristo nos instruirá en la corrección fraterna,
que también es un principio de vida cristiana.
3- El árbol
se conoce por sus frutos.-
Hay
personas, como los políticos y los eclesiásticos, que hablan muy bonito, en
público. Habría que oírlos hablar en su vida privada, ahí se manifiestan tal
como son: cómo tratan a sus empleados y subalternos, cuáles son sus valores,
sus deseos o anhelos, etc. A algunos personajes se les agarra en curva cuando
piensan que nadie los está oyendo, pero luego, alguien sube a internet el video
y entonces se ven obligados a rectificar, como aquella persona que se expresaba
muy corrientemente de la actriz de la película Roma de origen indígena. Y es
cierto, el que se afana por el poder, sólo de eso habla, como el que sólo habla
de fut-bol. ¿Los cristianos y en especial los eclesiásticos, nos la pasamos
hablando de Cristo en nuestras pláticas privadas? Veamos las cartas de san
Pablo, cómo menciona a Jesucristo. Y de qué manera habla de él.
4- El que escucha la Palabra y la pone en
práctica.-
Estos
versículos no se leen este domingo, pero yo hago referencia a ellos porque
también son parte de este sermón de la llanura. La vida cristiana no se puede
edificar sobre devociones o prácticas piadosas, es un cimiento muy débil. En
cambio, el cristiano que va edificando su vida sobre el cimiento de la Palabra
de Jesús, hasta puede llegar al martirio, como su Maestro. No podemos decir que
somos cristianos si no nos ponemos a la escucha obediente de su Palabra.
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