SÓLO A DIOS HAY QUE ADORAR
D. 10 marzo
2019. 1º de cuaresma
Lucas 4,1-13.
Carlos
Pérez B., Pbro.
El desierto
es un lugar, un tiempo, un espacio de oración, de interioridad, de espiritualidad, de
discernimiento, de escucha y acogida de
la Palabra de Dios. ¿Es lugar de tentaciones? El mundo, el antro, los lugares
de vicio, de diversión, de consumo, de dinero, de los negocios, sobre todo los
sucios, la política, la religión falsa, etc., son los lugares donde recibimos
las tentaciones. Pero el desierto es a donde se llevan todas esas tentaciones
para discernirlas a la luz de la Palabra de Dios. Por eso hay que retirarse, hay
que tomar distancia, hay que ponerse en la presencia de Dios. Desde la mirada
de Dios, desde su santo Espíritu, como lo menciona el pasaje de hoy, es desde
donde se pueden y se deben dar las más adecuadas respuestas. En otro lado, en
otro espacio se podría responder desde uno mismo.
Mateo y
Lucas coinciden en estas tres tentaciones. Cada una engloba a varios aspectos.
Comer no es
pecado. La tentación del diablo no consiste en tentar el hambre de Jesucristo
sino su divinidad, pidiéndole que le diga a una piedra que se convierta en pan.
Es el acto mágico para cubrir las necesidades, para salir adelante en las
dificultades lo que es la tentación de todo ser humano. Nos gustan las
soluciones y los remedios fáciles: ‘persígnate en la mañana y reza estas oraciones,
verás que te va a ir muy bien a lo largo del día’. ‘Rézale a fulano santo para
que salgas bien en los exámenes’. '¿Te quieres salvar? Cumple con estos viernes
y con eso basta'. No es así. Jesucristo no demostrará ser el Hijo de Dios
haciendo actos de magia. Realizará milagros, como actos de compasión con las
gentes, pero no en provecho propio. La magia, permítanme repetir, no es la
religión de Jesús. Vive tu vida como Jesucristo te enseña en los santos
evangelios.
El diablo le
pide adoración a Jesús. ¿La tentación era apoderarse de todos los reinos del
mundo? Jesucristo es el rey del universo, no necesitaba que el diablo le
obsequiara nada. Pero Jesús encarna la tentación de los seres humanos que están
dispuestos hasta a venderle su alma al diablo con tal de conseguir tales o
cuales cosas. A nadie, responde Jesús, hay que adorar; frente a nadie hay que
agacharse o postrarse. Y en esta sociedad cuántas personas están dispuestas a
postrarse delante del poder, de las cosas materiales, delante de los que tienen
el dinero, o los que pueden concederme un puesto en la política o en la iglesia.
El cristiano sólo debe estar dispuesto a postrarse delante de Dios, porque sólo
a él hay que adorar y servir. Cuando las cosas y los anti valores se convierten
en ídolos, nosotros terminamos sirviéndoles a ellos.
La tercera tentación, ¿en qué
consiste? ¿En tirarse de cabeza? Claro que no, sino en ponerle tentaciones a
Dios, en distorsionar sus caminos y designios. Hoy recitamos responsorialmente
el salmo 91 que nos dice: "No te sucederá
desgracia alguna, ninguna calamidad caerá sobre tu casa, pues el Señor ha dado
a sus ángeles la orden de protegerte a donde quiera que vayas. Los ángeles de
Dios te llevarán en brazos para que no
te tropieces con las piedras, podrás pisar los escorpiones y las víboras y
dominar las fieras”. Es la mentalidad del antiguo testamento que no está en
plena sintonía con el mesianismo de Jesús. Dios quiere la salvación y la
profunda transformación de toda esta humanidad, pero el Hijo de Dios no va a
transitar por un camino tapizado de pétalos de rosa, todo lo contrario, sus
pies van a tropezar con las piedras, lo van a condenar como a un criminal, lo
van a hacer sufrir mucho, lo van a matar para resucitar el tercer día.
El diablo pretende hacer caer a
Jesús y a los cristianos en una falsa religión, la que muchos católicos
quisiéramos, una religión donde no nos pase nada, donde nuestros pies no se
tropiecen con nada, donde sólo obtengamos bienestar. Y si Dios no me
proporciona eso, pues adiós, lo hacemos a un lado. ¿No es esto contrario a lo
que celebramos en semana santa?
En esta cuaresma ejercitémonos en
la renuncia a nosotros mismos para que estemos dispuestos a acoger la voluntad
de Dios con la obediencia que nos enseña nuestro Maestro Jesucristo, para que nos
vayamos disponiendo a entregar hasta nuestra vida con tal que se cumpla la
voluntad salvadora de Dios en beneficio de toda esta humanidad.
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