LLAMADOS A DAR FRUTO
D. 24 marzo
2019. 3º de cuaresma
Lucas 13,1-9.
Carlos
Pérez B., Pbro.
Hoy recordamos a Oscar Romero, que fuera obispo de El
Salvador, ahora ya canonizado, que como la higuera que da fruto, vivió y entregó
su vida defendiendo al pueblo perseguido y sufriente por los gobiernos que se
creen con derecho a imponer su autoridad sobre la gente, como denunciaba
nuestro Señor.
En el
evangelio escuchamos cómo Jesucristo hace una lectura novedosa de los
acontecimientos, lectura que rompe con la mentalidad de aquella cultura
religiosa. Unas gentes le vienen a traer la noticia de que Pilato, un dictador
y déspota como los que ha conocido y padecido la historia de la humanidad,
mandó ejecutar a algunos galileos inocentes que estaban ofreciendo sacrificios
de animales, seguramente en el templo de Jerusalén, y que, para agravar las
cosas, había mezclado su sangre con la sangre de los animales que estaban
ofreciendo en sacrificio. Una noticia escalofriante para cualquier judío y para
cualquier ser humano, que tristemente sigue sucediendo hoy día, en esta pobre
humanidad nuestra que se resiste a cambiar sus caminos.
Nosotros, como
seguramente sus interlocutores de aquel tiempo, esperaríamos que Jesucristo denunciara
la crueldad de los gobernantes del pobre pueblo, como lo hace más delante, en
la última cena según este evangelio de san Lucas: "Los reyes de las naciones las dominan como
señores absolutos” (Lucas 22,24).
Sin embargo, nuestro Señor hace una lectura y un comentario muy atinado para
provecho nuestro y de toda la humanidad: "¿Piensan
ustedes que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos,
porque han padecido estas cosas? No, se lo aseguro; y si no se convierten,
todos perecerán del mismo modo”.
Por su parte, Jesús
trae a cuento otra noticia de su tiempo, la muerte de 18 personas aplastados por
una torre que se desplomó. La intención de Jesús es siempre dejarnos un llamado
salvador. No debemos pensar que las desgracias y los demás males son
consecuencia inmediata y directa del pecado personal. Una enseñanza para
nuestro tiempo porque así lo seguimos viendo hoy día. Hay mucha gente inocente
que sufre por culpa de otros, o que sin culpa directa de los hombres sino por
la fragilidad de nuestra humanidad, padece inexplicablemente males como la
enfermedad, catástrofes naturales, accidentes, pero por otro lado también
guerras, pobreza, desempleo, marginación, violencia, asesinatos, atentados,
etc., esto último sí por culpa de la maldad, no tanto propia sino de otros
seres humanos.
El pecado de
la humanidad sí nos acarrea graves consecuencias, pero no individualmente sino
como colectividad. Así lo tenemos que ver y afrontar los cristianos. Muchas
personas se preguntan todavía hoy día: ¿por qué me están sucediendo tantas
cosas? Y acuden con el sacerdote con fuerte dosis de sentido mágico para que
con una bendición o con algún rezo les retire todos sus males. Y otros acuden
con los magos que se anuncian por la tele, o con papeles en los postes, en
algún local en los barrios. Hay que hacerle ver a la gente que esto es una
grave inmadurez en su fe. Jesucristo nos enseña a ver y vivir las cosas con
madurez.
El segundo
llamado que nos hace Jesucristo es a la conversión. Para esto sí deben servir
las desgracias y todos los males que padecemos como humanidad: no podemos
seguir igual, tenemos que cambiar como personas, tenemos que cambiar nuestra
sociedad, nuestro mundo. No podemos continuar con este modelo económico y
social tan injusto que margina a las mayorías y privilegia a unos cuantos pero
que nos afecta a todos. No podemos seguir deteriorando la naturaleza porque eso
va en perjuicio de nosotros mismos. No podemos continuar con este clima de
violencia porque vamos a terminar pereciendo todos. ¡Reaccionemos!, políticos,
eclesiásticos, medios de comunicación, pueblo en general.
Dejemos que la
gracia y la fuerza de Dios actúen en nosotros, que su amor trabaje en esta
humanidad. Como el dueño de la higuera, Dios está esperando frutos de justicia
y de gratuidad de cada uno de los seres que habitamos este planeta.
¿Suena muy feo
decir que hay seres humanos que están ocupando lugar sin dar frutos? No me
refiero a quienes padecen alguna discapacidad, sino a los que pudiendo hacer
tanto por los demás se reducen a vivir para sí mismos.
Y por el
contrario, hay que reconocer con agradecimiento a Dios, que haya tantas personas
que producen mucho fruto; los que trabajan por los demás sin cansarse, como
servir en los comedores populares, en bien de los migrantes, en bien de los
derechos de las mujeres, en bien de los enfermos, discapacitados, de los
indígenas y campesinos, etc.
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