SEGUIR A JESÚS ES NUESTRA IDENTIDAD
12º
domingo ordinario. 23 junio 2019
Lucas
9,18-24.
Carlos
Pérez B., Pbro.
La pregunta de Jesús que acabamos de escuchar, y la
consiguiente respuesta de los apóstoles, se da como un momento de
discernimiento en el camino de Jesús hacia su pascua, es decir, su pasión,
muerte y resurrección. Sus discípulos han escuchado varias de sus enseñanzas, han
sido testigos de sus milagros y algunos encuentros con las gentes. A partir de
este capítulo 9 san Lucas nos presentará a Jesús caminando decididamente a
Jerusalén, donde sería crucificado ("como se iban
cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a
Jerusalén”, 9,51).
Cada uno de los
cuatro evangelios tiene sus propios acentos. San Mateo nos dice que la pregunta
la hizo Jesús en tierra de paganos, en Cesarea de Filipos. ¿Qué nos dice la
comunidad de san Mateo con esto? Quizá que lo más adecuado es responderle a
Jesús no en un ambiente religioso, donde uno se puede engañar, sino
precisamente ahí donde parece que no hay fe. San Marcos nos dice que la
pregunta la hizo Jesús en el camino, porque es una respuesta que se ha de dar
no de memoria sino en el seguimiento de Jesús. En cambio, san Lucas nos dice
que Jesús estaba saliendo de su oración cuando hizo la pregunta. Nosotros
también hemos de responder en un momento de profundidad espiritual. Y
finalmente hay un pasaje que más o menos se parece a este cuestionamiento de
Jesús en san Juan. La pregunta de Jesús es: "¿también
ustedes quieren dejarme?” (Juan 6,67).
La respuesta
personal de los discípulos está en boca de Pedro. En san Marcos es la más
breve: "tú eres el Cristo” (Mc 8,29);
y responde al plan de este evangelista donde la confesión de fe en la divinidad
de Jesús será la meta del creyente. En San Lucas, lo hemos escuchado, Pedro
responde: "tú eres el Cristo de Dios”
(9,20). En san Mateo es más larga y responde al plan de este evangelista: "tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”
(Mt 16,16). Y en san Juan, la profesión de fe de Pedro es ésta: "Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras
de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6,69).
Ahí está la respuesta de Simón Pedro que podría ser
también la nuestra. Sin embargo, viene seguida por el anuncio de la pasión,
muerte y resurrección de Jesús, así como de las condiciones que presenta él
para ser auténticamente sus discípulos. ¿Cuáles son esas condiciones? Negarse a
sí mismo, tomar su cruz y seguir a Jesucristo.
Cómo nos hace falta insistir en toda nuestra
actividad pastoral de la Iglesia que ser católicos o cristianos es conocer,
amar y seguir a Jesús. No se puede ser católicos de nombre, eso no sirve de nada,
es hasta contraproducente, porque la persona dice ser católica y ahí se queda,
no se levanta, no hace nada para hacerse seguidora de Jesús, por tomarse en
serio su fe.
Así es que la
primera condición es negarse a uno mismo. ¿En qué consiste eso? En decirse ‘No’
a sí mismo, en no poner los gustos propios, intereses, afanes, planes en el
primer lugar ni sobre los planes e intereses de Dios. El verdadero cristiano
renuncia a su Ego para afirmarse en Jesús. Una persona que se ama a sí misma,
como es tan propio de todo ser humano, y que ahí se queda, que pone su Ego por
encima de todo, esa persona no puede ser cristiana. Aunque sea poco a poco,
todos, clérigos y laicos, tenemos que aprender a colocarnos siempre al servicio
de Jesús y no de nosotros mismos.
Tomar la cruz.
¿En qué consiste eso? Al igual que Jesús, en asumir la cruz, la entrega de la
vida, la entrega de uno mismo por el reino de Dios. No se puede ser cristiano
pensando en las falsas promesas de que en esta vida le va a ir muy bien a la
persona. Muchos católicos piensan que la fe está para sacarlos mágicamente de
problemas, y para que se les abran la puertas de la prosperidad. Algunas
agrupaciones religiosas no católicas en eso basan su éxito. Pero esto no es de
Jesús. Si lo fuera, no tendríamos tantos gloriosos mártires en la Iglesia.
La tercera es
seguir a Jesús. ¿En qué consiste eso? No consiste en rezar, en tener
devociones, en actos de piedad, en actos de fe meramente mentales; la fe no
radica en lo esplendoroso de nuestras celebraciones. Para conocer y seguir a
Jesús es indispensable ponerse a estudiar los santos evangelios. En la medida
que se va conociendo la Palabra y la Persona de Jesús, la vida de uno va
entrando poco a poco en sintonía con esa enseñanza. Hay que decirle a todo
católico: ponte a servirle a Jesús en su obra de realizar el reino de Dios como
proyecto para esta humanidad (otro mundo es posible, dicen los movimientos
sociales, y nosotros añadimos, sí, como Dios lo quiere): el reino de la paz de
Dios, de la justicia de Dios, del amor de Dios, el reino de la inclusión de
todos los seres humanos, el reino de los derechos humanos.
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