DISCÍPULOS MISIONEROS DE JESÚS
14º
domingo ordinario. 7 julio 2019
Lucas
10,1-12 y 17-20.
Carlos
Pérez B., Pbro.
En el
capítulo 9 nos dice san Lucas que Jesucristo "convocando a los 12… los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar”.
Ahora en este capítulo 10 hemos escuchado que "designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí,
a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir… curen a los enfermos… y
díganles: El Reino de Dios está cerca de ustedes”.
Nuestro Señor es
un Maestro que enseña en la práctica, sus enseñanzas no se quedan en las
palabras o en la teoría. Antiguamente la Iglesia formaba a los futuros sacerdotes
en una casa de encierro en la que se nos mantenía alejados del mundo al que
supuestamente íbamos a ser enviados. Cómo me gustaría, porque sería más en
sintonía con el Evangelio, que nuestros seminaristas se formaran alternadamente
en el salón de clases, en la capilla y en la pastoral parroquial, concediéndole más
tiempo a esto último. Nuestro Señor enviaba a sus discípulos de misión, mucho
antes de su pascua en que los tendría que dejar ya encaminados. Pero estando
con ellos no se encerraba sino que los traía en medio de las multitudes, entre
los enfermos y los pecadores, en el encuentro con las personas.
Antiguamente
nuestra Iglesia vivía la mentalidad de que sólo los clérigos eran los
encargados de llevar la buena noticia del reino a las gentes. En realidad sólo
lo hacían los misioneros en tierras lejanas, porque los párrocos vivían más
encerrados en la sacristía que en los ambientes de sus pueblos. Pero a los
laicos sólo les tocaba vivir sus devociones, muy privadas. De plano nos habíamos
distanciado del Evangelio de Jesús.
Con estas dos misiones que san Lucas nos transmite,
nos damos cuenta que la misión es cosa de todos. Los números 12 del capítulo 9,
y 72 del capítulo 10, nos están hablando de la totalidad de los llamados a ser
misioneros. En estos tiempos posconciliares, en la Iglesia así lo estamos
comprendiendo, aunque muy despacio, porque la inmensa mayoría de nuestros
católicos todavía no se sienten implicados en la misión de dar a conocer a Jesucristo
y su proyecto del reino a los demás, ni siquiera al interior de los hogares los
padres de familias cumplen con esa misión (hablo de la inmensa mayoría).
Estos envíos brotan del corazón de Jesús, de su
preocupación por las personas. Si la gente no necesitara de Dios, Jesús no les
enviaría a sus discípulos. Pero lo hace porque sabe que Dios es la solución de
fondo a toda la problemática que viven las personas y en general nuestro mundo.
Y las necesidades de las personas y toda la población van más allá de lo
meramente religioso: nuestra gente padece muchas necesidades: de alimento, de
trabajo, de subsistencia, de educación, de cultura, de valores, de
motivaciones, de madurez social y cristiana, de conocimiento de la Palabra, de
capacidades, de integración personal y familiar, de justicia, de paz, del amor
de Dios, etc.
Los que tenemos conciencia de ser discípulos
misioneros de Jesús, hemos de meternos al corazón todas esas necesidades para
sentir como Jesús. Y le pediremos al Padre que envíe operarios a sus campos, a
las gentes. No pensemos que nuestros seminaristas, nuestros sacerdotes,
nuestros obispos traen en su corazón esa preocupación del Maestro. Yo la verdad
dudo que traigamos a las gentes de nuestras parroquias en el corazón. A nuestro
Señor le preocupaba más la gente que la organización y las relaciones de
prestigio y de poder al interior de la Iglesia. Envía a sus misioneros a curar
y a anunciar el Reino, no a mandar.