LA MEJOR PARTE
16º
domingo ordinario. 21 julio 2019
Lucas
10,38-42.
Carlos
Pérez B., Pbro.
En
su tiempo de vida mortal Jesucristo se encontró de una manera por demás sencilla
con numerosas personas, como el encuentro que contemplamos hoy. Llegó de paso y
estas dos mujeres, Martha y María, le dieron hospedaje. Le abrieron las puertas
de su casa y de su corazón a Jesús peregrino camino de la entrega de la vida. Nosotros
podemos preguntarnos, ¿y eso es una buena noticia de salvación para nuestro
mundo? Los creyentes, los que nos decimos cristianos contestamos: ¡claro que sí
lo es!, es todo un Evangelio para este mundo. Nuestro Señor no llegó como un
emperador romano, o como un gobernante de aquel tiempo, o como cualquier
personaje de nuestros días que trae todo un aparato de seguridad que lo rodea.
Nuestro Señor, ¡qué fantástico!, llegó de una manera tan ordinaria que
precisamente por eso es una más grande noticia de salvación para nuestro mundo,
y en particular para nuestra iglesia.
Ésta
no es una escena aislada. A Jesucristo lo vemos así tan sencillo, tan carente
de poder y de honores, tal como lo que siempre fue, un pobre caminante entre
los más pobres y marginados de Galilea. Hoy en día los eclesiásticos gozamos,
sobre todo los de más arriba, de más prestigio en la sociedad que el mismísimo
Jesús en su tiempo.
Muchos
sacerdotes, sobre todo los que hemos estado en el campo, hemos tenido el
privilegio de ser recibidos por tantas familias a su mesa y en su casa, es
decir, no sólo para compartir los santos alimentos sino también una pobre cama
que ablandar, como dicen ellos. Ahora que los traigo a la mente, quiero
bendecir al Padre como lo hacía Jesús, y lo leemos unos versículos más atrás
del texto que hoy hemos proclamado: "yo
te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra” (Lucas 10,21). De todo
corazón bendecimos al Padre por todas estas gentes que no sólo han compartido
con nosotros su pobreza sino también su riqueza de vida y de espíritu. A
Abraham, lo escuchamos en la primera lectura, le tocó recibir en su tienda a
los enviados de Dios y a Dios mismo, y no desaprovechó la ocasión porque era un
verdadero creyente y estaba bien atento al paso de Dios por su vida.
Jesucristo,
estando en Galilea, se ha encaminado decididamente (Lucas 9,51) hacia Jerusalén
donde ya sabemos lo que le esperaba, la entrega plena de la vida por la salud y
la salvación para este mundo. En ese camino Jesús continúa evangelizando a todo
mundo a su paso. Jesucristo no pierde el tiempo. Primero llegó a un pueblito de
samaritanos donde le negaron hospedaje, y ante la reacción de dos de sus
discípulos que pretendían hacer bajar fuego del cielo, él los reprendió. Al
contrario, como no guardaba resentimientos contra esa raza, más enseguida se
atreve a poner de ejemplo a un samaritano en su parábola frente a un maestro de
la ley de los judíos.
Llenémonos
pues de esta escena contemplando al Hijo de Dios. "María se sentó a los pies de Jesús para escuchar su palabra”. Es
la escena que queremos reproducir en todos nuestros católicos, sean clérigos o
laicos, toda la Iglesia se debe plasmar en esta mujer de un poblado
desconocido, según san Lucas.
En
la Iglesia, tanto jerarquías como gobernados, nos envolvemos en muchas cosas
religiosas, y no se diga también mundanas, pero no nos damos tiempo para
estudiar pausadamente la palabra de Jesús contenida en los santos evangelios. Y
si nosotros no nos damos tiempo para hacer estudio de evangelio, pues por eso
no se lo enseñamos a todos nuestros católicos. Yo les digo a todos los que
puedo: qué les cuesta dedicar cinco o diez minutos diarios a leer páginas de los
santos evangelios. ¿Habrá algún católico que se aburra al leer esas páginas
sagradas? Puede ser que al principio, pero una vez que haga el hábito de
hacerlo todos los días, encontrará un gusto muy especial por escuchar al
Maestro, quien tiene tantas cosas que enseñarnos acerca de la vida, de la
salvación, de la felicidad verdadera, de la humanidad, del amor de Dios, de su
compasión, del cristiano o cristiana que él quiere que cada uno de nosotros
vaya siendo cada día.
Por
cierto que hay que decir que la escena de hoy tiene diversas interpretaciones y
aplicaciones. Hay quienes dicen que María es la contemplativa, la que permanece
en la oración, mientras que Martha es la que se embebe en los muy diversos
apostolados y actividades de la Iglesia. Puede ser una bonita aplicación a
nuestra vida, pero el evangelio se refiere más bien, y lo dice explícitamente,
a escuchar la palabra de Jesús. Si hablamos de contemplación, hablemos de
contemplar a Jesús en los santos evangelios; si hablamos de oración, hablemos de
esa oración que consiste en escuchar la palabra del Maestro. Martha podía dejar
para otro momento las innumerables tareas por hacer. No todos los días el
Maestro llegaba a hospedarse en su casa. Este día era especial y había que
aprovecharlo. Como en todas las páginas de los santos evangelios, Jesucristo
nos enseña hoy a todos sus discípulos a saber darle prioridad a lo que
aparentemente no lo tiene y sin embargo es la mejor parte. Con esta convicción todo católico se dará tiempo, dentro de sus innumerables ocupaciones, aunque se trate de diversiones y pasatiempos, para leer diariamente páginas de los santos evangelios.
Hagamos
así con las personas: los hijos, los padres ya ancianos, los amigos, los
feligreses, los más pobres, démonos tiempo para estar con las personas
compartiendo la palabra. No les brindemos solamente cosas sino atención
personal.