¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO TESORO?
19º
domingo ordinario. 11 agosto 2019
Lucas 12,32-48.
Carlos
Pérez B., Pbro.
Jesucristo nos va enseñando por el camino. Todo católico que
está leyendo los santos evangelios cada día, lo ha de hacer con corazón de
discípulo. Quisiéramos que así acogieran todos los católicos las palabras de
Jesús en su corazón, no como leídas en un libro, sino como salidas de los labios
del Maestro, como un presente, en un ambiente de profunda espiritualidad.
Con mucha ternura nos dice Jesús: "No temas, pequeño rebaño” (así del griego).
Nos dice ‘pequeño’ quizá porque aún somos pocos en medio de este mundo todavía
tan rebelde; o quizá porque está pensando en los pequeños, en los pobres. Nos
dice ‘rebaño’ porque con esa mirada nos ve nuestro buen pastor, el que ama a
las ovejas, el que da la vida por ellas, como lo leemos en Juan 10. Y ¿a qué viene
el ‘no temas’? Es que desde versículos
antes nos viene diciendo e instruyendo que nos cuidemos de la codicia (v. 15),
porque la vida del ser humano no depende de los bienes que posea; para más
adelante decirnos, en el versículo 22, que no andemos preocupados por nuestra
vida, por la comida, por el vestido; que miremos los cuervos y los lirios… Dios
los viste y los alimenta. Y si ni con eso nos convence, pues nos insiste con la
promesa del Reino, al Padre le ha parecido bien dárnoslo.
Como si fuera tan fácil convencernos a los
seres humanos tan faltos de fe y tan duros de cabeza. Nosotros pensamos que
sólo los santos hacen las cosas tan literalmente como las dice Jesús, como lo
hizo san Francisco, san Antonio el ermitaño, san Clara, etc.: ‘vendan sus
bienes y den limosna’, nos dice Jesús como si fuera tan fácil. Y sí, si
creyéramos en sus palabras también nosotros lo haríamos, nos desprenderíamos de
todas nuestras ataduras materiales y pondríamos el corazón en el Reino de Dios,
ese Reino por el que Jesucristo entregó por entero su vida en Galilea, hasta
llegar a la cruz. ¿Qué se guardó Jesús para sí mismo al venir a este mundo?
Nada. Se desprendió hasta de sí mismo.
Si no nos atrevemos a hacer las cosas así
como las dice Jesucristo nuestro Maestro, al menos poco a poco vayamos
retirando nuestro corazón de nuestros amores o afanes terrenos. Con una frase
lapidaria descubre Jesucristo nuestros corazones: "donde está su tesoro,
ahí estará su corazón”.
Somos muy
dados a falsear las cosas. Decimos que amamos a Dios, pero le dedicamos muy
poco tiempo a sus cosas; decimos que amamos a nuestro prójimo pero la verdad es
que nunca nos acordamos de los pobres; decimos que amamos a Jesús, pero no
estamos estudiando los santos evangelios; decimos que para nosotros lo primero
es la fe y después las cosas del mundo, pero en la realidad eso no se ve por
ningún lado.
Convenzamos a
todos nuestros católicos de que lean diariamente los santos evangelios para que
se dejen educar personalmente por Jesús.
Cuando Jesús menciona
al administrador diligente y al servidor obediente o desobediente, ¿no ponemos los obispos y los sacerdotes
nuestras barbas a remojar?