CONOCER A JESÚS LO ES TODO
Domingo
3 noviembre 2019, 31º ordinario.
Lucas 19,1-10.
Carlos
Pérez B., Pbro.
Recordemos que
nuestro Señor va camino de Jerusalén donde vivirá su pascua, es decir, su
entrega plena de la vida por la salvación de este pobre mundo. Nosotros
caminamos detrás de él. En su camino él continúa evangelizando, dándoles vida a
las personas con las que se encuentra, llamándolas a vivir la comunión con
Dios, como ahora lo vemos con este hombre chaparrito que quería conocer a
Jesús, lo que todo católico, lo que todo ser humano incluso, deberíamos desear
desde lo más hondo de nuestro corazón. El conocimiento de Jesucristo es lo que
nos hace ser cristianos, el conocimiento de Jesucristo es lo que nos hace ser
plenamente humanos, conocer a Jesucristo lo es todo, conocer a Jesucristo es la
vida eterna, como nos lo dice el mismo Jesús en el evangelio según san Juan
(17,3), es la vida en plenitud.
Jericó está ya a un paso de Jerusalén, sólo
es subir desde la vera del Jordán hasta la cumbre del monte Sión. En esta
ciudad vivía Zaqueo. Se subió a un árbol para poder ver a Jesús y se encontró
con una sorpresa, Jesús se invitó a quedarse en su casa. Notemos que el de la
iniciativa es Jesús, aún antes de Zaqueo dé muestras de cambiar de vida. ¿No es
también para nosotros la felicidad recibir a Jesús en nuestra casa, en nuestro
corazón, en nuestra vida, en nuestra sociedad, en nuestro mundo? Pues así se
sintió Zaqueo. Pero resulta que Zaqueo era un jefe de publicanos y además rico.
Los publicanos eran personas al servicio de los extranjeros, al servicio del
imperio romano. Eran además corruptos, extorsionaban a la gente, les cobraban
de más. En san Lucas vemos que Juan bautista les pedía cambiar esas cosas: "Vinieron
también publicanos a bautizarse, y le dijeron: "Maestro, ¿qué debemos hacer? Él
les dijo: No exijan más de lo que les está fijado” (Lucas 3,12). El ser rico para los judíos
era una bendición, pero no para Jesús. Ser rico era señal de egoísmo, de apego
a las cosas materiales, y también señal de apropiación de lo que les pertenece
a los pobres. En aquel encuentro que tuvo Jesús con un hombre rico, vemos que
Jesús le pedía: "todo
cuanto tienes véndelo y repártelo entre los pobres” (Lucas 18,22). A
Zaqueo, Jesús no tuvo necesidad de decírselo porque él lo comprendió
inmediatamente como un fruto de su encuentro con Jesús. El rico del capítulo
anterior no quiso quedarse con Jesús, Zaqueo sí. ¡Qué bella conversión! ¿No es
esto un signo de lo que nosotros estamos invitados a vivir? Si realmente nos
encontramos con Jesús y si nos dejamos cautivar por él, pondremos enteramente
nuestro corazón en él y no en las cosas pasajeras.
No hay cosa en este mundo que nos brinde la vida,
que nos produzca la felicidad verdadera, la paz, la plenitud de nuestro ser
sino Jesús.