CREEMOS EN LA
VIDA, NO EN LA MUERTE
D. 10
noviembre 2019
32° ordinario
Nuestro Señor, en su camino a
Jerusalén desde Galilea, ha llegado al templo de Jerusalén. Lo vimos en Jericó,
el domingo pasado (Lucas 19), a punto de subir a la cumbre del monte Sión donde
está construida la ciudad. Al llegar a ésta, ha expulsado a los vendedores del
templo los cuales eran empleados de los sumos sacerdotes, administradores estos
últimos de toda esa estructura cultualista y legalista. Los evangelistas nos
presentan a Jesucristo recibiendo varios grupos quienes le plantean diversas
cuestiones para ponerlo a prueba y poder acusarlo y condenarlo. Los primeros
fueron los sumos sacerdotes, luego siguieron unos espías enviados por los
mismos sumos sacerdotes. En la secuencia de pasajes evangélicos de este año la
Iglesia sólo nos ofrece esta comparecencia, la de los saduceos. A esta estirpe
o familia pertenecían los encargados del templo. Éstos, como lo escuchamos en
el evangelio, no creían en la resurrección. Este grupo religioso sólo aceptaba
los primeros libros de la Biblia, la ley de Moisés. Había otros grupos
religiosos en tiempos de nuestro Señor que sí aceptaban los escritos más
recientes de la revelación divina, en los cuales ya encontramos los primeros
esbozos de la fe en la resurrección, como por ejemplo los libros de los macabeos. En la primera lectura escuchamos: "Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida" (2 Macabeos 7,9). De esto estamos seguros nosotros, hay quienes pertenecen al proyecto de vida de Dios revelado en Jesús; y hay otros que pertenecen, libremente, al proyecto de muerte de este mundo.
El caso y la pregunta que le
presentan a Jesús los saduceos, a nosotros podrían parecernos un poco tontos, porque no le
preguntan directamente si hay o no resurrección de los muertos, sino con cuál
de los hermanos va a estar casada en la otra vida la mujer que se casó con los
siete. ¿Por qué no pensaron que podría estarlo con los siete? Porque a las
mujeres ellos no les reconocían el derecho de casarse con siete hombres, como
en cambio sí le aceptaban a los hombres estar casados con siete mujeres. La plática de ellos con Jesucristo
podría haber sido más seria y profunda, se nos antoja a nosotros, como por
ejemplo, por qué el Maestro sí cree en la vida después de la muerte, cómo va a
ser la otra vida, qué hay que hacer para alcanzarla, si Jesús estaría dispuesto
a quitarle la vida a alguien, como es el caso de ellos, o mejor a entregar su
propia vida por algo superior, etc. Podríamos preguntarles nosotros al Maestro y a los saduceos: '¿ustedes a qué proyecto pertenecen, al de la vida o al de la muerte?' Pero de todas maneras a Jesús le brindan la
oportunidad de dejarnos una frase de oro que al final quiero mencionar. Hoy día se ha venido imponiendo en
nuestra sociedad la fe solamente en esta vida. Muchos católicos como ya no
tienen bien clara esta cuestión, como tantas otras. Algunos hasta se dan el
lujo de hacerse de la devoción de la santa muerte. Por otro lado, nos estamos
metiendo cada día más de lleno en esta vida, en sus satisfactores que cada día
son más y más sofisticados, aunque la mayoría del pueblo pobre nos los tenga al
alcance de su mano sino sólo los ven como un sueño que nunca se cumple. ¿Para
qué creer en la otra vida si en esta vida hay tantas cosas por disfrutar? Las
gentes del crimen, los asesinos, los secuestradores, ¿creen en la vida eterna?
No es lo mismo traer un escapulario del Santo Niño colgado al cuello, como lo
vimos en uno de ellos en el culiacanazo, que creer en Dios y en la vida que él
nos ofrece. ¿Creen en la vida eterna los políticos corruptos, los que nadan en
dinero, los eclesiásticos que han hecho carrera? Permítanme decirlo de esta manera:
los que ponen su vida en la manos de Dios, ésos sí creen en la vida que él nos
ofrece. Los que ponen su vida en peligro o la entregan por entero por los
planes de Dios, como los mártires de aquel tiempo y de nuestros días, a esos ni
para qué preguntarles que si creen en la vida eterna. Creen en la vida plena,
ya desde esta vida, quienes han seguido el camino de la pobreza y de los demás
consejos evangélicos. Creen en la vida y no en la muerte quienes dedican su
vida a levantar a los pobres de su postración. Así es que cada quien revise su vida
para que no lo diga con palabras sino con los hechos: ¿creo como Jesús que Dios
no es un Dios de muertos sino de vivos? ¿Creo que la muerte no es el proyecto
de Dios sino la vida para esta humanidad? "Dios no es Dios de muertos,
sino de vivos, pues para él todos viven”.
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