SOBRE JESÚS REPOSA
EL ESPÍRITU DE DIOS
D. 8 diciembre
2019. 2º de adviento
Mateo 3,1-12.
Carlos Pérez
B., pbro.
En adviento nuestra atención está puesta en Aquel que viene
después de Juan. Sin embargo, escuchamos varias voces que le sirven a la
llegada del Salvador. Juan es un hombre del desierto, de rigurosa penitencia,
de renuncias extremas. Predicaba con mucha severidad a orillas del río Jordán,
y bautizaba a los que sinceramente estaban arrepentidos de sus pecados y
dispuestos a cambiar de vida. La suya no era un predicación moralista,
‘pórtense bien porque si no, se van a condenar’. No. Él habla de la buena
noticia del reino de los cielos, es decir, Dios no se ha olvidado de su pueblo,
ni siquiera porque es tan pecador, Dios es gratuidad y así gratuitamente nos
quiere otorgar su reino y a su Hijo eterno amado.
Escuchamos también la voz del segundo Isaías, el profeta de la
consolación para un pueblo que vive en el exilio, esclavizado por un poder
extranjero. Pensemos en nosotros, especialmente en los pobres que no encuentran
la salida por ningún lado a sus penurias. El profeta nos habla del retorno a la
tierra prometida. En nuestro caso es el retorno a nuestro Dios que nos da la
vida, el verdadero consuelo, la felicidad. Es necesario que enderecemos nuestros
caminos. El primer Isaías en la primera lectura nos ofrece, como un evangelio
del antiguo testamento, la buena noticia de Aquel sobre quien reposa el
Espíritu de Dios, el que viene a recrear este mundo de violencia por un mundo
de armonía, y lo plasma con figuras de animalitos, como una clase de catecismo:
"Habitará el lobo con el cordero… nadie hará
daño a nadie en todo mi monte santo”. Con este mundo soñamos, porque este tiempo de adviento suscita
nuestros más grandes sueños. Habrá que hacerles llegar este mensaje de armonía
a todos los corazones en esta navidad y siempre.
La otra voz que nos prepara a la navidad es la voz de los
evangelistas. San Mateo nos escribe la buena nueva (evangelio en griego) para
invitarnos a poner nuestro corazón en Jesús, el que nos bautiza en el Espíritu
Santo y su fuego. Habría que estudiar los 28 capítulos de esta buena noticia
escrita por la comunidad de san Mateo, así como los 89 capítulos en que han
sido divididos los cuatro evangelios. ¿Hay alguna mejor manera de conocer a
Jesús, de acogerlo en esta navidad? Desde luego que él mismo nos invitará a
sentarnos a su mesa, ya nacido y adulto, en esta próxima Noche Buena y día de
Navidad.
¿Por qué se le acercaron a Juan en aquel momento fariseos y
saduceos? Es posible que lo hayan hecho como tantos católicos de los nuestros
que no saben por qué ni para qué es el bautismo, que no conocen ni de momento
están dispuestos a conocer y a pertenecerle a Jesús. Le estaban haciendo trampa
a Juan, como también hoy día tantos le quieren hacer trampa a la Iglesia. ¿Para
qué bautizar así? No tiene caso. ¿Qué pensarían, que sentirían, que harían
nuestros católicos si los recibiéramos con las palabras de Juan? "Raza de víboras… hagan ver con obras su
conversión (que están dispuestos a cambiar de vida) y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque
yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya
el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto,
será cortado y arrojado al fuego”. ¿Qué nos parece? Si vamos al evangelio
según san Lucas (también en el capítulo 3) nos encontramos con un grito todavía
más enérgico, dirigido según este último evangelista, no a fariseos y saduceos
sino a todo el pueblo.
Nosotros en este momento no buscamos el bautismo, pero sí
queremos llegar a la navidad, con sus comidas y sus bebidas, con sus adornos y
regalos, con sus aguinaldos, paseos y vacaciones. Nos encanta, a creyentes y no
creyentes, este tiempo de fiestas. Yo no me atrevo a salir a la calle a
gritarles a todos los anunciantes, comerciantes y consumidores, ‘raza de
víboras’, ‘ésa no es la navidad’. Pero sí debemos todos los católicos pregonar
por todos los medios, y muchos ya lo hacen, que navidad es la celebración del
nacimiento del Hijo de Dios, quien vino en la pobreza, quien fue recostado en
un pesebre, quien no vino a vender sino a curar gratuitamente, a consolar, a
salvar, a enderezar y a transformar radicalmente nuestro mundo con su buena
noticia del reino, con toda su Persona.