AL SERVICIO
DE LA NAVIDAD DE JESÚS
D. 15 diciembre
2019, 3º de adviento
Mateo 11,2-11.
Carlos Pérez
B., pbro.
Al tercer domingo de adviento la Iglesia le llama ‘gaudete’,
que significa ‘alégrense’. Así nos invita hoy la liturgia con la Palabra de
Dios. El sacerdote puede utilizar la casulla rosa, y también la tercera velita
de la corona del adviento es de ese color, un color más alegre que el morado.
El profeta Isaías nos convoca a la alegría con estas palabras: "Regocíjate, yermo sediento. Que se alegre el
desierto y se cubra de flores, que florezca como un campo de lirios, que se
alegre y dé gritos de júbilo… Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de
nuestro Dios. Fortalezcan las manos cansadas, afiancen las rodillas vacilantes.
Digan a los de corazón apocado: ‘¡Animo! No teman”. El Papa Francisco está constantemente
llamándonos a la alegría: Evangelii Gaudium (el gozo del Evangelio), Laudato si
(alabado seas), Amoris Laetitia (la alegría del amor), Gaudete et exsultate (Alégrense
y gócense).
Y nosotros respondemos obedientemente
a esta convocatoria. Caminamos gozosos al encuentro de Jesús que viene a
nosotros. La vida cristiana es caminar en la esperanza gozosa, por encima de
todas las adversidades con las que nos vamos topando. Pero no nos engañemos ni
pretendamos engañar a la gente más amolada, que es la inmensa mayoría de
nuestro pueblo, que atraviesa por una situación de extrema inseguridad y
violencia, además de la pobreza, marginación, consecuencias de la injusticia y
la corrupción que reina en las altas esferas política y económicas, aunque
también, en otras dimensiones, acá en las abajuras. Los pobres de Galilea, de
aquel tiempo, experimentaron fehacientemente la presencia de Dios bondadoso en
la persona de Jesús, tal como él mismo lo expresa y lo escuchamos en el
evangelio de hoy.
"¿Eres tú el que ha de
venir o hemos de esperar a otro?”, es la pregunta que le envía Juan a Jesús
por medio de sus discípulos. Juan está en la cárcel, nos dice san Mateo, pero
aún en esas condiciones está esperando al Mesías que tanto había anunciado a
los pecadores a la vera del Jordán. En el desierto, viviendo tantas privaciones, y hasta en la cárcel Juan está al servicio de Jesús como su profeta. Su pregunta es eso, un servicio más para que Jesús se manifieste.
Gracias a su pregunta nosotros tenemos una respuesta espléndida que nos precisa
el mesianismo de Jesucristo. Juan no vive el adviento o las llamadas fiestas
decembrinas desde la comodidad y el consumo. Nosotros, ¿en qué condiciones
estamos esperando y anunciando al mundo la venida del Mesías salvador? ¿Qué
clase de Cristo es el Cristo de nuestra navidad? ¿Dónde está puesto nuestro
corazón: acaso en la fiesta, las comidas, las bebidas, las vacaciones, los
aguinaldos, las compras, los estrenos de ropa, auto, electrónicos? Cada quien va a responder y ya está
respondiendo en estos días con sus actos y con su vida, no con ideas o con frases
bonitas.
Nuestro Señor no quiso contestar con un discurso teológico a
la pregunta de Juan sino con sus mismos hechos. Es la respuesta que precisa de
qué tipo es su llegada, su misión, su obra, su mesianismo: "los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la
lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el
Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”. La
transformación plena de las personas, su liberación integral es la obra de Jesús.
La de Jesucristo no es una obra religiosista sino una labor de liberación
integral, física y espiritual.
Éste es el mundo, sociedad o humanidad que desea el Padre: una
humanidad de personas con los ojos abiertos (¿la religión es el opio del
pueblo? La religión de Jesús no); seres humanos que no estén paralizados por
tantas cosas que nos inmovilizan (¿somos enemigos de los movimientos
sociales?); una sociedad donde no haya barreras que marginen a las personas
como impuras o indeseadas (que hay tantos muros en este mundo y nos encanta
levantar: por cuestiones de raza, de sexo, de cultura); un mundo donde todos
seamos escuchados y podamos escucharnos, sin censuras, sin tapabocas; una
humanidad de vivos, una Iglesia de comunidades vivas que le dan y muestran su
vitalidad. Hoy también diríamos: ‘dichosos los que no se escandalicen del
despertar de una Iglesia nueva y de un mundo nuevo’.
Nosotros tenemos que ser la navidad de Jesús para este mundo viviendo
el amor, la paz, la fraternidad, trabajando realmente por su promoción. No sólo
celebramos la navidad, sino sobre todo, los cristianos estamos al servicio de
la Navidad.