EL CAMINO DE
LA SALVACIÓN
Ma. 24 diciembre
2019, Noche Buena
Lucas 2,1-14.
Carlos Pérez
B., pbro.
Celebramos el
nacimiento de Jesús, el Hijo eterno de Dios. Hemos comentado en estas semanas
de adviento lo desconcertantes que son los caminos de Dios. Todo esto comenzó
en una aldea desconocida llamada Nazaret. Era un poblado de familias
emparentadas entre sí. No tenía ninguna importancia para el pueblo judío, mucho
menos para el imperio romano. Hasta aquí fue enviado el ángel Gabriel a una
jovencita llamada María. No era la virgen María de nuestros nichos y altares,
esto vino después. Era una jovencita pobre de un poblado pobre. Ahí sucedió lo
que ni en el templo de Jerusalén había sucedido ni en ningún otro lugar
honorable del mundo: ahí aconteció la encarnación del Verbo eterno, del Hijo de
Dios. ¿Quién se dio cuenta de este acontecimiento? Sólo María, y después José,
y después Isabel. Así hace las cosas Dios nuestro Padre.
Luego, 9 meses
después, en Belén, donde no tenía casa esta pareja de jóvenes galileos, se le
llegó a María el tiempo de dar a luz, y así nació nuestro Señor y Maestro, en
el desamparo social y económico, para compartir esta suerte con tantos seres
humanos que así nacen y así viven. A nosotros nos parece muy bonita la imagen
del Niño Jesús recostado en el pesebre, pero la verdad, además de que su
nacimiento fue una gran alegría para sus padres, y una gran alegría para todos
como nos dice el ángel, el pesebre fue un recurso de último momento, no había
más en ese portal de Belén que finalmente consiguieron estos santos peregrinos.
Éste es el camino de
la salvación de nuestro mundo. Lo decimos sin ningún dejo de magia. Lo que
nuestro mundo no acaba de comprender es que hay muchos caminos que nos conducen
a la perdición: el camino del poder, el camino de la riqueza, de la ambición,
de la grandeza humana, del egoísmo, no se diga el camino de la violencia, de la guerra, del dominio,
de la imposición, de la apropiación de los demás. El camino de la salvación es
el camino de Jesús, el despojo de sí mismo, la desapropiación de sí mismo, el
camino de la pobreza, de la entrega, del abajamiento, etc., etc. La vida de
Jesucristo transcurriría en sintonía con su nacimiento. Su suerte no cambió con
los años, permaneció en ese tono hasta que murió crucificado como un bandido.
Nosotros, que
celebramos con gran alegría su nacimiento, acogemos el llamado que Dios nos
hace en esta navidad, la navidad de Jesús, para que entremos en sus santos
caminos de salvación, y lo seamos para todo el mundo.
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El Papa Francisco nos regaló, hace unos días una meditación sobre el pesebre de Belén, una carta apostólica llamada 'Admirabile signum'. La pueden encontrar en la página de la Santa Sede para que la reflexionen y, de ser posible, se la lean, al menos algunas partes, a todos los que estén reunidos para la cena de navidad.