Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





UNA LECTURA PROFUNDA DE LA PALABRA DE DIOS

16 febrero 2020

Domingo 6º ordinario

Mateo 5,17-37.

Carlos Pérez B., pbro.

 

Continuamos escuchando el sermón de la montaña. No estamos en el monte Sinaí, ni tampoco en el templo de Jerusalén; ni siquiera estamos en una sinagoga. Lo importante es que nos congregamos en torno a nuestro Maestro para escucharlo con un corazón obediente. Cómo quisiéramos que todos los católicos pasáramos por este sermón y por todos los pasajes de los evangelios como verdaderos discípulos, y nos dejáramos hacer por nuestro Maestro.

En este sermón primero nos habló Jesús de la verdadera felicidad, en dónde hemos de buscarla. Luego, nos catalogó como sal y luz para este mundo. Ahora nos va a hacer un repaso de los mandamientos antiguos (sólo algunos, como botón de muestra) pero con una nueva óptica. Esto nos sirve para los que promovemos tanto la lectura de la Biblia: ¿cómo hemos de leer el antiguo testamento, igual que leemos el nuevo? Desde luego que todas las páginas de la sagrada Escritura las pasamos por la mente, el corazón y por toda la persona de Jesucristo. No leemos a Moisés como si leyéramos a Jesús, ni los escritos sapienciales ni a ningún profeta, ni siquiera las cartas de los apóstoles. Sólo Jesús es nuestro Maestro y con su autoridad él nos enseña, nos sitúa y nos precisa la voluntad del Padre plasmada en todas las páginas de la Biblia, con esa profundidad que le es tan propia. Y cuando nos habla del cumplimiento de la más pequeña letra o coma de la ley, desde luego que nosotros entendemos que se refiere a sus mandamientos, a sus enseñanzas. No se refiere al cumplimiento de la ley de Moisés porque en muchos casos Jesús rompe con ella, y en otros se sitúa en su línea, pero a todos los lleva a su plenitud. ¿Nos llama Jesús a ser más fariseos que los mismos fariseos? Desde luego que no, no en su superficialidad y doblez de vida. Nos llama a buscar ser fieles a la voluntad de Dios que va mucho más allá de los escritos.

No aborda Jesucristo los primeros mandamientos. En el desierto, ante las tentaciones del diablo, ahí sí se había pronunciado sobre ellos: ‘sólo al Señor adorarás, no tentarás al Señor tu Dios’.

Hoy y el próximo domingo escucharemos el repaso que nos hace Jesús de estos mandamientos, enseñanzas o costumbres de la ley de Moisés: No matarás, No cometerás adulterio, podrás repudiar a tu mujer, No jurarás en falso, ojo por ojo, diente por diente, ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.

Dios le prohibía al pueblo de la antigüedad matar a otro ser humano. Caín asesinó a su hermano. Todo ser humano es nuestro hermano, así lo leemos en esta narración tan cargada de simbolismo del Génesis. Y sin embargo, en estos tiempos de tanta violencia con qué facilidad Caín continúa levantando su mano contra su hermano. Como sociedad, todos debemos sentirnos parte activa contra este ambiente. En Jesucristo muerto en la cruz contemplamos a todos los muertos violentamente, aún a aquellos y aquellas que no perecen pero que son maltratados física, verbal, sicológica, religiosamente. Esto último es la enseñanza de Jesús llevada al extremo en su misma persona. Cualquier agresión contra tu hermano es agresión contra el mismo Dios.

El evangelio según san Mateo se escribió 40 o 50 años después de la muerte y resurrección de Jesús. Es curioso que después de esos años de vida eclesiástica, no se mencionen las celebraciones cristianas sino que se haga referencia al culto antiguo: "deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda”. El culto carece de valor si nuestra vida no está en coherencia con la voluntad de Dios.

Nosotros vemos un profundo respeto de Jesús por la mujer, considerada en la antigüedad como parte del ajuar del varón. Su lectura nueva sobre el adulterio y el repudio responde a eso. ¿No nos sentimos contagiados por esa mirada? La de Jesús no es una mentalidad moralista sobre la sexualidad. Más adelante, en su enseñanza sobre la vida de comunidad (Mateo 18), nos habla Jesucristo sobre el respeto a los pequeños. Por eso afirmamos que Jesucristo es más radical y más profundo que nuestros actuales movimientos sociales en contra de la violencia hacia las mujeres y hacia los menores de edad.

Y qué bella enseñanza nos deja sobre el valor de la palabra: que tu ‘sí’ sea sí y tu ‘no’ sea no. Hace algunos años el movimiento zapatista llamó nuestra atención sobre la verdad de las palabras, tan devaluadas en nuestra sociedad: compromisos no cumplidos, promesas falsas, mentiras, discursos vacíos, documentos apócrifos. Jesucristo quiere cristianos y seres humanos de a de veras, no nuevos fariseos.

 

 

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