JESUCRISTO REAVIVA NUESTRA ESPERANZA DE
LIBERTAD
Domingo 26 abril 2020
3º de pascua
Carlos Pérez B., pbro.
Hemos proclamado en estos domingos de
pascua varios encuentros de Jesucristo resucitado con sus discípulas y sus
discípulos. En la vigilia pascual san Mateo nos compartió el encuentro que
vivieron dos mujeres, María Magdalena y la otra María. Ya el domingo de pascua
es probable (porque la Iglesia nos ofreció varias opciones evangélicas) que hayamos
escuchado en san Juan el escalofriante y personalísimo encuentro que vivió
María Magdalena con su Maestro al que amaba. Y el domingo pasado escuchamos la
continuación en este mismo evangelio: los dos encuentros que vivieron los
discípulos dos domingos continuos (y muchos más).
Ahora escuchamos la versión de la
comunidad evangélica de san Lucas. Ese primer día de la semana judía que Jesús
resucitó, un grupito más numeroso de mujeres fueron temprano al sepulcro pero
no vieron a Jesús, sólo se encontraron con el testimonio de dos hombres con
vestiduras resplandecientes que les reclamaron el andar buscando entre los
muertos a un Vivo. Ellas fueron a llevar el mensaje a todo el grupo. ("Las que decían
estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago
y las demás que estaban con ellas” (Lucas 24,10). Pero, como era de esperarse, los apóstoles no les
creyeron sino que juzgaron que eso era cosa de mujeres. Y es aquí que san Lucas
nos platica la interesantísima experiencia que vivieron dos discípulos camino
de Emaús. La variedad de experiencias del encuentro con el Resucitado nos hace
ver que así se desenvuelve la vida cristiana. No es un acontecimiento del
pasado, sino una experiencia, personal y colectiva, que adquiere sus propias
características a lo largo de la historia. Encontrarse con el Resucitado es lo
que nos hace ser verdaderamente cristianos. Particularmente este relato de san
Lucas nos parece una experiencia cristiana de cualquier día del año y de la
historia.
Jesús camina con sus discípulos, ¿cuándo?, siempre. Los cristianos
muchas veces perdemos de vista a Jesucristo, o no lo identificamos sino con
dificultad. Pero él no sólo camina con nosotros sino que es el que anima y
fortalece el caminar de su Iglesia. Cuando la Iglesia, e incluso nuestro mundo,
pierden la presencia de Jesús, se nos viene encima la desilusión, como ahora
con esta epidemia. ¿Dónde está Dios?, se pregunta alguna gente. Los discípulos
de aquel tiempo sintieron haber perdido a su Maestro, el autor y la fuerza de
sus esperanzas de liberación. Como buenos judíos, y como buenos seres humanos,
esperaban tiempos de libertad respecto de los romanos. El pueblo hebreo lo
había vivido numerosas veces a lo largo de la historia. Y era un pueblo, a
diferencia de nosotros, que conservaba viva la memoria de las hazañas de Dios
cuando este pueblo, por sus faltas, era esclavizado.
Retomar estas ilusiones perdidas es parte de la pedagogía del Resucitado
hasta nuestros tiempos. El siguiente paso es iluminar los acontecimientos con
la Palabra de Dios. En la Iglesia actual hemos dejado pasar mucho tiempo para
enseñar, o aprender junto con nuestros católicos, a leer las sagradas
Escrituras, especialmente los santos evangelios. Si los católicos nutriéramos
nuestra espiritualidad o religiosidad con la Palabra del Maestro que nos
explica la Palabra de Dios, en estos tiempos aciagos de enfermedad, de muerte,
de desempleo, de parálisis económica, de carencia de celebraciones abiertas al
pueblo, etc., nos sentiríamos más fuertes. (A propósito de fortaleza, les
recomiendo un libro que recoge oraciones y predicaciones llamado "Fuertes en la
tribulación”, que se puede bajar gratis de internet en "vaticannews”).
El verdadero discípulo (y queremos que todo católico y todo ser humano
llegue a serlo) vive de la persona de Jesucristo vivo: escuchamos su Palabra,
partimos con él el Pan, caminamos con él por el mundo para la creación de una
humanidad justa y libre.
Una vez que los discípulos han vivido
el encuentro personal con el Resucitado, con qué convencimiento darán
testimonio de él, de su vitalidad, frente al pueblo, como lo escuchamos en la
primera lectura, y con qué valor lo harán frente a las autoridades amenazantes,
como lo leemos más delante en el libro de los Hechos, que también es obra de la
comunidad de san Lucas.