DISCIPULOS POR AMOR
Domingo 17 mayo 2020
6º de pascua
Carlos Pérez B., pbro.
Estamos sentados en torno a la
mesa de Jesús, ahora lo escuchamos resucitado como lo hicimos cuando él estaba
a unas horas de entregar la vida en una cruz. Como buen Maestro, él continúa
instruyéndonos como a discípulos, una relación con él que deberemos mantener a
lo largo de nuestra vida. No nos dejó como para que nos las arregláramos como
pudiéramos nosotros solos. Se ha quedado vivo y actuante: "yo permanezco vivo”, lo escuchamos hoy. Él cada día es nuestro
Maestro y nosotros cada día vivimos nuestro discipulado. Que no sea ésta una
frase bonita pero hueca o fantasiosa, sino una realidad cotidiana: él nos
enseña, nosotros nos dejamos formar y conducir en la escucha de su Evangelio; él
nos habla desde su corazón a nuestro corazón, desde las profundidades de su
espíritu al nuestro. No se puede ser cristiano si no es en esta dinámica. Así
quisiéramos ver a todos nuestros católicos dejándose enseñar por el Maestro, ya
sea sentados a su mesa en la Misa, o en su casa estudiando diariamente los
santos evangelios. Y así quisiera yo ver a mis compañeros sacerdotes
promoviendo la escucha del Evangelio en todos los católicos, para llegar a
hacer un nuevo catolicismo.
Recordemos que el evangelista san Juan,
aunque no fue él que le puso capítulos y versículos, de todas maneras nosotros
decimos que cinco capítulos los dedica a la última cena. No estamos muy seguros
de que todas estas enseñanzas las haya compartido Jesucristo en la última cena,
a la mejor fueron más, o quizá fueron pronunciadas en otros momentos, pero esta
comunidad evangélica las ha congregado en este ambiente de despedida. En
realidad todo el evangelio de vida de Jesús podría ser contenido en esta última
cena.
Así
es que, ¿qué nos dice hoy Jesús? Primero nos llama a cumplir sus mandamientos,
no por obligación, sino por amor a él. Sus mandamientos no son como nuestras
leyes, ni las sociales ni las eclesiásticas. Sus mandamientos ni siquiera son
como la ley de Moisés, que en algunos pasajes resulta ser hasta cruel y
drástica, excluyente. No son superficiales, no son letra sino espíritu. Están
al servicio de la salvación, de la gratuidad de Dios, de la felicidad y
realización plena de los seres humanos. Los mandamientos de Jesús están
contenidos en los cuatro evangelios. Jesús, en toda su persona, es nuestro gran
mandamiento. Ser y hacer como Jesús es nuestro ideal. Ser seres humanos como
Jesucristo, es lo que nos hace más humanos y también más divinos, lo que nos
acerca más a Dios. Ser como Jesús es la salvación para todo nuestro mundo. Hay
que beber y alimentarse de esta espiritualidad evangélica en la lectura asidua
de los santos evangelios, porque luego pensamos que Jesús o el evangelio es
como nosotros nos lo imaginamos.
El
estudio cotidiano de los santos evangelios es la prueba fehaciente de que en
verdad amamos a Jesús. Preguntémosle a cada uno de nuestros católicos, como lo
hizo Jesús con san Pedro (lo leemos en Juan, cap. 21): ¿me amas? De seguro todo católico responderá que sí. Enseguida
preguntémosles: ¿y estudias cada día los santos evangelios? De seguro, por el
momento, nos dirán que no, que no tienen ese hábito. Pues no hay de otra: o cumples
los mandamientos de Jesús, o no lo amas. En otras palabras, de lo que se trata
es de vivir en sintonía con la Buena Noticia que es Jesucristo.
Y
segundo, nos habla hoy Jesús de su Santo Espíritu, el que nos envía el Padre
para que esté siempre con nosotros. Es la manera como el Padre y el Hijo han
decidido ser presencia permanente entre nosotros. No sólo entre los que en este
momento nos reconocemos como discípulos, individual y eclesialmente, sino
presencia en todo nuestro mundo, aunque éste no lo reconozca y no lo acepte. El
Espíritu de verdad actúa siempre, y siempre en la línea del Hijo. El Espíritu
Santo, aunque de repente surjan cristianos iluminados por aquí o por allá, no
escribiría de ninguna manera otro evangelio que no sea el de Jesús. Los santos
evangelios son la obra maestra del Espíritu Santo, tanto porque contienen
vivamente la persona de Jesús, como porque las comunidades primitivas se
dejaron conducir por él para plasmar en sus páginas al Hijo, Buena Noticia.
No
debemos temer que esta insistencia a estudiar los santos evangelios se vaya a
convertir en una devoción espiritualista e intimista, porque quien estudie los
santos evangelios se dejará conducir por Jesús y por su Santo Espíritu en amor
y en servicio hacia los más pobres, y a partir de ellos, hacia todo mundo.