Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




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LA DICHA DE CONOCER A JESUCRISTO

Domingo 5 de julio de 2020

14º ordinario

Carlos Pérez B., pbro.

 

Qué bella oración al Padre le sale a Jesús del corazón, tan espontáneamente, tan gozosamente (en san Lucas leemos, además, que Jesucristo "se llenó de gozo en el Espíritu Santo”). Es la gente tan pobre y sencilla que lo seguía lo que provoca esta oración. No solamente Jesús nos enseña a orar con el ‘Padre Nuestro’. Esta pequeña oración del cap. 11 de san Mateo y del cap. 10 de san Lucas como que también nos la podríamos o deberíamos de aprender de memoria, para alabar al Padre como Jesús, para darle gracias porque así ha querido hacer las cosas, y para entrar en su corazón. De pasada hay que decir que también en el cap. 17 de san Juan encontramos otra oración al Padre, un poco más larga, que también deberíamos aprendernos de memoria, no tanto para repetirla como el perico, sino para aprender a orar como Jesús. Ciertamente repitiendo sus palabras aprendemos a orar como él.

Al principio de este capítulo 11, leemos que Jesucristo le mandaba decir a Juan bautista: "Vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva”. Su oración está en concordancia con su actividad.

No me quiero detener en la primera parte de la pequeña oración de Jesús, pero tampoco quiero dejar de mencionarla: Jesucristo ‘bendice’ al Padre (según la versión de mi Biblia, o ‘le da gracias’, según la versión del Leccionario del Misal) porque ‘estas cosas’ permanecen ocultas a los sabios y entendidos. Así es el evangelio de Jesús, por un lado es buena noticia, por otro lado… también lo es, porque nos cuestiona y nos invita al cambio de vida.

Cuando me asomo a los grupos de catecismo, yo también alabo al Padre porque su evangelio, porque Jesucristo ha querido revelarse a los pequeños. Cuando visito las comunidades de la periferia, cuando hace años visitaba las comunidades rurales, me sigo alegrando hoy porque el evangelio es para los pobres, para los sencillos. Y más cuando veo que están aprendiendo a leer la Biblia, especialmente los santos evangelios. En nuestros grupitos bíblicos, qué gusto le da a uno que la gente lea un pasaje evangélico y lo refiera siempre a su vida.

El evangelio encierra muchos secretos que poco a poco se pueden ir entendiendo, todo está en que nos pongamos a estudiarlo con seriedad. Pero también es cierto que es muy sencillo, ¿quién no entiende y aprecia las parábolas, los milagros, los discursos de Jesús? ¿Quién no entiende cuando nos dice Jesús que amemos al prójimo como a nosotros  mismos, que amemos a nuestros enemigos? ¿Quién no entiende su nacimiento, sus bienaventuranzas, su crucifixión, su resurrección? Es cierto que todo eso hay que discernirlo para entenderlo cada día con más profundidad. El Evangelio no es una enciclopedia de nivel universitario, es la enseñanza de un Pobre para los pobres.

¿Cuáles son esas ‘cosas’ a las que se refiere Jesús en esta oración? Al conocimiento del Padre, al conocimiento del Hijo. El padre Chevrier, fundador de los sacerdotes del Prado, asociación a la que pertenezco, decía en sintonía con el mismo Jesús, "conocer a Jesucristo lo es todo, lo demás es nada”, "el conocimiento de Jesucristo hace al sacerdote”, y yo digo, el conocimiento de Jesucristo es el que hace al cristiano. ¿Apreciamos en toda su fuerza estas palabras? Hay que alabar el Padre del cielo porque es un gusto enorme conocerlo a él, porque su Hijo es el que nos ha revelado que el Creador de todas las cosas es un Padre que nos ama y nos regala a su Hijo. Nosotros los creyentes vivimos la convicción de que conocer a Dios es un don excelso, y por ello vivimos humildemente agradecidos. Y entre más y más leemos los santos evangelios más conocemos a Jesús, y al Padre tal como él nos lo da a conocer.

Jesucristo no es una droga u opio para nosotros (así lo denunciaba Marx: "la religión es el opio del pueblo”). Al contrario, es nuestra fortaleza para salvar a este mundo.

En estos tiempos de pandemia y de tanta violencia (¡cómo duelen en las entrañas tantos asesinatos que se suceden en nuestro país, y más cuando son ejecuciones masivas como la que acaba de pasar en Irapuato!), en estos tiempos de tantas preocupaciones, estrés, pendientes, temores, etc., cómo nos llegan reconfortantes las palabras de nuestro Maestro: "Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga…” Por ello, permítanme insistir, es tan necesario estudiar las enseñanzas de Jesús, su santo Evangelio. Es lo que reclamamos los creyentes en este tiempo de confinamiento: ‘¡ya déjennos alimentarnos de Jesús, él es nuestra fortaleza; permítannos reunirnos en torno a su mesa, con todas las protecciones’!

 


 

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