(Puede
hacer click en la imagen de la capilla de cantera para que se desplieguen los
demás artículos)
¿QUIÉN ES SEGUIDOR
DE QUIÉN?
Domingo 30 de agosto de 2020
22º ordinario
Mateo 16,21-27.
Carlos Pérez B., pbro.
Recordemos el pasaje evangélico del domingo pasado, con todos sus
detalles. Jesucristo nos preguntó quién era él para nosotros. Cada uno hemos de
responder, no con los labios sino con toda nuestra vida, aceptando de corazón
no meramente un nombre o una imagen o imaginación, sino una persona, tal como
es él, tal como quiere ser él, tal como el Padre quiere que cumpla su voluntad.
Jesucristo se identifica con su misión, con su envío, con la manera concreta
como él viene a este mundo a cumplir con la Obra de Dios. Nosotros podemos
decir con mucha facilidad, como lo hizo Simón Pedro, "tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios vivo”. Y, sin embargo, cuando Jesucristo nos revela su pasión,
entonces nos hacemos para un lado, al igual que lo hizo Simón Pedro.
Después de llamar bienaventurado a Simón Pedro (bienaventuranza que
hacemos propia porque también nosotros somos destinatarios de la revelación del
Padre, como un don gratuito), enseguida les revela a sus discípulos, también a
nosotros, la suerte que le espera en Jerusalén: padecer a manos de las
autoridades, ser condenado, ser muerto para resucitar. ¿Nos gusta esto, estamos
de acuerdo con esta suerte de Jesús? Es posible que nosotros estemos tan
acostumbrados a mirar a Jesús crucificado que ya no sintamos rechazo por ese
momento por el que atravesó el Hijo de Dios. Puede ser que hasta para nosotros
el crucifijo sea una bonita imagen que nos invita a la devoción y al milagro, y
hasta adquirimos esa imagen en plata o en oro. Pero las cosas en la realidad
fueron sumamente distintas.
El Cristo de Dios venía a este mundo de una manera muy particular, no
de nuestro agrado: se encarnó como un pobre, nació como un despojado, vivió
como un hijo de vecino, en la base de la sociedad, fue un predicador ambulante,
de los pueblos, de los caminos, de los cerros, visitaba las casas de los más
pobres, incluso se hospedaba en ellas; no fue un gobernante, no tenía autoridad
humana alguna, fue amigo y salvador de pecadores, de los excluidos, de los
contaminados. Y ahora, para completar, nos revela que en Jerusalén le espera el
rechazo, la condena, la muerte, y también la resurrección, el problema es que
para resucitar hay que morir. Esto definitivamente no nos gusta. ¿A poco a los
seres humanos no nos gusta el poder, el honor, la victoria, el éxito, la
gloria? Esto es lo que esperamos de todos nuestros héroes de la tele, de las
películas, del deporte, de la telenovela.
Simón Pedro no entendió la sabiduría de Dios en esta entrega total del
Hijo. Nosotros tampoco. Se lleva a Jesús aparte para reprenderlo: "¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!”, traduce la Biblia de Jerusalén,
y el leccionario romano traduce así: "No lo permita Dios, Señor; eso no te puede suceder a ti”. Ante esto, si primero Jesús le dijo ‘bienaventurado’ a Pedro, ahora le llama ‘satanás’. ¿Por qué? ¿Acaso no son los buenos sentimientos de Pedro
hacia Jesús lo que lo lleva a no desearle esas cosas malas que le van a
suceder? Cualquiera de nosotros se lo dice a un ser querido: ‘ni Dios lo
quiera, no lo permita Dios’. Pero, en el fondo, eso es ponerse en el lado
contrario de Dios, en contra de su voluntad. Por eso los cristianos hemos de
ejercitarnos constantemente en el discernimiento de su voluntad, para no
ponernos de lado de algún proyecto político o social sin más ni más, pensando
que parece bien, o de algún proyecto personal o corriente ideológica.
Jesucristo lo dice de esta manera: "¡Tu
modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”
En nuestras traducciones aparece así la reacción de nuestro Señor: El Leccionario:
"apártate de mí, satanás”. Biblia de Jerusalén: "¡Quítate de mi vista, Satanás!” Y la Biblia Latinoamericana: "¡Pasa
detrás de mí, Satanás!”
Por esta ocasión debemos reconocer que la mejor traducción es la de la
Biblia Latinoamericana. ¿Qué fue lo que le dijo Jesús a Pedro y a nosotros? Que
nos coloquemos detrás de él, no que nos vayamos a la porra. Así lo leemos en
griego y en latín: vade retro, satana.
Si nos colocamos en contra de la voluntad de Dios, somos satanás, somos el
diablo. Pero si nos colocamos detrás de Jesús, en su seguimiento, entonces
somos bienaventurados. El llamado de Jesús es que no nos pongamos delante de
él, como para que él se ponga en nuestro seguimiento. No. Los seguidores suyos
somos nosotros. Por eso hemos de hacernos estudiosos fieles de los santos
evangelios, para no hacer una religiosidad a nuestro entender humano, para no
vivir nuestra fe a nuestro gusto, en sintonía con las corrientes de este mundo,
para que no pensemos como los hombres, sino como Dios. Si la Iglesia y cada
católico no estudia el Evangelio de Jesús, estamos en riesgo de seguirnos a
nosotros mismos.