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¿QUÉ HE HECHO DE MI VIDA?
Domingo 15 de noviembre de 2020
33° domingo ordinario
Mateo 25,14-30.
Carlos Pérez B., pbro.
En
este domingo 33° del tiempo ordinario el Papa Francisco nos invita a celebrar
la jornada mundial de los pobres, bajo este lema: "Tiende tu mano al pobre” (Eclesiástico
7,32), para recordarnos que la caridad para con los más necesitados es el
renglón más importante de nuestra vida cristiana y la verificación de nuestra fe. En verdad, no
podemos amar a Dios si no amamos a nuestros hermanos, especialmente los más
desamparados.
El
de hoy es el penúltimo domingo del año litúrgico. Hemos entrado al capítulo 25
de san Mateo. Desde el capítulo 24 nos ha dicho este evangelista que Jesús y
sus discípulos se detienen a contemplar esa construcción grandiosa y muy
apreciada por los judíos que es el templo de Jerusalén. Recordemos que ellos
son galileos, es decir, gentes que vienen del campo y se topan con un edificio
que no se encuentra ni en Nazaret ni en Cafarnaúm ni en toda Galilea. Pero
Jesucristo, en vez de apreciar la belleza de esa construcción’, mejor les
vaticina su destrucción, y aprovecha para hablarles de su propia venida
definitiva como plenitud de los tiempos. Así, Jesús concluye su enseñanza con la
parábola de las diez muchachas, la parábola de los talentos y la imagen del juicio
final, antes de pasar a su pasión.
Ahora
nos dice Jesucristo que el reino de los cielos se parece también a un
hombre que le dejó encargada su hacienda a sus siervos. No me gusta la
traducción de ‘millones’, porque la palabra ‘talento’ ya se ha hecho parte de
nuestra narrativa, tanto social como religiosa. Estos siervos somos nosotros,
todos los cristianos, todos los seres humanos. Todos hemos recibido no uno o
cinco talentos, sino infinidad de dones que hemos de poner al servicio de la
obra de Dios, al servicio de toda nuestra humanidad.
No
perdamos de vista el tema que es predominante en toda la predicación y
actuación de nuestro señor Jesucristo: el reino de los cielos. Es el programa,
el proyecto de Dios Padre para esta humanidad. Hacer un mundo nuevo según sus
criterios, un mundo donde reine su amor, su misericordia, su justicia, su paz.
Por ese reino, unos días más adelante, Jesucristo vivirá y padecerá el momento
culminante de la entrega plena de su vida al ser colocado en una cruz.
Al
estar frente al templo y al haberse confrontado con los principales de la
religión judía, debemos pensar que primeramente se está refiriendo a ellos al
hablar del talento sepultado en tierra. Esa religión no es la que produce
frutos, es una religiosidad cultualista, legalista, excluyente, avejentada
desde los tiempos de Moisés, una religiosidad que en definitiva no salvaba, no
servía para transformar este mundo en el reinado de Dios.
¿Y
qué pasará cuando lo maten en la cruz, resucite y desaparezca físicamente de la
presencia de los discípulos? Pues ese proyecto tan grandioso como fantástico
llamado ‘Reino’, lo dejará en nuestras manos hasta su venida definitiva. ¿Qué
cuentas hará Jesús en ese momento y desde hoy a los católicos y a todos los
seres humanos por los talentos que nos ha confiado? Cada quien revísese a sí
mismo. ¿Qué he hecho de mi vida? ¿He conseguido otros tantos talentos como los
que Jesús dejó a mi cargo? ¿No me encontrará Jesús con las manos vacías? Porque
puede ser que yo le diga, tuve miedo de Dios, y me porté bien, pero preferí no
salir de mí mismo hacia los demás, para no arriesgarme, no fui una persona
activa por la salvación del mundo, no tendí mi mano al pobre como nos llama
ahora el Papa Francisco, no le hice llegar el Evangelio de Jesús a nadie, no trabajé
por la paz del mundo, no le hice llegar el amor de Dios a nadie. Me escondí en
mi religiosidad intimista para no tener problemas con nadie. O yo, no creyente,
escondí mi calidad humana encerrándome en mis cosas.
¿Qué
hará Dios conmigo? "Siervo malo y perezoso… échenlo fuera, a las
tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación”. Quienes estudiamos a Jesucristo en
los santos evangelios, vemos que estas palabras tan severas no tienen la
intención de nuestro Maestro de excluir a nadie, sino más bien de sacudirnos
fuertemente ahora que tenemos la oportunidad de reorientar nuestra vida.
Hay
que pensar, por otro lado, agradecidamente en todos nuestros servidores
parroquiales y en todos aquellos seres humanos que han sabido, como nuestro
Maestro, poner su vida y sus talentos al servicio de los demás.