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AL ENCUENTRO DE JESUCRISTO
Domingo 29 de noviembre de 2020
1° de adviento
Marcos 13,33-37.
Carlos Pérez B., pbro.
Hoy
es el primer domingo de los cuatro que tiene este tiempo litúrgico del adviento.
Esta palabra nos habla de ‘advenimiento’, de algo o alguien que viene. Nosotros
estamos esperando la venida de nuestro Señor Jesucristo en la plenitud de los
tiempos, en la plenitud de ese proyecto del Padre que Jesucristo vino a iniciar
entre nosotros, su reinado, el ‘imperio’ de su santa ley. En este tiempo
litúrgico nos preparamos, nos disponemos para celebrar primeramente la llegada
de Jesucristo en su encarnación, aquella discreta navidad de Belén que es el
momento culminante de nuestra historia de la salvación. También, como segunda
cosa, en este tiempo litúrgico vivimos con más intensidad lo que es nuestro
caminar por la vida y por la historia, caminamos al encuentro definitivo de
Jesucristo, él es nuestra meta en la plenitud de la obra creadora de Dios. Pero,
tercero, no olvidemos que el encuentro con Jesús lo vivimos cada día, en
nuestros hermanos, especialmente los más necesitados, en el estudio de los
santos evangelios, en este sacramento de la Eucaristía, en la reunión de la
comunidad que ahora es solamente virtual.
Este
adviento y la próxima navidad van a ser muy diferentes a las otras navidades
que hemos vivido. Cada año invitamos a nuestros fieles católicos a que no se
dejen atrapar por la propaganda comercial, por la euforia de las compras, los
regalos, las comidas. Es muy bonito ciertamente preparar la cena de navidad
para reunirnos con toda la familia. Este año cada quien lo va a tener que hacer
con sus más cercanos en cada casa, aunque en momentos se tengan que comunicar
por las redes sociales para contagiarse de su alegría. Es bonito esto, pero lo
más bonito, desde nuestra fe, es celebrar la encarnación del Hijo de Dios. Este
es el gran acontecimiento de nuestra milenaria historia. Dios Hijo quiso
hacerse uno de nosotros, vivir completamente nuestra vida humana, vivir la vida
de familia, los gozos y las tristezas de los seres humanos, sus anhelos, sus
sufrimientos. Tocó muy de cerca nuestros pecados y el daño que nos hacen, y por
eso entregó su vida para salvarnos de todas esas ataduras, el egoísmo, la
egolatría, el odio, la violencia, la envidia, la indiferencia. Estos fueron
propiamente los clavos que lo atormentaron a lo largo de su paso por entre
nosotros, y por eso quiso, como voluntad del Padre, curarnos con su amor, con
su perdón, misericordia, con toda su humanidad, con su entrega de la vida. Esto
es propiamente lo que hemos de celebrar y para ello debemos prepararnos
adecuadamente.
¿Cómo
dispone nuestro Señor que vivamos este adviento, este caminar hacia él? Ahora
lo hemos escuchado en el evangelio según san Marcos, porque en este ciclo
dominical B, 2020-2021, que ahora estamos iniciando, nuestra lectura evangélica
dominical va a ser preferentemente Marcos.
"Velen y estén preparados”, nos dice el Maestro. Vivamos nuestra vida en el entendido de que no
sabemos cuándo ni cómo va a ser su llegada. Sabemos que la navidad la vamos a
celebrar la noche del 24 y el 25 de diciembre, que nos vamos a tener que reunir
cada quien en su casa, y quizá unos pocos en iglesia, al pie del pesebre.
Esperemos que nuestros templos estén abiertos aunque sea con una asistencia
limitada. Pero no lo sabemos, como tantas cosas que ignoramos de nuestro futuro
más inmediato. ¿Sabíamos que este confinamiento iba a durar tantos meses? Ni
nos lo imaginábamos. Allá por marzo, cuando llegaron los primeros contagios a
nuestro país y a nuestra ciudad, yo temía que la semana santa se nos iba a
escapar de las manos, así fue, pero lo que no me imaginaba es que fuéramos a
tener nuestros templos cerrados hasta el mes de noviembre. Pues, así como la
pandemia llegó sin encontrarnos preparados, así podría llegar, y de hecho así
llega nuestro Señor Jesucristo, quien pasa por nuestra vida sin siquiera darnos
cuenta.
El
cristiano no ha de vivir despistado, como dormido en la corriente social de
nuestro mundo. La vida del cristiano ha de ser la vigilancia, la atención a
todos los acontecimientos que nos rodean, a nivel local y mundial. El cristiano
ha de vivir con las antenas bien levantadas, para captar todas las señales de
nuestro tiempo, con los sentidos bien despiertos, con su corazón y su mente
bien abiertos para entender el tiempo que nos está tocando vivir.
De
esta pandemia, lo ha dicho el Papa Francisco en repetidas ocasiones, no podemos
salir igual, no podemos permitirnos volver a lo mismo de antes una vez que pase,
hemos de salir peor o mejor, sobre todo esto último.
Los
invitamos pues a que vivan este tiempo previo a la navidad en la oración, en el
compartir con nuestros hermanos que se han quedado más desprotegidos por este
cierre económico, en la escucha de la Palabra, no lo podemos vivir
presencialmente en el sacramento de la eucaristía, pero al menos por la tele o
por internet. Dediquen buenos minutos diarios a leer los santos evangelios. Los
invitamos, a la mayoría que no van a poder estar presentes en la celebración de
noche buena, a que hagan una sencilla celebración de la Palabra en sus hogares
frente al "Nacimiento”. Pero de veras, háganlo. Yo me permito decir que hasta
los no creyentes deberían prepararse para la navidad, porque Jesucristo es un
Ser universal, la gracia y la salvación para todos.