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NUESTROS GRAVES ERRORES EN EL
MANEJO DE LA PANTEMIA
Actualizado al miércoles 2 de diciembre de 2020
Carlos Pérez B., Pbro.
Con 1’113,543
contagios y 105,940 muertos en nuestro país, ¿alguien se atreve a decir que
vamos bien, que la pandemia está bajo control? ¡Qué fracaso! Y las autoridades que
sólo saben echarle la culpa a la sociedad: que por las reuniones y fiestas
familiares, que porque no sabemos quedarnos en casa, que porque no guardamos la
sana distancia, que porque muchos no creen en la epidemia… Pero la verdad, hay
que mirar las cosas en todos los niveles, y saber rectificar lo que no estamos
haciendo bien.
Unos datos: China, país donde al parecer
se originó este nuevo virus, exhibe, según la universidad Johns Hopkins de E.
U., una cifra de 92,902 contagios, y de muertos de 4,743. Pero la población de
China es diez veces mayor que la nuestra: 1,400 millones de chinos ante 130
millones de mexicanos, diez chinos por cada mexicano. Vietnam, con una
población de más de 90 millones, y con una frontera con China de más de mil
kilómetros, a la fecha tiene 1,347 casos confirmados y sólo 35 muertes. ¿Qué está
pasando? Es necesario que nuestras autoridades se lo pregunten en serio. Tan
sólo nuestro estado de Chihuahua, con menos de 4 millones de habitantes, ya
vamos en 38,120 casos confirmados, y 3,491 defunciones.
No
soy epidemiólogo, pero creo tener ese sentido que no es tan común en los seres
humanos, aunque lleve ese nombre. Apoyado en ese sentido de las cosas, en la
vivencia propia que he experimentado en esta contingencia y desde las enseñanzas
de Jesucristo, les comparto estos pensamientos. Lo que sirva, aprovéchenlo, lo
que no, deséchenlo. Todos los ciudadanos hemos de compartir y de escucharnos
unos a otros, porque todos tenemos nuestra propia vivencia de esta contingencia;
es necesario que lo hagamos tanto para ir corrigiendo nuestros errores en la
actual, como para irnos preparando para la siguiente pandemia, porque dicen que
va a venir de seguro, quizá se tarde años o décadas, pero ya no debe tomarnos
desprevenidos como ahora.
Hemos
cometido muy graves errores en el manejo de esta pandemia y quiero mencionar
algunos. El más grave de todos es éste:
I. SOCIEDAD INSOLIDARIA,
AUTORIDADES INSENSIBLES.-
Nuestra
primera reacción ante la llegada del virus fue el pánico. Muy explicable. Se
quiso encerrar a todo mundo en su casa, se cerraron los negocios, comercio,
industria, economía informal. Está bien, fue una reacción de momento, sin
embargo, esta reacción se ha prolongado por tres, por ocho meses con muy pobres
resultados, los contagios siguen en aumento y como que se antoja prolongar ¿por
cuántos meses? esta parálisis o encierro. Claro que nos van a decir que si no
fuera por este cierre tan drástico de la economía ahorita estaríamos lamentando
diez veces más contagios y muertes. Quizá con otras medidas que menciono más
delante, se habría conseguido lo mismo y mucho más.
A
nosotros los creyentes se nos hace un ACTO MUY CRUEL cerrarle sus negocitos y
dejar sin trabajo y sin ingresos a millones de gentes que viven al día. Dos
semanas de cuarentena podrían pasar, pero un mes, dos meses, tres meses, es no
meterse en sus zapatos. Todavía, al empezar el noveno mes de confinamiento, se ha
seguido cerrando las puertas de personas-familias que desesperadamente se ven
obligados a abrir. Ni que fuéramos osos capaces de hibernar. A mí francamente
me parece un ACTO CRIMINAL hacer las cosas de esa manera. Es quitarle el pan de
la boca a un pobre, así literalmente. ¿Por qué no llegan los inspectores con
unos buenos billetes por delante?, diciendo: ‘te vamos a cerrar tu negocio un
mes más, pero aquí tienes 10, 30 mil pesos de mensualidad’ para que les des de
comer a tus hijos, para que pagues la renta, los servicios. No. A la fuerza y
con lujo de autoritarismo, les siguen cerrando. ¿Y de dónde podría salir ese
dinero para apoyarlos? Algunos programas de gobierno, previo acuerdo de
ejecutivos y legislativos, debieron haberse reorientado para destinarles
presupuesto. Los políticos bien pagados, hablo de presidentes, gobernadores,
diputados, senadores, y sus equipos y gabinetes, podrían haber renunciado (a la
fuerza y con lujo de autoritarismo) a sus quincenas de estos ocho meses, para
que vean lo que se siente, y canalizar esos recursos para los que se quedaron
sin ingresos. El INE, ahora que estamos en un año no electoral debió haber
renunciado a sus grandes sueldos y su abultado presupuesto, lo mismo que otras
dependencias de gobierno. ¿Mucha imaginación de mi parte?
¿Era
necesario que llegara este virus para darnos cuenta que hemos construido una
sociedad muy insolidaria, con autoridades por de más INSENSIBLES, con una
economía que golpea severamente a los de abajo? Ya lo sabíamos, el virus lo
vino a hacer más palpable. Es de apreciar que, aunque sean minorías, dentro y
fuera de la Iglesia, hay personas que sí se preocupan de manera efectiva por
los que han quedado desamparados, una iniciativa es la de Cáritas: Familias sin
hambre. Y en la sociedad también hay instituciones que lo hacen.
A
los gobiernos les toca administrar más equitativamente el peso de la pandemia
de modo que se reparta más o menos entre todos, no sólo unos cuantos. Porque,
hasta ahora, a los que les toca perder son, mes tras mes, a los mismos de
siempre: tianguistas, comerciantes informales, gimnasios, cines, bares, salones
de eventos, iglesias, etc.
Ante
este triste papel del gobierno, a nuestra Iglesia sí le ha faltado ser profeta
en favor de los más golpeados, y denunciar enérgicamente los atropellos que se
han cometido.
II. LA PROTECCIÓN PERSONAL.-
Si nos dimos cuenta que el virus atacaba
las vías respiratorias, que ingresaba y egresaba por la nariz y por la boca (y
dicen que por los ojos), desde un principio el gobierno debió haber
destinado presupuesto a la elaboración de cubre-bocas, gel antibacterial, jabón
antibacterial, a precios económicos. Podría haber contratado tallercitos de
costura y confección, haberles dado trabajo a muchos pobres, y contratar
incluso maquiladoras que se dedican a la fabricación de ropa, para la
elaboración en grandes cantidades para proteger a la población. A estas fechas
ya se convenció el mundo de eso y se han vuelto obligatorios, porque ¡claro que
protegen! Si el virus entra y sale por la nariz y por la boca, es de sentido
común que protegen, a uno y a los otros, claro, educándonos en su uso correcto.
¿No es mejor que el estornudo de etiqueta? Pero en un principio se la pasaron
diciendo que no estaba demostrado científicamente. Perdimos mucho tiempo en
eso. Y además, todavía nos hace falta educar y convencer a nuestra gente de la
necesidad de cuidarnos y cuidar a los demás. Sale uno a la calle y las personas
se ven muy desprotegidas. En el tianguis que se establece aquí los jueves, ve
uno a los y las compradoras sin cubre-boca, con niños de igual manera. No
tenemos noción del cuidado de nuestra salud. Y desde luego que es mejor
convencer que obligar o castigar.
III.
CIERRE Y CONTROL DE PUERTOS Y FRONTERAS.-
Desde un principio debió hacerse
obligatoria la cuarentena para todos los viajeros que llegaran a nuestro país
por tierra, mar o aire. ¿Que te bajas de un avión, que atraviesas la frontera?
Pues te mandamos a un hotel, gastos pagados, te esperas ahí dos semanas, te
hacemos la prueba del coronavirus, y si sales negativo, puedes integrarte a la
población. Así se sigue haciendo en algunos países, incluso vecinos de China,
origen al parecer del nuevo virus. Así se hizo en otros países como Paraguay,
que yo haya leído, Uruguay, Nueva Zelanda. Pero no, lo más fácil para nuestras
autoridades fue cerrar las puertas de nuestras casas: ‘quédate en casa’. Sí
habría sufrido nuestra economía, habría resultado difícil la llegada de
aviones, de tráileres, de barcos y ponerlos en cuarentena, pero nuestros
trabajos habrían continuado adelante al interior del país. Y a fin de cuentas
así lo están haciendo en Estados Unidos para los que llegan por tierra por su
frontera sur. Es más difícil cruzar la frontera hacia el norte, que hacia el
sur. Incluso al interior de nuestro país debieron haberse implantado filtros
para el tránsito de personas. No se ha hecho y ahí están las consecuencias. La
gente puede viajar libremente o al menos sin cuarentenas, pero la economía
sufre pérdidas irreparables.
IV.
LAS PRUEBAS COVID.-
Hace meses que le hicieron la observación sobre
esta medida a nuestro epidemiólogo oficial los senadores en su comparecencia, y
no sé a qué llegaron. ¿Por qué no se multiplican las pruebas por montones? En Hubei,
provincia china donde está la ciudad de Wuhan, lo leímos hace medio año, se
aplicaron 11 millones de pruebas. Exactamente los habitantes que tiene esa
provincia china. Es que no se puede luchar contra un enemigo sin saber localizarlo.
Es como el narcotráfico, se camufla entre la población y esa es su fuerza. Es
como la guerra del golfo pérsico o la tormenta en el desierto. Los
estadunidenses gastaron millones de dólares lanzando bombas desde aviones a lo
loco sin atacar a los talibanes porque en realidad no sabían en dónde estaban. En
la ciudad de México han tenido la feliz idea de aplicar pruebas covid en
puestos diseminados por la ciudad a fin de detectar a los portadores del virus
y evitar que lo sigan esparciendo en más personas. Este esfuerzo puede ser
insuficiente si los demás estados del país no lo hacen, porque la ciudad de
México continúa recibiendo millares de visitantes todos los días. Que se haga
en todo el país, es nuestra petición. ¿Sale caro aplicar las pruebas? Dicen que
sí lo son, pero el gobierno debe destinar presupuesto para cuidar a la
población, precisamente la que se queda sin comer. ¿Cómo le hacen los clubes
deportivos para poder jugar, aunque sin público presente en los estadios, sin
cubre-boca y sin sana distancia? Pues invierten en pruebas. Lo mismo hicieron en el Vaticano en el reciente consistorio, para cuidar al Papa Francisco, se aplicaron previamente pruebas covid, según el testimonio que publicó don Felipe Arizmendi. Pues al gobierno le sale más barato encerrar a todo mundo en su casa y con eso dejar a la población sin comer. Pero nos está saliendo más caro el encierro que las pruebas.
V.
DIVERSIDAD, REGIONALIZACIÓN, GRADUALIDAD.-
Últimamente se ha hecho un poco, pero no
lo suficiente. El país no es homogéneo, y menos en el presente contagio. No es
lo mismo la ciudad de México que el municipio de Batopilas y cada una de sus
comunidades, no es lo mismo la frontera que la sierra. Pues se decretó el
cierre de casas y negocios ‘no esenciales’ de manera generalizada, a partir del
20 de marzo, más o menos. Hay municipios en nuestro estado a los que no ha
llegado el coronavirus y en este noveno mes están considerados en color rojo o
naranja con restricciones. Eso es absurdo, ni que el virus se diera en maceta.
El virus viene de fuera, y lo portan las personas. Es necesario que se piense
en unidades de movilidad humana interna. Pueden ser localidades, ciudades,
municipios o varios municipios pequeños que tienen mucha movilidad entre sí. Y
así, por unidades, es mejor proceder a la parálisis económica temporal o a la
apertura. La parálisis hace estragos, si no es necesaria, que no se decrete.
Nuestras autoridades no saben de
diversidad y de gradualidad. Por ejemplo, ¿qué saben de las actividades de nuestra
Iglesia? Ya vamos en el noveno mes de cierre de templos (salvo el breve
espacio, con asistencia muy limitada de septiembre a mediados de octubre), sin
poder celebrar presencialmente con fieles. Así, en términos absolutos: templos
cerrados, y están prohibidos los sacramentos (asunto que critico en otra
denuncia contra el gobernador). Con un poquito de sentido común podemos
distinguir una celebración con 25 personas, que son las que acostumbraban asistir
cada día a misa entre semana, antes de la pandemia, que celebraciones
multitudinarias. Las aglomeraciones, las reuniones masivas es lo que se quiere
evitar, por el alto riesgo de contagio. Nos choca un poco a nuestra
sensibilidad de creyentes que en un camión urbano (metro o metrobús) han podido
viajar hasta 20 personas en un espacio reducido, y ahora en tiempo de frío lo
tienen que hacer con las ventanillas cerradas. Al templo parroquial bien le
pueden caber diez camiones urbanos y sin embargo, no pueden entrar 20 personas.
¿Han visto las imágenes en la tele de asaltos a las combis? En un espacio tan pequeño
viajan como diez personas, apeñuscadas en una ciudad que está en semáforo naranja
al punto del rojo. Si la sana distancia es una buena medida de protección, pues
en nuestros templos sobra espacio. Yo he tenido que celebrar funerales en
capillas de las funerarias a las que permiten estar hasta diez personas, y eso
no una hora, sino a lo largo del día. ¿No es mejor que esas diez personas
lleven a su difunto al templo donde hay más espacio incluso para más gente? Como
que nuestras autoridades no piensan con la mente.
Por otro lado, se quiere que cuando la luz
del semáforo epidemiológico cambie al amarillo vamos a poder aceptar un 50% del
aforo, así de sopetón. ¿Por qué mejor no hicimos las cosas hace semanas
comenzando con un 10%, luego un 20%, etc.? Y hay que decir que el semáforo no
depende de nosotros. Las personas y las familias pueden estar celebrando
reuniones caseras con más personas el día del padre, el cumpleaños, los amigos
en las esquinas, etc., y las filas en los bancos, y la gente que entra al súper
y se amontona en la sección de frutas y verduras, etc., y si el semáforo se
agrava, nosotros pagamos el pato. El riesgo no está
en que entren personas al templo, el riesgo está en la aglomeración, en el contacto
cercano entre ellas, en la falta de protección. En estos meses de
confinamiento cuántas veces me ha tocado hacer fila afuera del banco por más de
hora y media, lo mismo que para el pago de la luz, en el sol y en la sombra,
entre personas que se ponían a platicar y reír sin el cubre boca y sin sana
distancia. En las conferencias mañaneras del presidente, y en otras reuniones
políticas, como las giras y demás actos, bien se pueden reunir tantas gentes
como las que yo quisiera tener en misa.
VI. SISTEMA DE SALUD Y HOSPITALARIO.-
Quienes hemos visitado enfermos en los
hospitales, a lo largo de más de 40 años, hemos palpado muy de cerca que los
servicios de salud están colapsados, en el Imss, Issste, Central, General,
etc., instituciones que estaban bien para un Chihuahua y sus alrededores de
hace 50 años. Si antes de la epidemia a mí me ha tocado ungir a enfermos en
terapia intensiva hasta en corredores de hospital, ¿podríamos decir que
estábamos preparados para una pandemia? Claro que la salud no ha sido una
prioridad por sexenios en nuestro país. No es de hoy, es una deficiencia
ancestral.
Yo quisiera que se hiciera una campaña en
la que muchos ciudadanos y partidos propusiéramos la universalización del
Seguro social. Sí, que todo mexicano tenga derecho a la salud. Que los patrones
y las empresas pagaran sus impuestos y que Imss, Issste, Pensiones, etc., se
fusionaran en una sola institución que brindara servicios gratuitos de salud.
El mexicano que quisiera y tuviera con qué, que se atendiera privadamente. Pero
claro, se necesita ampliar los hospitales actuales y más personal que los
atienda.
En China, nos llamó la atención desde un
principio, que se propusieron levantar algunos hospitales en cuestión de
semanas. En nuestro país se tardaron para hacer esto. Y es a lo que se le teme,
que los hospitales se saturen, que falten respiradores y demás material y
personal médico.
Es preciso reconocerle al personal médico
que en esta pandemia hayan sido y sigan siendo los que están cerca de los
enfermos, de nuestros enfermos (porque sobre todo los sacerdotes sentimos a los
enfermos como nuestros ("estuve enfermo y
me visitaron” Mt 28,36)). No digo, como los medios, que están en la primera
línea de batalla sino al lado, porque estoy hablando desde el espíritu de
Jesucristo, el que estuvo en su vida mortal tan cerca de los enfermos, de los
contaminados de aquel tiempo como eran los leprosos, que extendía sus manos
misericordiosas hacia ellos sin temer pasar también él por un contaminado (lean
Marcos 1,40-45). Estas médicas (os) y enfermeras (os) han estado cerca de esos
más de 105 mil fallecidos por la covid-19. Las hermanas de la caridad de la
madre Teresa es lo que hacen, brindarles compañía y afecto a quienes de todas
maneras van a morir. Gracias de corazón a todo ese personal.
VII.
DIÁLOGO.-
Si somos una democracia, lo que se impone
es el diálogo, porque todos debemos sentirnos responsables y parte de la
solución de esta pandemia. No merecemos que nos traten como infantes, con meros
actos de autoritarismo. En el caso de Chihuahua es lo que ha prevalecido. El
gobernador, junto con su equipo de salud (presidido por un contador público, lo
que hace difícil que le lleve la contra al ejecutivo), ¿se ha reunido con los
presidentes municipales para deliberar y tomar acuerdos conjuntos? No hemos
tenido noticia de tal cosa. ¿Se ha reunido con los empresarios para hacer equipo
con ellos en la toma de medidas necesarias? Ellos se quejan de oídos sordos.
¿Se ha reunido o ha platicado el gobernador con los obispos (Chihuahua tiene 6
diócesis), o con algunos sacerdotes, para decretar medidas con conocimiento de
lo que él desconoce? Claro que no. Por eso su decreto publicado el 10 de agosto
en el periódico oficial del estado y repetido el 22 de octubre, es un
mamarracho que no soporta el más mínimo análisis. Esto es algo que se tiene que
corregir en alguien que debería presumir de tener vocación democrática.
En Monterrey hemos tenido un ejemplo. El ‘Bronco’
se puso de acuerdo con el arzobispo don Rogelio (y no sé si también con el
obispo de Linares) allá por junio, para acordar el que se tuvieran misas con
fieles los días entre semana. Después acordaron extenderlas a los fines de
semana. El mismo don Rogelio estuvo pidiendo eso. Más delante, el gobernador no
prohibió las bodas en sábado, sino que le pidió al arzobispo que él lo hiciera,
por aquello de los festejos. En la ciudad de México acaban de publicar el documento
donde se toma la decisión de cerrar la basílica de Guadalupe del 10 al 13 de
diciembre. ¿Qué quiere decir esto? Que, primero, la basílica se encuentra
abierta, con limitaciones. Segundo, que hubo diálogo Iglesia-gobierno. El
documento viene membretado o firmado por la CEM (conferencia del episcopado
mexicano), por la arquidiócesis de México, por la Basílica de Guadalupe y por
el gobierno de la ciudad de México. Se ve que ellos sí platican y toman
acuerdos.
VIII.
LAS ACTIVIDADES ESENCIALES.-
¿Cuáles son las actividades esenciales? A
casi nueve meses de clausura, hay que decir que todas las actividades son
esenciales. Si con tu trabajo le das de comer a tus hijos, pues esa es una
actividad esencial. Para nosotros los creyentes la Misa es un acto esencial.
Que no le llamen esenciales a las cosas que son indispensables. Los creyentes,
siguiendo las enseñanzas de Jesús, decimos que la espiritualidad en el ser
humano es esencial, para poder vivir con más entereza la corporalidad. "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda
Palabra que sale de la boca de Dios”, decía nuestro Señor. Y, con toda
radicalidad y contundencia, en otro lugar nos dice: "El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras
que les he dicho son espíritu y son vida” (Juan
6,63). Quizá este mundo político e intelectual se escandalice ante estas
palabras, y mucho menos capte su fuerza, pero es la fortaleza de alguien que
entregó su cuerpo en una cruz por la salvación de los seres humanos. Les
aseguro que nadie ha entregado su persona por los demás como lo ha hecho
Jesucristo por los pobres y los pecadores. Al contemplarlo crucificado capta
uno mejor el sentido de sus palabras. La Misa dominical ciertamente no es
nuestro único acto de espiritualidad, está por encima de todo, la caridad, el
servicio.
No sé si
en otras partes del mundo se tenga un respeto mayor hacia las creencias, como
un derecho humano fundamental, como una parte esencial de la persona, tanto
como la comida y la salud. A nosotros nos toca administrar los sacramentos, por
semana o por mes, a nuestros católicos que se mueren de ganas por estar en
misa. Un párroco rural es lo que hace al visitar sus comunidades, a algunas las
visita cada mes o con otra frecuencia. Algo así se reflexionó en el
sínodo de la Amazonía.
Los
cristianos de los primeros tiempos de la Iglesia buscaban reunirse para la
fracción del pan incluso en tiempos de severa persecución. Así lo recogió el
papa Juan Pablo II en su carta apostólica Dies Domini: "La Iglesia, desde
la tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la resurrección
de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se llama
con razón "día del Señor" o domingo” (# 3). Pero más escalofriante,
que nos sirva de motivación, es este otro párrafo que dice: "Durante la
persecución de Diocleciano, sus asambleas fueron prohibidas con gran severidad,
fueron muchos los cristianos valerosos que desafiaron el edicto imperial y
aceptaron la muerte con tal de no faltar a la Eucaristía dominical. Es el caso
de los mártires de Abitinia, en África proconsular, que respondieron a sus
acusadores: ‘Sin temor alguno hemos celebrado la cena del Señor, porque no se
puede aplazar; es nuestra ley… nosotros no podemos vivir sin la cena del
Señor’. Y una de las mártires confesó: ‘Sí, he ido a la asamblea y he celebrado
la cena del Señor con mis hermanos, porque soy cristiana’ ” (# 46). Desde luego que nosotros nos hemos abstenido de congregar
a todos los fieles por una causa justa, cuidar la salud de la comunidad y de la
sociedad. Pero ya es hora que aprendamos a cuidarnos de otra manera que el solo
estar encerrados. Si salimos a la calle y nos topamos con tanta gente para tantas
cosas, ¿por qué no hacerlo con mucho cuidado entre nosotros?