Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




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EN EL TEMPLO, ME SIENTO MÁS SEGURO

Miércoles 23 de diciembre de 2020

Carlos Pérez B., Pbro.

 

Me siento más seguro en el templo que en otros lugares que frecuento. Porque en el templo las personas llegan y se ponen gel, se raspan las suelas y se toman la temperatura, luego se sientan en un lugar a sana distancia de los demás y ya no se mueven en toda la misa, sólo se levantan al momento de la Comunión. No aclaman ni cantan por instrucciones del sacerdote que les pide que lo hagan mentalmente, sólo por este tiempo de pandemia. Incluso, procuro abreviar la homilía para permanecer menos tiempo en un local cerrado. En cambio:

En el súper hay más posibilidades de contagio. Sin embargo, en todo este tiempo de pandemia he tenido que acudir a mis compras cada semana. Las personas nos aglomeramos en el departamento de frutas y verduras, como lo hacen también en el de carnes y pescados. En los pasillos nos tenemos que topar unos con otros, porque no todos tenemos el mismo detenimiento para tomar los artículos. Hay, pues, más interacción de unos con otros.

En las capillas de las funerarias estamos diez personas en un espacio muy reducido, quizá de 6 por 6 metros. ¿No sería mejor que nos permitieran celebrar los funerales en los templos parroquiales donde hay más espacio? Las autoridades, me da la impresión, que no tienen uso de razón. Yo recibo a las personas desde el altar, ahí por el micrófono les digo que no se detengan en la puerta, que entren con el cuerpo del difunto para que se pongan a sana distancia. Y el que está a más sana distancia es el celebrante, como a 5 o 7 metros de las personas de a mero adelante. En las funerarias no dejan entrar a las personas, incluso en los jardines encintan los espacios para impedir que ahí se pongan, pero más afuera se juntan en bolitas en las banquetas para platicar sin sana distancia. He tenido que celebrar como 150 funerales en lo que va de la pandemia. ¿Podría decirles que no, que estoy en encierro? Me cuesta mucho. Y no voy a todas las funerarias de la ciudad, sólo a las más cercanas a la parroquia. De marzo a agosto, estuve recibiendo difuntos en el templo parroquial, me atuve a que no había instrucciones claras de que no lo hiciéramos.

Igualmente tengo que visitar enfermos en sus casas, exclusivamente los que viven en este territorio parroquial. No voy a hospitales. Me llaman constantemente de las casas. Yo llevo mi cubre boca, mi gel y me coloco a cierta distancia para confesar al enfermo y para ungirlo. Me unto gel antes y después de la unción. Sin embargo, las familias me reciben sin cubre boca y sin gel. Nuestra gente no está educada en el cuidado ante una pandemia. Hay ocasiones en que me dan la mano para saludarme, incluso hasta quieren besármela.

En las filas al exterior de los bancos, de la CFE, del teléfono para hacer los pagos, las personas no guardamos la sana distancia, como que todos tenemos apuro por entrar. Sin embargo, tengo que acudir mes con mes para los pagos de la parroquia. Yo sé que me van a decir que ya se inventaron los pagos electrónicos. Es cierto, pero la cuenta de la parroquia no permite hacerlos, los tendría que hacer con mi cuenta personal, y eso me traería problemas con el SAT.

¿Han subido a un camión urbano? Ahí cuál sana distancia. Todos van aglomerados y con las ventanas cerradas por el frío. Pero no me gustaría que se privara a las gentes del transporte público porque tienen que salir a trabajar, y conseguir el sustento para sus familias es algo vital.

Publico esto porque algunas personas piensan que somos muy imprudentes al exigirle al gobierno que nos respete nuestro derecho de abrir los templos en la luz naranja del semáforo epidemiológico, tal como lo ha establecido la secretaría de salud a nivel federal. Los sacerdotes que se han contagiado, no lo han hecho en la celebración, sino en otros encuentros con las personas. Pero hay que decir con toda claridad: una cosa es que nos prohíban abrir los templos con una mentalidad por demás paternalista, como si nosotros fuéramos infantes, no adultos, y otra cosa es que nosotros, como Iglesia, tomemos la decisión de usar limitadamente el derecho que tenemos. No se está obligando a ningún laico a cumplir con el precepto de misa dominical, al contrario, les pedimos a nuestras gentes que quienes se sientan frágiles en su salud, que mejor no salgan de casa, que lo hagan con toda tranquilidad de conciencia, incluso los sacerdotes que prefieran no celebrar misa con fieles, para cuidarse del contagio, están en su derecho de hacerlo así.


 

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