UNA FAMILIA MARGINAL
Domingo 27 de diciembre de 2020
Lucas 2,22-40.
Carlos Pérez B., pbro.
El
domingo siguiente a la navidad, salvo que ésta caiga en domingo, celebra
nuestra Iglesia a la sagrada Familia que el Hijo de Dios se formó al asumir
nuestra carnalidad. Si nació en el total desamparo social y económico, en
cambio quiso ampararse por dos pobres, pero magníficos papás, María y José.
Esta fiesta nos ayuda a permanecer en el espíritu litúrgico de la navidad, para
continuar contemplando y viviendo el misterio del nacimiento de Jesús.
Un
biblista connotado escribió hace algunos años una obra monumental a la que
tituló ‘Un judío marginal’, refiriéndose con este nombre a nuestro señor Jesucristo,
porque así transcurrió su vida, como un judío al margen de su sociedad
religiosa y social. Así nació, en un pequeño establo de Belén; así se crió, en
una aldea desconocida y sin importancia llamada Nazaret; así predicó e hizo
presente y palpable el reinado de Dios, como un profeta de las aldeas y los
caminos, al margen de la oficialidad judía; así murió, crucificado como un
delincuente.
Pues
san Lucas el evangelista nos presenta esta hermosa imagen de dos padres pobres
que llevan a su pequeño a presentárselo y a ofrecérselo a Dios en el templo de
Jerusalén, para cumplir con las leyes que Moisés les había dejado, ley que
consideraba que las mujeres quedaban impuras al dar a luz a un hijo. Quizá se
consideraba impuro el parto por la manera como se daba, como paren o dan a luz
todos los mamíferos. Me atrevo a decir que es posible que pensaran que eso nos
acercaba o nos asemejaba a los animalitos del campo. Por eso la mujer tenía que
llevar al templo un animalito para su purificación y otro animalito para rescatar
al primogénito.
Así leemos en Levítico 12,2-8: "Cuando
una mujer conciba y tenga un hijo varón, quedará impura durante siete días;
será impura como en el tiempo de sus reglas. Al octavo día será circuncidado el
niño en la carne de su prepucio; pero ella permanecerá todavía 33 días
purificándose de su sangre. No tocará ninguna cosa santa ni irá al santuario
hasta cumplirse los días de su purificación. Mas si da a luz una niña, durante
dos semanas será impura, como en el tiempo de sus reglas, y permanecerá 66 días
más purificándose de su sangre. Al cumplirse los días de su purificación, sea
por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del
Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como
sacrificio por el pecado. El sacerdote lo ofrecerá ante Yahveh, haciendo
expiación por ella, y quedará purificada del flujo de su sangre… Mas si a ella
no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones,
uno como holocausto y otro como sacrificio por el pecado; y el sacerdote hará
expiación por ella y quedará pura”.
Nosotros aceptamos que Jesucristo nació de parto natural, como nacemos
todos los seres humanos, hasta los que se dan por cesárea, operación en la que
hay mayor sangrado. Contra estas leyes de la pureza ritual reaccionaría nuestro
Señor indignadamente. Y tal como lo acabamos de leer en el Levítico, José y
María presentaron dos tórtolas o pichones porque eran pobres.
Y para continuar contemplando la marginalidad de este trío tan hermoso,
el evangelista no nos menciona el momento en que el sacerdote sale a recibir la
ofrenda de la Virgen, sino que nos presenta a un anciano, Simeón, que no era
sacerdote, y a una mujer, Ana, que mucho menos lo era. El Espíritu Santo,
cómplice y artífice de todas estas maneras de llevar a cabo los planes del
Padre, suscita la comparecencia de estos ancianos, al margen de la oficialidad
judía. Ellos no ponen su corazón en la ofrenda de los animalitos sino en el
mismísimo Hijo de Dios hecho carne. Qué dicha tan grande para ellos vivir, como
lo hicieron los pastores en su momento, este acontecimiento de la salvación.
También nosotros, a distancia, vivimos esta presencia de Jesús entre los pobres
de la Biblia. Si nos hacemos pobres seremos partícipes de la gratuidad de Dios.
Del pesebre a la cruz se traza el camino de la salvación de nuestro mundo. ¿Lo
entendemos y lo vivimos?