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EDUCAR PARA LA DEMOCRACIA
Jueves 7 de enero de 2021
Carlos Pérez B., Pbro.
Los acontecimientos vividos el día de ayer en Washington,
la turba de supremacistas blancos que irrumpe violentamente en el capitolio
donde los legisladores están reunidos para dar la certificación final a la
elección presidencial de noviembre pasado, confirman una convicción que muchos
externamos con frecuencia: la democracia no consiste meramente en emitir un
voto el día de las elecciones, es necesario educar a un pueblo. Lo estamos
viendo palpablemente en ese país, que se jacta de ser un modelo de democracia
para todo el planeta. El Sr. Trump es una persona que miente sistemáticamente.
¿Acaso sus simpatizantes no lo han notado a lo largo de más de cuatro años,
desde que era candidato la primera vez? Él vive en la falsedad. Quiere
convencer a todo su país de que hubo fraude el día de las elecciones, pero,
demanda tras demanda fracasada, no ha podido demostrar en dónde o de qué manera
le robaron las elecciones. En nuestro país teníamos décadas con fraudes
sistemáticos, pero plenamente identificables: el ratón loco, la operación carrusel,
las urnas embarazadas, la manipulación del padrón electoral, etc., etc., todo
maquinado desde el poder establecido. En el caso de Estados Unidos, hay que
decir que el fraude electoral no hay que buscarlo en las urnas o en los
funcionarios que administraron el proceso, porque el fraude sólo existe en la
mente distorsionada de este mentiroso por excelencia. Sin embargo, y lo anotamos
desde la elección de 2016, nos sorprendió sobremanera que 61 millones de
estadunidenses hayan votado por él, y ahora, haya aumentado su respaldo a 74
millones. ¿Cómo es esto posible? ¿Acaso para librarse de los políticos tradicionales,
los que se han enquistado en el puesto, no podían haber encontrado a otro
candidato o candidata un poco más decente que él? La pregunta fundamental:
¿Acaso no tienen los ojos y la mente abiertos, acaso están ciegos a la
realidad? En un artículo anterior hacía mención de Adolf Hitler que llegó al poder
mediante las urnas, pero como era un demagogo profesional, convenció a su
pueblo ¡alemán! de todas sus mentiras que los llevaron finalmente a la ruina.
Por algo decimos que la labor que realizó nuestro
Señor Jesucristo fue abrirles los ojos a los ciegos, sobre todo a los ciegos
morales y espirituales, para que vieran más allá de sus narices. Nuestro Señor Jesucristo
no fue un líder religioso de esos que ciegan a la gente para que sean sus
seguidores a ciegas. No dejemos en el olvido a esos líderes que fueron capaces
de conducir a sus adeptos incluso al suicidio colectivo: David Koresh en Waco,
Texas, en abril de 1993; Jim Jones, en Guyana (Sudamérica), que llevó a la
ejecución y suicidio de 917 de sus miembros en 1978; otro manipulador de masas,
Marshall Herff
Applewhite, quien condujo al suicido colectivo a numerosas personas,
California, a las que había convencido de que así alcanzarían al cometa Hale
porque era su puerta del cielo, como se llamaba su secta, en el año 1997.
Esta manipulación se
da también en nuestra Iglesia católica, porque ha habido casos en que los
fieles se hacen ciegos seguidores de una persona, laica o sacerdote, que los
convence de que él es un iluminado que está conectado directamente con Dios.
Les podría ofrecer casos concretos, pero no en este espacio.
A todos hay que
ofrecerles esta Palabra de Dios: "Maldito sea aquel
que se fía del hombre, y hace de la carne su apoyo… Bendito sea aquel que se
fía del Señor”
(Jeremías 17,5).
Estados Unidos va a
ser un modelo de democracia cuando sus ciudadanos tengan los ojos bien
abiertos, cuando sean educados en la madurez política, en la crítica sana y
profunda a sus autoridades, cuando hayan sido formados en los valores humanos
fundamentales, como la verdad, la justicia, el respeto a los derechos humanos, a la diversidad e igualdad racial, la paz, el amor.