IMPREGNARNOS CON EL ESPÍRITU DE DIOS
Domingo 10 de enero de 2021
Marcos 1,7-11.
Carlos Pérez B., pbro.
Concluimos
hoy el tiempo litúrgico de la navidad con esta fiesta del bautismo de Jesús. En
el evangelio según san Marcos, al que vamos a seguir la mayoría de los domingos
de este año litúrgico, nos ofrece el bautismo de Jesús como una nueva
manifestación suya, y así seguiremos el evangelio, manifestación tras
manifestación. Epifanía, palabra griega, significa ‘manifestación’. Así es, en
cada momento de su vida, Jesucristo se manifiesta y manifiesta al Padre como el
Dios que salva, y no sabemos si decir que Jesucristo manifiesta al Espíritu
Santo o el Espíritu Santo manifiesta al Hijo, o ambas cosas, y el Padre
manifiesta al Hijo con esa voz venida del cielo, como lo vemos en esta escena
evangélica. Total, Dios es revelación, y esto es un don (regalo) que debemos
agradecer y celebrar.
Hoy
leemos a san Marcos, y el próximo domingo, nos vamos a dar un saltito al
evangelio según san Juan. Les confieso que tengo una especial predilección por
el evangelio según san Marcos, el más corto de los cuatro, también el más
antiguo testimonio escrito acerca de Jesucristo. Leer pasajes paralelos en los
otros evangelios me obliga casi siempre a remitirme a san Marcos, porque me
parece el más original, el punto de partida para entender los otros. Es el
evangelio o buena noticia por excelencia, tal como lo expresa el primer
versículo de todo su evangelio: "comienzo
de la buena noticia de Jesucristo, hijo de Dios”.
San
Marcos no nos habla del nacimiento de Jesús, ni de su infancia, lo presenta
directamente adulto. Y el pasaje de hoy es, no sólo la presentación que hace el
mismo evangelista sino también Juan el bautista, y lo que es mejor, la
presentación que hacen del Hijo encarnado, tanto el Padre eterno como el
Espíritu Santo; éste segundo al aparecer en forma o figura de paloma, y el
primero, por aquella voz venida del cielo.
También
nosotros estamos llamados a presentarle al mundo al Hijo de Dios, a
manifestárselo como la buena noticia capaz de transformarlo en una nueva
creación. San Marcos hace esta presentación a lo largo de 16 capítulos,
maravilloso relato que todos los seres humanos hemos de conocer, no sólo de
leer alguna vez en nuestra vida, sino de hacer de esas páginas evangélicas
nuestro alimento espiritual cotidiano. Nuestra espiritualidad se sostiene con
la Palabra del Maestro, con la Persona del Maestro. El mismo Jesucristo, al
entrar nosotros en el Evangelio, nos irá conduciendo a llevárselo a todo el
mundo. Pero primero tenemos nosotros que conocer cada día más a profundidad
este relato evangélico, esta Persona, con todo lo que lo rodea, sus discípulos,
las multitudes, sus adversarios.
Dicen
algunos hermanos no católicos que para qué bautizamos a nuestros niños si no
tienen pecados. Pues nuestro señor Jesucristo tampoco tenía pecados y sin
embargo se bautizó. Lo hizo para manifestar que tenía el Espíritu Santo en
plenitud, y que el Padre estaba completamente en comunión con él, complacido
tal como un papá lo está con su hijo cuando hace bien las cosas. Hay que notar
que Jesucristo no se fue al templo de Jerusalén, el lugar santo, el signo
visible de la presencia de Dios en medio de su pueblo, como lo sentían los
judíos, para iniciar su ministerio, sino que se fue al Jordán, en medio de los
pecadores. Y el Padre eterno se complace con este movimiento tan curioso del
Hijo, y al igual, el Espíritu Santo ratifica que este salirse de los caminos
"institucionales” de la religión judía, es la misión del ungido por él. Salir a
los pecadores será la misión de Jesús, y de todos sus seguidores. Hacer una
agrupación de personas selectas, encerradas en su religiosidad, no es la obra
de Jesús. Salir a buscar a los excluidos, para hacerlos protagonistas de la
salvación de esta humanidad, es lo propio del cristianismo.
Dice
el Bautista que Jesús viene a bautizar con el Espíritu Santo. Esto es algo que
debemos entender con precisión. Bautizar, un verbo que viene del griego,
significa ‘empapar’, ‘impregnar’. Jesucristo viene a impregnar a este mundo con
el Espíritu de Dios. No pensemos que Jesucristo quiere hacernos muy
espiritualones, lo digo de esta manera para que no mal entendamos las cosas.
Empapar a este mundo del Espíritu no quiere decir hacernos rezanderos, o
piadosos, o adictos a las devociones. Es algo mucho muy distinto. Bautizarnos
con el Espíritu es hacernos más humanos, en el sentido de volvernos menos
animales, más hijos de Dios, más practicantes del amor, de la paz, de la
justicia de Dios. Así lo escuchamos hoy en la primera carta de san Juan: "Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste". Si Jesucristo nos bautiza con el Espíritu Santo, es que quiere hacernos como él.