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JESUCRISTO ENTRA A LA ORACIÓN Y SALE
A LOS PUEBLOS
Domingo 7 de febrero de 2021, 5°
ordinario
Marcos 1,29-39.
Carlos Pérez B., pbro.
Recordemos que Jesús y sus
discípulos, de la orilla del lago de Galilea, donde Jesucristo los llamó, se
fueron a la sinagoga de Cafarnaúm. Ahí comenzó a enseñar al pueblo sencillo,
más que con palabras con acciones palpables de que el poder de Dios estaba de
parte de los excluidos, de los impuros. Lo hizo expulsando a un espíritu
inmundo. Una enseñanza en verdad novedosa.
Pues ahora los vemos en la casa de
Simón y Andrés. Primero, el evangelista nos hace fijar nuestra mirada en Jesús
y la suegra de Simón. Este discípulo, que después llegaría a ser el primado de
los apóstoles, tenía suegra. No nos dice san Marcos que tuviera mujer e hijos,
pero por lo menos tenía suegra, y estaba en cama con fiebre. En aquel tiempo,
tener fiebre era algo preocupante, porque se ignoraba qué enfermedad estaba
provocando una temperatura alta, y se temía que pudiera ser algo grave, como
hoy, que unos 37.5 grados o más puede ser un síntoma de la covid-19, tan temida
por todos.
No pasemos por alto el detalle tan
tierno y cariñoso por parte de Jesús. El domingo pasado le habló enérgicamente
al espíritu impuro diciéndole: "cállate y
sal de él”. Ahora con delicadeza toma de la mano a esta mujer y la levanta,
yo digo que con suavidad. "La fiebre la
dejó”, dice el evangelista con bastante ingenuidad, propia de aquellos
tiempos; no dice que se le quitó, como traduce el leccionario. Ella se pone a
servir. No pensemos que la levantó porque no había quién les hiciera la cena y
la necesitaban para eso. Eso sería una imagen misógina, de desprecio a las
mujeres. Más bien veamos que todo ser humano, sea hombre o mujer, está llamado
a servir, y para eso nos toma Jesús de la mano. Ser servidor, para nosotros los
cristianos, es una altísima dignidad, porque Jesucristo se hizo servidor de
todos, no vino a ser servido (ver Marcos 10,45).
Luego, el evangelista nos presenta
una imagen muy positiva por parte de Jesús, y muy negativa en lo que se refiere
a esta comunidad de familias de pescadores. A pesar de que los judíos del
centro pensaban que los galileos eran gente alejada de Dios, aquí los vemos
sumamente respetuosos del sábado. Jesucristo no lo era si se trataba de dar
salud. Ellos se esperaron a que se terminara el sábado para salir encarrerados
detrás de Jesús. Hay que decir que aquellas antiguas gentes no vivían en la
mentalidad de que los días se terminaban a las 12 de la noche, como nosotros,
sino a la puesta del sol. Metido el sol completamente, se acabó el sábado, y ya
podían hacer muchas cosas sin faltar a la ley de Moisés.
La imagen es sumamente atractiva por
este lado: Jesús los recibe a todos, derrocha salud y pureza, y esa será su
actividad en todo su caminar por Galilea, incluso llegando a Jerusalén. No deja
hablar a los espíritus inmundos, pero sabemos que a las personas sí las
escucha. Pero hay que reconocer que se trata de una mala imagen de un pequeño
pueblo. Tener tantos enfermos y endemoniados es una imagen por demás negativa.
Se trataba de un pueblo maldito. Los judíos pensaban que la enfermedad y todas
las desgracias eran consecuencia inmediata del pecado. Si tú estás enfermo,
eres un pecador, y pesa sobre ti la maldición de Dios. Así lo vemos a lo largo
del evangelio. Por ejemplo, al paralítico del capítulo 2, Jesucristo lo recibe
de entrada con un "tus pecados te son
perdonados”.
Sin embargo, los cristianos nos
alegramos de que Jesucristo acuda a esos lugares considerados malditos, porque
en realidad él hará ver que gozan, todas esas gentes, de la bendición de Dios,
y él es la bendición de Dios en persona: Dios está con ellos, Dios los ama, y
qué mejor que sentirlo en persona.
Jesucristo era una persona de
oración. No era un rezandero, que no es lo mismo. Él se retira al silencio, a
la soledad. Se antoja que el evangelista nos hubiera ofrecido más detalles
acerca de esta manera de orar, así no nos perderíamos en tanta palabrería. Yo
no me imagino a Jesús repitiendo y repitiendo rezos, y eso que se sabía con
seguridad muchos salmos, como lo vemos en otros momentos evangélicos. Es más
adecuado imaginarnos a Jesús en la contemplación, sintiendo la presencia
amorosa del Padre, su fuerza, su gracia, en la escucha, discerniendo su santa
voluntad.
Precisamente por eso, saliendo de la
oración, es que Jesús puede responderles a los discípulos que ha salido a
buscarlo: no me regresen a Cafarnaúm donde he tenido impacto entre las gentes,
mejor vayamos a los lugares circunvecinos, porque "para esto he salido”. ‘Salir’ es el verbo que propiamente utiliza
el evangelista. Salir a las gentes es el fruto de su oración. Ni se queda en el
ambiente de recogimiento ni se deja aprisionar por el pueblo. Hay que salir a
predicar, con toda la persona, más que con palabras, como es el distintivo de
la presentación de Jesús que nos hace san Marcos.