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EL BUEN PASTOR AMA A LAS OVEJAS, DE
DENTRO Y DE FUERA
4° domingo de pascua, 25 de abril de
2021
Juan 10,11-18
Carlos Pérez B., pbro.
El 4° domingo de pascua la Iglesia nos ofrece cada año la imagen de
Jesucristo como el buen pastor. Son tres pasajes de este capítulo 10 de san
Juan que leemos de manera cíclica.
Este capítulo 10 es consecuencia de una obra maravillosa que realizó
Jesucristo en un hombre que había nacido ciego, un limosnero al que los judíos
consideraban como un pecado en persona. Jesús lo toma en sus manos y lo
transforma radicalmente. No sólo le abre los ojos para que vea físicamente,
sino sobre todo para que se convierta en un vidente espiritual: lo hace un ser
pensante, con un sentido de las cosas mejor que el de los mismos fariseos; y
por encima de todo, hace de él un ser creyente, un discípulo suyo. Esta
relación entre la transformación del ciego y las parábolas de la puerta del
redil y del buen pastor y sus ovejas, la establece el mismo evangelista en
10,21 al relatarnos la reacción de los judíos: "¿Puede acaso un demonio abrir los ojos de los ciegos?”
Los judíos, o mejor dicho, los fariseos y sus dirigentes no hacían otra
cosa que despreciarlo, nunca le tendieron la mano para ayudarlo, mucho menos
para levantarlo de su postración. Jesús hizo todo por él, a riesgo exponerse a
sí mismo al rechazo de los judíos, por hacer estas cosas en sábado. En realidad
lo del sábado era lo de menos, un mero pretexto para entrar en conflicto con
Jesús. Lo verdaderamente conflictivo era abrirles los ojos a las personas para
ponerlas en la debida relación con Dios, su salvador, y en la debida relación
con los demás, como lo vivía el mismo Jesús. Y esta obra de Dios era la que
ellos se resistían a aceptar, porque no les convenía, como no les agradó que el
mismo ex ciego les hiciera ver la verdad a ellos.
Nuestra Iglesia, ¿sí está dispuesta a que los laicos crezcan y vayan
tomando su lugar de protagonismo en la obra de la salvación? ¿O preferimos que
sean los eternamente menores de edad en todas las cosas? De ser así las cosas,
entonces no somos la iglesia de Jesucristo, quien en vez de cerrarles los ojos
a los de abajo, se los abría.
El capítulo 9 había terminado con esta sentencia: "Algunos fariseos que
estaban con él oyeron esto y le dijeron: ¿Es que también nosotros somos ciegos? Jesús les respondió: Si fueran
ciegos, no tendrían pecado; pero, como dicen que ven, su pecado permanece” (Juan 9,40s). A ellos se
refieren las palabras que, fuera de este contexto, nos podrían parecer muy dulzonas
y románticas, "yo soy el buen pastor”, como una imagen tomada de la catequesis
infantil. Pero es toda una toma de posición frente a las posturas y actitudes
asumidas por los seres humanos, que responden más bien a intereses personales y
no a los proyectos de Dios, encerrándose en sí mismos.
En la Iglesia, sobre todo
los líderes religiosos, pero también los laicos en relación con sus dirigentes,
y la Iglesia toda en su conjunto, hemos de tener mucho cuidado de realizar una
verdadera labor ‘pastoral’ hacia el mundo, hacia los más pobres y desamparados,
de manera universal. No somos los dueños del rebaño, somos los servidores del
Buen Pastor, el que viene a salvar, a conducir a sus ovejas a los pastos buenos
y hacia las fuentes de agua transparentes (ver salmo 23), es decir, hacia la
transformación de nuestro mundo en ese reino de la armonía, de la inclusión, de
la justicia, de la paz y del amor de Dios. Que no diga nuestro Señor que somos
la versión moderna de aquellos asalariados que sólo trabajan por la paga y no
por amor al rebaño.
En esta sociedad nuestra,
muchas profesiones y oficios se prestan sólo por la paga. Hay ciertamente otros
que se desempeñan voluntaria y gratuitamente. En este último sector se ha de
colocar nuestra Iglesia y cada uno de sus ministros.
Permítanme preguntarles a
mis hermanos en el ministerio presbiteral: ¿te encariñas con las personas en la
parroquia donde estás o en el medio donde te mueves o quieres moverte, o estás
pensando y esperando que el obispo te cambie a una mejor o a algún cargo
diocesano más retribuible? ¿Sientes también cariño o compasión por los que no
se acercan a Misa? ¿Sales a la calle y puntos de reunión para tener contacto con ellos?