(Puede
hacer click en la imagen de la capilla de cantera para que se desplieguen los
demás artículos)
PASÓ LA VIDA HACIENDO EL BIEN
6 de junio de 2021
Marcos 3,20-35.
Carlos Pérez B., pbro.
El pasaje evangélico que escuchamos en la Misa es un claro ejemplo de
que nosotros, discípulos de Jesús, tenemos que dejarnos enseñar y moldear por la
Palabra (enseñanza) del Maestro. Es necesario desprendernos de ideas anteriores
que a fuerza de repetírnoslas se nos van haciendo como si fueran palabra de
Dios. Nosotros tenemos ciertamente un modelo de familia en la cabeza, y claro
que es muy bonito, sin embargo, Jesucristo nos hace ir más allá de nuestros
modelos.
En el pasaje evangélico precedente, se acusa a Jesús de violar el
sábado, por haber curado a un hombre que tenía la mano paralizada, y hasta
deciden la muerte de Jesús. Enseguida, son sus parientes y los escribas los que
lo critican y acusan de cosas también graves. No dice con claridad san Marcos
si eran sus parientes los que decían que Jesucristo estaba loco o si ellos
solamente oían ese ‘decir’ desde las gentes, el caso es que van a recogerlo
porque están más o menos de acuerdo con lo que se dice, como se haría hoy en
día con un ser querido que ha perdido la razón. ¿Cómo la ven? San Marcos no se
detiene para suavizar las cosas y qué bueno por su transparencia.
A sus parientes, Jesús les responderá que su madre y sus hermanos son
aquellos que cumplen la voluntad de su Padre. Los predicadores suavizan las
cosas, para no dejar mal parada a la familia de Jesús, diciendo que también
ellos, sobre todo la virgen María, son cumplidores de la voluntad de Dios, pero
eso no lo dice ni lo da a entender el evangelista, porque Jesús pronunció esas
palabras mirando directamente a los que estaban en torno suyo. Lo que sí
debemos acoger, como voluntad del Maestro, es que Jesús amplía los límites de
su familia, más aún, que funda una nueva familia, una familia espiritual, no
tanto por dejar a la familia carnal de lado, sino para trascender sus límites
que, como todas las cosas humanas, los tienen.
Muchos cristianos hemos vivido la experiencia de esa nueva realidad. Yo
salí de mi casa a los 12 años de edad. Conservo los lazos familiares, gracias a
Dios, pero, en el seminario, y posteriormente en las parroquias, he vivido la
gran fraternidad de la Iglesia. A muchas personas las traigo en el corazón, a
pesar de haber salido de esas parroquias desde hace años. Pertenezco a la
familia espiritual del Prado, con hermanos sacerdotes de varias partes del
país. En esa familia he crecido en el conocimiento, el amor y el seguimiento de
Jesucristo.
La pastoral familiar de nuestra Iglesia ha de partir de la Palabra del
Maestro, no de nuestras ideas. Es cierto que la familia humana es la célula
fundamental de nuestra humanidad y de nuestra sociedad. Ahí nos formamos los
seres humanos como tales, ahí nos vamos formando como cristianos. Y la
maravilla de persona que vemos en Jesús, sabemos que se formó en el seno de esa
familia humana, al amparo de José y María: en los valores humanos y
evangélicos, en la escucha de la Palabra, en la obediencia a la Palabra del
Padre. Pero no debemos encerrarnos en un círculo estrecho, esto no sería propio
de las enseñanzas de Jesucristo.
Recordemos el pasaje de cuando Jesús fue a su pueblo de Nazaret, en el
capítulo 6 de san Marcos. Ellos, sus parientes, porque eso era Nazaret, un
pequeño conglomerado de familias emparentadas entre sí, se escandalizaron de su
paisano, cuando después de un buen tiempo de desierto, regresó a ellos
convertido en un profeta y en un taumaturgo (milagroso). ¿Un artesano llegado a
profeta? ‘No me cuenten’, dirían ellos. San Juan también nos ofrece su
testimonio de la distancia entre Jesús y su parentela carnal: "Es que ni siquiera sus hermanos creían en
él” (Juan 7,5).
Los escribas iban más lejos en su crítica y rechazo a Jesús, decían que
estaba endemoniado. Atribuirle al diablo algo que es de Dios, es cosa perversa,
es distorsionar completamente las cosas. Las personas podrían preguntarse,
¿entonces de qué lado está lo bueno? Por eso nuestro Señor dice que es un
pecado contra el Espíritu Santo y no tiene perdón, porque equivale a cerrarse a
la bondad y la salvación de Dios, o decir que Dios es un diablo superior al
diablo. Los profetas decían: "ay de los
que cambian en ajenjo el juicio y echan por tierra la justicia… y aborrecen al
que habla con sinceridad” (Amós 5,7). Los escribas eran personas muy
metidas en religión. ¿Por qué se colocaban en contra de Jesús, que expulsaba al
demonio y a la maldad de la vida de los seres humanos? Tengamos cuidado, usemos
el discernimiento del Espíritu, los católicos, incluso los clérigos, creyendo
que estamos del lado de Dios podemos juzgar las cosas al revés y condenar las
cosas buenas y los valores que hay en nuestro mundo. Nuestro Señor no era un
escriba o funcionario de la religión, era un artesano, un hombre del pueblo, y
se dedicaba a hacer el bien a todos. Decía san Pedro en casa de Cornelio,
refiriéndose a Jesucristo: "Cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el
Diablo” (Hechos 10,38).