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TENER FE EN EL MISTERIO DEL REINO
Domingo 12° ordinario. 20 de junio de
2021
Marcos 4,35-41.
Carlos Pérez B., pbro.
Esta escena sucede después
del discurso de Jesús en parábolas, en el que nos expone el misterio del reino
de Dios, misterio que lo trajo al mundo y por el cual ha entregado la vida en
una cruz.
El leccionario romano no le
hace buen favor al evangelio al empezar la lectura así: "un día …”, con lo que establece un rompimiento de carácter
temporal con el pasaje anterior, siendo que se trata del mismo día de las
parábolas, porque son dos escenas conectadas intencionalmente entre sí. Por
eso, es mejor que vayamos a la Biblia para ver su versión: "Y les anunciaba la Palabra
con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin
parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado. Este
día, al atardecer, les dice: Pasemos a la otra orilla. Despiden a la gente
y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él” …
Para el evangelista san
Marcos es muy importante presentarnos la reacción de los discípulos ante las
obras y las enseñanzas de Jesús, en este pasaje y en otros. Podríamos hacernos
esta pregunta: ¿entendieron ellos el misterio revelado por medio de parábolas?
Igualmente nosotros: ¿estamos entendiendo y entrando en los misterios del
reino? El miedo y la falta de fe es nuestra respuesta no verbal a esta
pregunta.
Si no estamos entrando en
la comprensión de la revelación del misterio del proyecto del Padre llamado
Reino, es por eso que vivimos en este mundo con miedos, pavor, incertidumbres,
falta de fe, se nos hace que el piso se nos mueve a nuestros pies, perdemos
nuestra base de apoyo que es la confianza en los santos proyectos de Dios. ¿Y
cuál es la respuesta del propio Jesús? Él duerme tranquilamente en una barca
zarandeada por la tempestad. Hasta lo tienen que despertar con cierta energía:
¿No te importa que perezcamos? Como si sólo ellos fueran a perecer y Jesucristo
no. Pero iban en la misma barca.
Este pasaje lo proclamaba
el Papa Francisco el año pasado, en una plaza de San Pedro completamente vacía,
precisamente cuando teníamos a la pandemia encima, con tantísimos enfermos y
fallecidos. Eran días de angustia que hasta nos atrevíamos a pensar ¿se irá a
acabar la humanidad por este virus? ¿Estaremos ya pagando nuestros numerosos
pecados? ¿Por qué Dios está tan enojado, por qué no mete las manos mágicamente
para acabar con todo este mal? Ya lo hemos experimentado en carne propia y
todavía no se acaba. Para qué hablar de los demás males como la violencia, la
corrupción, la incertidumbre en la que vivimos, la crisis económica. Las redes
sociales, con mensajes y falsas notas que tienen su origen en ciertas clases
pudientes, han sembrado el pavor en gran parte de la población: estamos a punto
de cancelar nuestra democracia, ya tenemos la dictadura encima, vamos a ser
como Venezuela, como los países antaño comunistas. Total que, motivos para
vivir en la zozobra, no faltan.
A Jesucristo nuestro Señor
no se le traba la lengua cuando nos tiene que regañar o reclamarnos algo con
toda claridad y energía: "¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no
tienen fe?” No es la
única sino varias veces en este evangelio de san Marcos en que Jesús, nos
motiva a fortalecer nuestra fe en los proyectos del Padre:
En la
casa de Cafarnaúm Jesús obra el milagro de levantar a un paralítico gracias a
la fe de los que lo llevaban: "Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico…” (Marcos 2,5).
A la mujer que padecía
sangrado desde hacía doce años, le dice: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad”. (Marcos 5,34). Y ese
llamado le hace a Jairo, el padre de la muchachita que va a levantar: "No temas; solamente ten fe”. (Marcos
5,36).
Estando entre sus paisanos de Nazaret, Jesús se quedó sorprendido
precisamente de esa carencia: "Y se
maravilló de su falta de fe” (Marcos 6,6).
Al bajar del monte de la
transfiguración y toparse con un muchacho que tenía un espíritu inmundo, el
padre de este chico le dice a Jesús: "¡Creo, ayuda a mi poca fe!”
(Marcos 9,24). Eso precisamente era lo que les faltaba a sus discípulos.
Al ciego de Jericó, tan insistente en sus reclamos de salud, a pesar del
rechazo de los que lo rodeaban, y que además resulta ser la contraparte de sus
discípulos que no acaban de abrir los ojos ante los anuncios de la pasión,
Jesús le dice: "Vete, tu fe te ha
salvado”. (Marcos 10,52).
Y finalmente, cuando los discípulos comprueban que la higuera que Jesús
acababa de maldecir porque no tenía fruto (signo de la estructura religiosa y
cultualista centrada en el templo de Jerusalén), se había secado, Jesús les
dice, para invitarlos a entrar en el nuevo proyecto de salvación que conlleva
en toda su persona, les explica y les hace el llamado: "tengan fe en Dios” (Marcos 11,22).
No nos quedemos en lo
bonito y sencillo de las parábolas, ellas nos hablan del misterio del reino, y
nos invitan a entrar de cuerpo entero en ese misterio o proyecto de Dios para
esta humanidad… pero la verdad es que se requiere mucha fe para empeñar toda
nuestra persona en él.
Hagamos llegar este llamado
a todos nuestros católicos para pasar, de una fe mágica e individualista, a una
fe evangélica en el reino de Dios.