Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     





LA GRATUIDAD MANIFESTADA EN UNOS PANES Y PECES

Domingo 17° ordinario. 25 de julio de 2021

Juan 6,1-15 (Marcos 6,35-44).

Carlos Pérez B., pbro.

 

El domingo pasado escuchábamos en San Marcos que Jesucristo recibió a los doce, los cuales andaban de misión enviados por él. Tenía intenciones de retirarse con ellos a un lugar apartado y solitario para descansar un poco porque la gente no los dejaba ni comer. Pero en ese momento no lo consigue, porque la gente se les adelanta por tierra y llegan antes que ellos. Jesucristo siente compasión por esta gente y se pone a enseñarles muchas cosas, hasta que se le hace tarde. Entonces, nos sigue diciendo san Marcos, se le acercan los discípulos para pedirle que despida a la gente y vayan a comprarse de comer.

Bueno, esto ya no lo leímos en san Marcos, porque ahora la Iglesia, al llegar al milagro de los panes, nos ha mandado al evangelio según san Juan, ahí escuchamos esta señal, y nos quedaremos cuatro domingos más en este evangelio para repasar la enseñanza de Jesús sobre el Pan de vida, que es él mismo.

Para nuestro conocimiento de los santos evangelios, hay que decir que el milagro de los panes lo encontramos seis veces en los cuatro evangelios: dos en Mateo (capítulos 14 y 15), dos en Marcos (capítulos 6 y 8), uno en Lucas (capítulo 9) y uno en Juan (capítulo 6). A mí no me gusta llamarle la "multiplicación” de los panes, como hacen nuestras Biblias y tantos predicadores. Primero, porque los evangelistas no usan esa palabra. Segundo, porque esa palabra suena más a magia que a milagro. En san Juan, Jesucristo le llama ‘señal’.

Abusando de su tiempo, quiero primero detenerme en algunos detalles del milagro como lo leemos en san Marcos, para no dejar pasar su riqueza.

Los discípulos hablan de ‘comprar’ y de ‘dinero’ (denarios). Jesucristo habla de ‘dar’ y de ‘panes’. Véanlo ustedes en su Biblia. Son dos mentalidades. Es que nosotros, los discípulos, ya no sabemos ver y entender las cosas si no es en términos de compra y de dinero. Si tienes dinero, comes; si no tienes dinero, no comes. Ése no es el problema para nuestro Señor. Si hay pan, todos comemos, el secreto está en compartir.

Primero, aunque parezcan pocos los panes para tanta gente, Jesucristo toma los panes y los pescados y levanta los ojos al cielo para bendecir a Dios. Esto sólo se puede hacer con un corazón humilde y agradecido. Un corazón soberbio lo que haría sería protestar y quejarse porque Dios o la naturaleza no nos brinda lo suficiente. La verdad es que Dios le da de comer a todas sus criaturas, por eso estamos aquí en este planeta creado; de lo contrario, no lo estaríamos platicando.

Segundo, partió los panes y se los fue dando a los discípulos. No dice el evangelista que los multiplicó, sino que los partió, ahí radica el milagro. ¿Lo entendemos? ¿Así lo ponemos en práctica?

Ahora sí voy con san Juan, que es el pasaje que hemos escuchado en la Misa. Jesucristo habla de panes y Felipe piensa en el dinero para darles de comer a todos. En Juan vemos a un muchachito que no piensa en sí mismo, sino que pone sus panes de cebada a disposición de Jesús. No sabe lo que puede hacer Jesús, pero él generosamente coopera. Así, de poquito en poquito cada quien, se hacen las cosas, incluso el proyecto del reino, porque Dios hace lo demás.

(Hay que decir de pasada, que esta señal milagrosa tiene una relación muy directa con la Eucaristía, y Jesús la realizó con panes de cebada. Pero el milagro de la Misa no se puede hacer con ese pan, porque la Iglesia establece que ha de ser de trigo. Lo bueno es que Jesucristo no se atiene a nuestras normas).

Este evangelista habla de "dar gracias” a Dios. En griego se utiliza la palabra ‘eucaristesas’ (dadas las gracias), que tal como suena, nos remite a la Eucaristía. Es lo que hacemos cuando nos sentamos a la mesa: aunque sean frijolitos con tortillas recalentadas, los creyentes le damos gracias a Dios. No le pedimos más que el pan de cada día. Y si a nosotros nos da de comer, le pedimos que también haya pan para todos. Y Dios nos contestará: ‘denles ustedes de comer’.

Enseguida san Juan nos dice que Jesucristo se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. No es lo mismo repartir que multiplicar. Una es la mentalidad evangélica, la otra, la mentalidad capitalista y egoísta.

Dios le da de comer a todas sus criaturas, decíamos: a peces, reptiles, aves, mamíferos, insectos, a hombres y mujeres de poca fe, etc., etc. Vean Mateo 6,30. Si no tenemos ojos para ver esta señal que sucede todos los días frente a nosotros, es que no somos creyentes, y a creer nos invita Jesús en el evangelio.

Esta señal milagrosa tenía que ver con el reino de Dios, tal como lo destaca el evangelista al comentarnos que querían hacer rey a Jesús. Para eso son los gobernantes, para darle de comer al pueblo, o al menos para organizar la economía de manera que haya oportunidades igualitarias para todos, como en esta señal milagrosa. Es el mundo nuevo que Dios quiere realizar poco a poco en su Hijo Jesucristo, y así nosotros lo celebramos cada día en la Eucaristía, no como una celebración de espaldas a la vida del pueblo, sino como la gracia y la gratuidad con que Dios nos sienta a su mesa de la creación; no sólo nos da de comer, sino que nos brinda gratuitamente a la persona de su Hijo para la salvación y transformación toda la humanidad. Ésta será la insistencia de los siguientes domingos.


 

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