DIOS LEVANTA A LOS HUMILDES, COMO
MARÍA
Solemnidad de la asunción de María,
15 de agosto de 2021
Lucas 1,39-56.
Carlos Pérez B., pbro.
Este domingo 20° ordinario, nos tocaba continuar con nuestro repaso del
capítulo 6 de san Juan. Pero como esta solemnidad de la asunción de la Virgen
ha caído en domingo, pues el domingo ordinario cede su lugar a la solemnidad.
La Iglesia nos ofrece el pasaje de la visita de María a su prima Isabel.
Fantástico pasaje. Se trata del encuentro de dos mujeres y de dos pequeños que
aún no han nacido. Tan sólo con esta escena evangélica, nosotros tomamos una
postura clara en torno a las personas que aún se están formando en el seno de
sus madres. Por sentido común, desde siempre, - los datos científicos nos
llegan después para confirmar esto, - los consideramos ya seres humanos, con
todos sus derechos.
La escena es exclusiva del evangelista San Lucas. Después de recibir la
noticia, el anuncio, más aún, la propuesta del ángel Gabriel, de parte de Dios,
de que ella había sido elegida para desempeñar el papel de madre en la
encarnación del Hijo de Dios, ahora el evangelista nos presenta esta imagen
maravillosa de la virgen.
Ella no es la virgen que nosotros tenemos en nuestros nichos de los
templos. No. María es una chica pobre y sencilla, habitante de un pueblito,
desconocido en aquel entonces, llamado Nazaret. Es, sin lugar a dudas, una
persona buena, excelente, una jovencita que, sin decirlo con esas palabras el
evangelista, aparece como servicial, trabajadora, humilde, sobre todo al
servicio del proyecto de salvación de Dios nuestro Padre.
Cuando recibe la noticia de tan excelsa vocación o llamado divino, no
hace escándalo, no lo anuncia por doquier, no va a las tiendas de moda para
vestirse elegantemente como nosotros la vestimos. No. ¿Qué hace? "Se levanta” (anastasa, en griego, ‘levantada’),
nos dice san Lucas. Desgraciadamente el leccionario romano no consigna este
gesto tan creyente de la Virgen. Y no es que nos diga que estaba acostada o
sentada y se tuvo que poner de pie. No. Lo que san Lucas nos ofrece es la
imagen de una mujer creyente, que levanta su persona, su mente, su corazón, su
espíritu ante las propuestas de Dios. Se levantó, pues, en ese sentido, y se
fue presurosa a ese caserío de la montaña de Judea, a la casa de Zacarías e
Isabel.
La premura es la respuesta del verdadero creyente. No es la duda del
que la tiene que pensar mucho. Otras cosas sí necesitarán detenimiento y
discernimiento, pero esto de la encarnación del Verbo, y que su pariente Isabel
está embarazada, no necesita dilación. Dios se lo comunica y al buen entendedor
o entendedora pocas palabras, especialmente la que es buena creyente. Dios no
le tiene que decir: ‘levántate, mujer, aquella te está necesitando. No te
tardes’. Nada de eso. La virgen lo entiende a la primera y, en cuanto acoge
obedientemente la propuesta de Dios, se va presurosa hacia Judea. Estos acentos
son muy propios del evangelio. Recordemos que más adelante, nos presentará a
los pastores que, una vez que reciben la noticia del nacimiento de Jesús, se
van de prisa a Belén. Y todavía más delante, Jesucristo llamará a las personas
en su seguimiento y les dirá que no vuelvan la vista atrás, que dejen que los
muertos entierren a sus muertos, que ni siquiera hay que organizar despedidas
para levantarse y seguir sus pasos (ver final del capítulo 9).
Así es que, hay que decirnos a nosotros mismos los católicos: si Dios
te está llamando, responde con prontitud, como María, quien había expresado
categóricamente ser la esclava del Señor, y lo sabe hacer al servicio de su
prójimo.
Qué encuentro tan hermoso nos platica el evangelista, tanto entre las
dos mujeres, como entre las dos criaturas. La encarnación del Hijo de Dios nos
llena de alegría tanto que perdura por los siglos. Es la visita de Dios en
persona, para los pobres, para los marginados, para los que sufren, y a partir,
de ellos, para todos. Dios pone sus ojos en los humildes y los (nos) llena de
su Espíritu. Los creyentes no nos podemos resistir a estas predilecciones de
Dios nuestro Padre. Por eso decimos que cómo es necesario que todos los
católicos (clérigos y laicos), nos pongamos a la escucha del Evangelio, para
que nos dejemos formar por él.
Después de reiterarse humilde esclava, la Virgen recita un cántico,
sorprendente por tratarse de una adolescente. Este cántico nos parecería más
propio de alguien que se ha formado en los movimientos socio religiosos de
liberación de los pobres. Esta, llamémosle anacrónicamente ‘lucha de clases’,
siempre ha estado ahí en el Evangelio, pero como no lo leemos, no lo
estudiamos, cuando alguien habla de los pobres, a no ser de manera
asistencialista, piensa luego en los enemigos de la religión. Pero es todo lo
contrario, se trata del programa de Dios. Permítanme repetirlo: dispersar a los
que se creen mucho en esta sociedad, bajar de sus tronos a los que se han
establecido en el poder, levantar a los humildes, a los hambrientos colmarlos
de bienes mientras que a los ricos despedirlos con las manos vacías.
Tan alta obra realiza Dios en esta humilde mujer, que lo de su asunción
es una consecuencia natural. Nuestro Señor nos enseña: "el que se humille, será
ensalzado” (Lucas 18,14).