Maximino Cerezo Barredo, Pintor de la Liberación     




ENTRAR EN COMUNIÓN DE VIDA PLENA CON JESÚS

Domingo 21° ordinario, 22 de agosto de 2021

Juan 6,55-69.

Carlos Pérez B., pbro.

 

Con el pasaje de hoy, damos por concluida nuestra lectura del capítulo 6 de san Juan, la señal de los panes y la enseñanza sobre el Pan de vida, para luego volver con san Marcos el domingo que viene.

Hagamos un repaso por las reacciones de la gente ante las señales, las enseñanzas y la persona de Jesucristo:

6,14.- "Al ver la gente la señal que había realizado, decía: Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo”.

6,26.- "Ustedes me buscan, no porque han visto (entendido las) señales, sino porque han comido de los panes y se han saciado”.

6,34.36.- "Señor, danos siempre de ese pan…Pero ya se lo he dicho: Me han visto y no creen”.

6,41.43.- "Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo… Jesús les respondió: No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae”.

6,52.- "Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

6,60.- "Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?”

6,64.- "Hay entre ustedes algunos que no creen… Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él”.

6,67-69.- "Jesús dijo entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren marcharse? Le respondió Simón Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

Ahora, echémosle una mirada a nuestra fe, a nuestra manera de entender y de vivir la fe: ¿conocemos a Jesús? Para poder creer en él es preciso conocerle. ¿Estamos leyendo y estudiando los santos evangelios para conocerle de manera personal? ¿Nos hemos encariñado, enamorado de Jesús? Para Jesús son sinónimos creer en él y entrar en comunión de vida con él, o para decirlo con sus palabras: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”.

Nosotros nos podemos quedar, en una interpretación ingenua, con la idea de que aquella gente se había escandalizado porque pensaban que Jesucristo los estaba invitando a que se lo comieran a mordidas, como si fueran caníbales, pero sobre todo, que tenían que beberse su sangre, como si fueran vampiros, algo que chocaba a todo judío porque la ley de Moisés les prohibía tomar la sangre de cualquier animal, no se diga persona. Pero quienes ya estamos conociendo y queriendo entender más a fondo a nuestro Señor, sabemos que Jesús nos está invitando a entrar en comunión plena de vida, de mente, de corazón, de espíritu con él. Y esto es propiamente lo que es inaceptable para muchos de aquel tiempo y de nuestro tiempo, especialmente en nuestros círculos intelectuales, ideologías, pero también en los ambientes de dinero, de poder, de ego y de consumo.

La religión católica atrae a muchos porque no exige tanto, sólo un que otro acto mental a lo que llamamos fe. Nos gustan sus ceremonias ocasionales, como las bodas, las quinceañeras, hasta los funerales para esos momentos de dolor. Nos gustan los salones de eventos (religiosos) a los que llamamos templos o iglesias, nos gustan algunos coros elegantes que se dan en algunas parroquias, hasta nos gustan algunos padres que nos hacen reír o llorar, o que saben entretenernos.

Jesucristo desde luego que no es eso lo que quiere. Repitamos: él nos invita a entrar en comunión de vida plena con él. ¿Qué quiere decir eso? Entrar en comunión con Jesucristo el pobre, el judío marginado. Comulgar con su programa llamado "Reino”, que implica una conversión profunda del corazón, de cada persona, de todo nuestro mundo. Comulgar plenamente con sus enseñanzas sobre la gratuidad de Dios Padre, que nos contagia de gratuidad a nosotros y que nos envía a crear un mundo así. Comulgar con sus mandamientos de amor al prójimo, a los más pobres, a los enemigos, de perdón, de reconciliación. Comulgar con su entrega de la vida para que este mundo siga sus pasos en la entrega de la vida por el proyecto de Dios. Para decirlo en una sola palabra: comulgar con todo su evangelio, pasaje tras pasaje.

Digamos: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.


 

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