NUESTRAS TRADICIONES POR ENCIMA DE
LA VOLUNTAD DE DIOS
Domingo 22° ordinario, 29 de agosto de
2021
Marcos 7,1-23.
Carlos Pérez B., pbro.
Volvemos a nuestra lectura continuada del evangelio según san Marcos,
la cual interrumpimos cuando llegamos al milagro de los panes, para irnos al
evangelio según san Juan. Ahí estuvimos cinco domingos (salvo el 15 de agosto
que leímos a san Lucas).
Y qué bonito que, a unos días de comenzar el Mes de la Biblia,
septiembre, escuchamos esta apología de la Palabra:
1ª Lectura, Deuteronomio 4: "Israel, escucha los mandatos y preceptos que
te enseño, para que los pongas en práctica”. Convendría que en nuestra lectura personal repasáramos todo el capítulo
4.
2ª Lectura, Santiago 1: "Nos engendró por medio del Evangelio (Palabra de verdad) …
Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla”.
Evangelio según san Marcos 7: "¡Enseñan
doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el
mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”. La
lectura del leccionario romano está muy entrecortada. Les recomiendo que, en su
lectura personal, repasen el pasaje completo: Marcos 7,1-23, para que acojamos
la insistencia de Jesús. Del versículo 9 al 13 leemos: "Les decía también: ¡Qué
bien violan el mandamiento de Dios, para conservar su tradición! Porque Moisés
dijo: Honra a tu padre y a tu madre… Pero ustedes dicen: Si uno dice a su padre
o a su madre: Lo que de mí podrían recibir como ayuda lo declaro Korbán - es
decir: ofrenda -, ya no le dejan hacer nada por su padre y por su madre, anulando
así la Palabra de Dios por su tradición que se han transmitido; y hacen muchas
cosas semejantes a éstas”. Bueno, en Jesús, más que defensa de la Palabra, lo que escuchamos es
su llamado a ponerla por encima de todo.
Primero, pues, escuchamos la pregunta tramposa que lanzan a Jesús los
escribas y fariseos: ¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de nuestros
mayores? No era ley de Moisés sino una de esas tradiciones que tenían los
judíos de lavarse las manos hasta el codo antes de sentarse a la mesa, no tanto
por higiene o por la epidemia, sino por cuestiones rituales. Esta pregunta, y
la denuncia que hace nuestro Señor, nos obliga a preguntarnos y a echar un
vistazo a las costumbres y tradiciones humanas que nosotros seguimos y nos
imponemos, y les imponemos a los demás como si fueran un mandato de Dios, tanto
en la sociedad como sobre todo en la Iglesia.
Cada quien haga un recuento de esas costumbres y hábitos que se han
anquilosado, petrificado, esclerotizado y de los cuales hasta nos hemos hecho
esclavos. Una manera de vestirnos, de saludarnos, de hablar, tanto en una clase
social como en otra, tanto entre jóvenes como entre viejos.
Repaso algunas, pero sin la pretensión de imponerlas como Palabra de
Dios sino más bien ponerlas bajo su discernimiento:
Nuestras leyes humanas tanto civiles como eclesiásticas. Por encima de
ellas están las personas, sus derechos humanos fundamentales, el de la vida, la
familia, el sustento, la educación, la vivienda…
La economía, la propiedad privada, la distribución que hemos hecho los
humanos, no Dios, de las riquezas o los recursos de este mundo. Hace años
teníamos en una parroquia un póster que contenía una foto de unas
construcciones ostentosas frente a unas habitaciones muy pobres. Y la leyenda
decía: "este sistema no es Dios, ¡podemos cambiarlo!” No es posible que
pongamos la injusticia tan grave que padece la mayoría de la población, por
encima de la voluntad de Dios. ¿Hay alguien que pueda decir que esto que tienes
te lo dio Dios de manera personal y exclusiva?
Nuestro lenguaje machista. A algunos les cae muy mal el lenguaje que
muchos utilizan hoy día. Contiene muchos defectos de orto gramática, pero al
menos pretende ser incluyente.
Nuestros ritos y rituales. En algunos círculos minoritarios se
consideró que el Misal del Papa Pío V (promulgado el año 1570) era la ley de
Dios, siendo que el Hijo de Dios hecho carne jamás hubiera celebrado la última
cena con ese misal. Lo mismo ha sucedido con el Misal del Papa Pablo VI y el resto
de nuestros libros. No propongo que cada quien haga lo que quiera, pero sí que vivamos una etapa de profundo y valiente discernimiento, para que, como Iglesia, nos dejemos llevar por la Palabra del Maestro y por el impulso del Espíritu.
Bueno, sentencia categóricamente nuestro Señor: "y hacen muchas cosas semejantes
a éstas”.
Un comercial:
en la familia del Prado recibimos una herencia hermosísima. El beato Antonio Chevrier
nos dejó centrados en la Palabra de Jesús, ni una aparición, ni una revelación extra
bíblica, ni una práctica devota en concreto, sólo la Persona de Jesús tal cual
la encontramos en los santos evangelios: ¡Oh Verbo, oh Cristo!... Pon en mí una gran fe en ti, a
fin de que todas tus palabras sean para mí otras tantas luces que me iluminen y
me hagan ir a ti, y seguirte en todos los caminos de la justicia y de la verdad…
Habla, yo quiero escucharte y poner tu Palabra en práctica. Quiero escuchar tu divina Palabra porque sé
que viene del cielo. Quiero escucharla,
meditarla, ponerla en práctica, porque en tu Palabra está la vida, la alegría,
la paz y la felicidad. Habla, Señor, tú
eres mi Señor y mi Maestro y no quiero escucharte sino a ti.