EL CAMINO MESIÁNICO DE JESÚS
Domingo 24° ordinario, 12 de septiembre
de 2021
Marcos 8,27-35.
Carlos Pérez B., pbro.
En nuestra lectura continuada del evangelio según
san Marcos, los domingos del tiempo ordinario, hemos llegado a un punto
fundamental. Ya hemos contemplado y vivido buenos momentos detrás de Jesús:
milagros, encuentros con enfermos, con multitudes, con pecadores y con personas
marcadas exteriormente por la impureza religiosa, hemos presenciado incluso sus
conflictos con los notables de la religión judía. Pero, ¿estamos entendiendo a
Jesús adecuadamente? En este camino que venimos haciendo detrás de él, nos hace
la pregunta crucial de nuestra fe: "¿Quién dice la gente que soy yo?... Y ustedes,
¿quién dicen que soy yo?”
En el caso de
nosotros, tenemos 20 años siendo católicos, 30, 50. ¿Conocemos a Jesús? ¿Quién
es él para nosotros? ¿Estamos estudiando su persona en los santos evangelios
para conocerlo más de cerca? ¿Hemos hecho propio su camino de pobreza, de
abajamiento, de servicio humilde, de renuncia, de entrega completa de sí mismo
para salvar a esta pobre humanidad? ¿Y estamos convocando a todos los demás
seres humanos a tomar este camino como el camino de la verdadera salvación de
todos?
Como les digo, en
este capítulo 8 comienza una sección muy especial en este evangelio que
convendría que leyéramos completa, cada quien, en nuestro estudio personal. Se
abre con esta advertencia (que no se lee hoy en la liturgia), versículos antes
del pasaje que escuchamos, que nos hace nuestro Señor y Maestro: "Abran los ojos
y guárdense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes… ¿Aún no
comprenden ni entienden? ¿Es que tienen la mente embotada? ¿Teniendo ojos no
ven y teniendo oídos no oyen? ¿No se acuerdan de cuando partí los cinco panes
para los 5,000?... Y continuó: ¿Aún no
entienden?” (Marcos 8,15-21). Y sigue la apertura de esta
sección con la curación del ciego de Betsaida, que primero ve borroso pero
luego termina viendo claramente. Este ciego representa a los discípulos de
aquel tiempo y a nosotros que no terminamos de abrir bien los ojos, los ojos de
la fe para entrar en el camino de Jesús, del cual él nos hablará y anunciará enseguida
por tres veces… pero ni aun así entraremos plenamente en el camino mesiánico de
Jesús. La sección se cerrará con el ciego de Jericó, al final del capítulo 10,
quien sí abrió los ojos para seguir a Jesús, por el camino. Todo esto es muy
propio de este evangelista.
A cada uno de
los anuncios de la pasión, le sigue una reacción contraria y despistada de los
discípulos. Inicialmente, pues, la respuesta de Pedro en este evangelio es: "Tú eres el Cristo” (en griego, Mesías
en hebreo), algo muy dentro de los planes de san Marcos, porque en Lucas 9
leemos: "Tú eres el Cristo de Dios”,
y en Mateo 16: "Tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios vivo”. Cada evangelista tiene su propia manera de presentarnos
a Jesucristo.
A pesar de que
nos pueda parecer muy acertada la respuesta de Pedro, cuando Jesús les revela
qué le espera en Jerusalén, su pasión, muerte y resurrección, entonces Pedro se
echa para atrás. Y en la reacción de Pedro debemos vernos a nosotros mismos. El
discípulo reprende (regaña) al Maestro. San Marcos sólo nos dice que lo
reprende, san Mateo, en cambio, sí nos refiere lo que Pedro le dijo al Maestro:
"¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te
sucederá eso!” (Mateo 16,22). Pero el regaño de Jesucristo es aún más
severo: "¡Apártate
de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”.
Así traduce el leccionario, incluso algunas
Biblias. Pero siguiendo la versión griega y la latina, habría que traducir: "colócate detrás de mí, Satanás”. El
discípulo no le puede trazar el camino a su Maestro. El que ha discernido bien
la voluntad del Padre, es Jesucristo, no Pedro. Los discípulos, como buenos
judíos, no podían aceptar ese camino de abajamiento. Ellos querían y esperaban
un mesianismo de poder, de éxito humano, de sobreponerse a sus adversarios. "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego
del cielo y los consuma?” (Lucas 9,54), de autoritarismo ("Maestro, hemos
visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y
tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros”. Marcos 9,38).
Nosotros ya estamos acostumbrados, tristemente (por
lo de la costumbre), a ver a Jesucristo crucificado y derrotado. Lo que es
seguro es que no pensemos que este camino de abajamiento es también para
nosotros: "El que
quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me
siga”. Más aún, no pensamos que este camino es la
salvación de todo el mundo. El camino del poder, de la imposición, del ego, es
perdición para nuestro mundo, algo que está súper comprobado, pero no entendemos,
como lo advierte nuestro Señor.
En los próximos domingos, ante los demás
anuncios de la pasión, podríamos ir tomando conciencia de cómo nuestros caminos
humanos, a nivel personal y eclesial, nos llevan por un rumbo contrario al
camino de Jesucristo.